Aunque para algunos el enfoque se apoye en la tercera ola, la larga duración o el quinto ciclo, todos coinciden en poner el acento en una nueva dinámica social y económica basada en la microelectrónica, la gestión informática, las innovaciones permanentes y el reemplazo de tecnologías tradicionales por nuevas técnicas de relación del hombre con la naturaleza, que remoldean las estructuras societales y generan amplias y complejas reingenierías sociales y productivas. Los análisis, sin embargo, han ido avanzando desde un cierto determinismo tecnológico, como muy simplemente lo hemos referido, hacia un marco analítico en el cual se retroalimentan los determinantes de la incorporación de tecnologías y las características de la propia sociedad, y bajo el cual es en el propio impacto social del nuevo modelo —y su grado de estandarización y de aceptación— donde se definen las bases de la efectiva reestructuración y transformación al interior de las diversas sociedades.
2. Las transformaciones de los mercados laborales
Asociado a estas tecnologías y a las derivaciones de la competencia económica, se ha producido un rápido proceso de cambio en la composición de los mercados laborales. En tanto la producción se asocia a la densidad tecnológica y a la innovación, se han generado nuevas exigencias laborales por incremento de competencias específicas y generales. Hay un nuevo contexto global del empleo a escala mundial, en el cual se visualiza la desaparición del empleo industrial y la expansión del empleo en los servicios, el desarrollo de un empleo local que se asocia a la exportación y que se estructura como terminal de redes de empleos globales en función de densidades tecnológicas y de altas especializaciones dadas por la apertura de las economías. Los mercados laborales, por su parte, incrementan su flexibilidad e incertidumbre asociadas a una mayor volatilidad global y a permanentes cambios en la capacidad competitiva. En este escenario, el empleo se internacionaliza y la emigración profesional se comienza a articular con carácter permanente de flujo migratorio y los sectores de baja capacidad y alta formación también se movilizan rápidamente en función de las demandas laborales de otros países. La migración se torna estructural como forma de ajuste de los desequilibrios de los mercados laborales. En el sector formal, la productividad se asocia a la educación superior y la propia inserción en los mercados laborales globales se restringe a profesionales y técnicos. Así, los cambios en los mercados laborales promueven la conformación de un nuevo tipo de estudiante, de un nuevo demandante de conocimientos, y la conformación de mercados con alta dotación de profesionales y técnicos que permitan reducir las altas rentabilidades individuales de la educación superior y facilitar la competitividad de las empresas. Así también, la ampliación de la matrícula se constituye como una derivación de las exigencias laborales en mercados competitivos de alta densidad tecnológica y de complejización informática de su gestión. Para las personas, la educación se constituye como una inversión y como un requisito indispensable para posicionarse en el mercado laboral en puestos mejor remunerados. Las personas pasan a concebir a la educación como una inversión y a sacrificar rentas presentes por posibles salarios futuros. Es este además un proceso permanente, ya que la renovación de los procesos productivos impone la capacitación continua, que al ser de trabajadores en ejercicio refuerza una demanda de educación flexible, especializada, no presencial y actualizada, asociada al mejor uso de los tiempos libres. Sin embargo, como derivación, la masificación de los egresados y la restricción de los mercados laborales promueven una dinámica económica irracional que contribuye a abaratar las tradicionales altas remuneraciones salariales de los egresados universitarios.
3. El nuevo rol del conocimiento
La actual revolución tecnológica está cambiando el escenario de los saberes y las disciplinas (13). La revolución tecnológica consistió en la incorporación de la microelectrónica como dispositivo fundamental de las máquinas herramientas y en la introducción de la informática como controladores del funcionamiento de la producción, lo cual determinó que el desarrollo de los microprocesadores (velocidad de procesamiento, memoria, miniaturización, costos, etc.) y del software (estandarización, programación en web, complejización de los lenguajes, abaratamiento, autodesarrollo) se transformaran en el nuevo motor de la acumulación de capitales. Ellas implican un cambio en el uso y el significado del conocimiento. Diversos autores han definido esta como una nueva forma de creación de riqueza y de organización de las sociedades, y como derivada del uso intensivo de conocimientos. En tanto las ventajas competitivas de las empresas se asocian a la creación de innovaciones y el comercio se articula en función de los niveles de densidad tecnológica, ello ha derivado en un enorme volumen de inversiones financieras orientadas a la creación de conocimientos patentables. El propio comercio mundial ha dejado de estar dominantemente regulado en función de aranceles y barreras aduanales, para regularse con base en los derechos intelectuales (de autor y conexos, de denominación de origen, de marcas, de diseño, de patentes, del know how, etc.). La propiedad del conocimiento se ha expandido, han aumentado sus formas de protección, su cobertura, se ha globalizado al producirse una armonización planetaria, se han ampliado las áreas a las cuales se protege, y se han establecido mecanismos de observación a partir de tratados de apertura recíproca del comercio a través de la Organización Mundial del Comercio y de los tratados de libre comercio impulsados por Estados Unidos. Ello está contribuyendo a perfilar una nueva división internacional del trabajo y a que las empresas inviertan crecientes recursos económicos en la producción de nuevos conocimientos, tanto del tipo de innovaciones que propendan a pequeñas mejorías incrementales como a aquellas orientadas a crear inventos o a encontrar descubrimientos patentables. Como derivación de estos recursos económicos colocados en investigación y desarrollo, se ha generado una expansión casi galáctica de datos, de información y de conocimientos. La propia industrialización de la producción de conocimientos está en el centro mismo del modelo económico (14). Definidas como capital de riesgo, o como un nuevo tipo de capital, las inversiones orientadas a la investigación y al desarrollo han cambiado el panorama de la educación y de las instituciones educativas al desarrollar un complejo entramado institucional (parques tecnológicos, incubadoras de empresas, laboratorios empresariales, centros de investigaciones, etc.) que se manifiesta en el aumento vertiginoso de libros, publicaciones, formulas, axiomas y toda forma de expresión de conocimientos. Estas inversiones producen, por un lado, una creación permanente de nuevos saberes, muchos de ellos patentables; pero por otro, y también permanentemente, tornan obsoletos a otros saberes que son superados por los nuevos paradigmas formulados. El carácter aproximativo del saber paradigmático, el transformarse el conocimiento en capital y en mercancía por su capacidad de crear valor o de intercambiarse, o su carácter privado a través del derecho de propiedad intelectual, se constituyen en los motores que incentivan la continua generación de conocimientos. No es este, sin embargo, un momento coyuntural del ciclo económico tradicional en su fase recesiva, sino una acción intrínseca permanente del modelo económico a escala global. En este camino, se privatiza y se mercantiliza el conocimiento asociado a las inversiones realizadas