—De acuerdo —dijo lentamente—. Dímelo ya. ¿Por qué no te pusiste en contacto conmigo antes? ¿Por qué te parecía bien ver a Ford pero no verme a mí?
—Porque a Ford no puedo hacerle daño.
—Y a mí sí puedes —alzó la barbilla mientras hablaba, decidida a ser fuerte.
—No quiero —parecía como si le costara encontrar las palabras adecuadas—. Maldita sea, Patience, sé lo que está bien y no puedo resistirme...
¿A ella? ¿A ellos? ¿Al sexo? No era el mejor momento para dejar una frase a medias. Esperó a que él dijera más o que tal vez admitiera que lo tenía hechizado porque le encantaría verse como la clase de mujer que encandilaba a un hombre en lugar de una que llevaba camisetas divertidas y cortaba el pelo.
Él le rodeó las mejillas y le dio un delicado beso en la boca.
—Complicaciones. Venga, vamos. Te invito a un café en ya sabes dónde.
Tal vez debería haberse negado. Marcharse y fingir que nada de eso había sucedido. Ya tenía suficiente en su vida como para, además, preocuparse por Justice. Pero no se veía capaz de reunir la fuerza necesaria para resistirse.
—Puede que quiera dosis doble de moca en el mío.
—Creo que lo soportaré —respondió él.
Justice miraba la hoja de cálculo que tenía en la pantalla del ordenador. Como era habitual, Felicia había hecho un trabajo excelente a la hora de hacer cuentas y establecer relaciones entre las cifras.
Estaba a punto de leer las proyecciones de ingresos cuando oyó que alguien llamaba a la puerta.
Se levantó y cruzó el salón de la suite del Ronan’s Lodge. Con el tiempo tendría que buscarse un piso o casa de alquiler, pero, por ahora, el hotel respondía a todas sus necesidades.
Abrió la puerta preparado para decirle a la doncella que no necesitaba más toallas, pero en lugar de eso se encontró allí a una niña de diez años.
—Hola. Soy Lillie McGraw. La hija de Patience.
—Te recuerdo.
Estaba claro que había ido al salir del colegio porque llevaba una mochila y un libro en la mano. Le sonrió con timidez.
—¿Puedo hablar contigo?
—Claro —agarró la llave de la habitación y salió al pasillo—. Vamos al vestíbulo. Te invito a un refresco.
Ella sonrió.
—Genial, gracias.
Subieron al ascensor y bajaron al espacioso vestíbulo donde llevó a la pequeña hasta un sofá.
—¿Qué te apetece? —le preguntó mirando la carta de la cafetería.
Lillie negó con la cabeza.
—Creo que nada. Solo quería hablar contigo, si no te importa.
—Por supuesto.
Tenía los ojos del mismo marrón que su madre y en ella podía ver mucho de Patience además de otros rasgos que no reconocía y que le vendrían por parte de padre. Patience había dicho que las cosas no habían funcionado con él, aunque no le había dado detalles.
Se sentó frente al sofá en una silla.
—¿Cómo has sabido dónde estaba alojado?
Lillie sonrió.
—No hay muchos hoteles en el pueblo y la abuela estaba hablando de ti el otro día y dijo que no eras chico de alojarte en un hostal —se detuvo—. Aquí hay un par.
—Ya lo he visto.
Lillie se inclinó hacia delante y bajó la cremallera de su mochila. Sacó unos cuantos billetes y se los acercó.
—Quiero contratarte.
Era lo último que Justice se habría esperado.
—¿Para qué trabajo?
—Necesito un guardaespaldas. Hay un chico en el cole, Zack —arrugó la nariz—. Siempre está persiguiéndome y observándome. Me da miedo, ¿sabes? No sé qué hacer y no quiero contárselo a mamá porque a lo mejor se enfada y habla con mi profesora y eso me daría mucha vergüenza. Pero eres un chico y he pensado que sería mejor si tú hablaras con Zack.
Justice la observaba fijamente.
—¿Y qué ha hecho exactamente? ¿Te ha pegado? ¿Te ha empujado?
Lillie frunció el ceño.
—No, ni siquiera me habla. ¡Pero, no! —dijo sacudiendo la cabeza—. No me amenaza ni nada de eso. Ya hemos hablado del acoso en el cole y hemos visto pelis sobre el tema. No me están acosando. Solo está ahí todo el tiempo y no sé qué querrá. Le he preguntado, pero sale corriendo. Los chicos son muy raros. Mamá dice que algún día me gustarán, pero no lo creo.
Él se relajó un poco.
—De acuerdo.
—No quiero que se preocupe. No se lo puedes contar.
—Lillie, si te pasa algo, tengo que contárselo.
La niña suspiró.
—¿Y no puedes decírselo mejor a mi abuela?
Era una buena negociadora.
—Claro. Si descubro algo, se lo diré a Ava y te informaré a ti —porque si alguien estaba molestando a Lillie, quería asegurarse de que esa situación terminara.
—Genial —volvió a mostrarle el dinero—. ¿Con esto vale?
—No tienes que pagarme. El primer encargo es gratuito.
Ella sonrió.
—Gracias —se guardó el dinero en la mochila y sacó un trozo de papel—. Aquí están su nombre y dirección y esas cosas. Para que puedas encontrarlo.
Él se quedó con la información.
—Investigaré y me pondré en contacto contigo —no estaba seguro de qué pasaba con Zack, pero lo averiguaría.
—Gracias por ayudarme. Mamá está ocupada con la cafetería. Está muy alegre y sabía que esto la preocuparía. La abuela también está muy emocionada, así que no sabía con quién hablar. A lo mejor si tuviera padre sería distinto —apoyó los codos en sus muslos y la barbilla en las manos—. Quiero decir, tengo padre, pero nunca lo he visto.
—Lo siento.
—No pasa nada. No lo recuerdo. Se marchó cuando nací o algo así. No viene a verme.
Hablaba sin emoción porque era todo lo que sabía. Él se preguntó qué clase de hombre podía alejarse de su hija, pero entonces se dijo que esa pregunta era estúpida. Los padres se alejaban de sus hijos constantemente o hacían cosas peores. No había más que mirar al suyo. Justice había vivido la pesadilla del maltrato paterno, así que si su padre lo hubiera abandonado habría sido una bendición para él.
—Si tienes preguntas, seguro que puedes hablar con tu madre.
—Lo sé. O con la abuela. Siempre me lo dicen. ¿Pero qué voy a preguntarles? —se levantó—. Gracias por ayudarme.
—De nada. Te informaré en un par de días.
Ella sonrió.
—¿Podemos quedar en un sitio secreto como si fuéramos espías?
—Claro.
—Me gustaría, aunque tampoco pasa nada si vienes al cole. Mamá dice que estás ocupado con tu negocio.
Recogió su libro y la mochila y fue hasta la entrada del hotel. Justice la siguió a la puerta y la vio marcharse. Después, volvió a su habitación