En interés de una formación multilateral y de unas oportunidades de desarrollo óptimas para la personalidad del jugador, se debería conceder al individuo en edad escolar el mayor margen de libertad posible para la iniciativa propia, haciéndole jugar en la medida de lo posible en todas las posiciones del equipo. La formación unilateral, por ejemplo sólo en la posición de portero o de líbero, priva al joven jugador, aún capaz de evolucionar, de una experiencia de juego decisiva y limita su formación atlética y técnico-táctica.
Tan pronto como el jugador domine en su forma básica las distintas habilidades técnicas deberá aprender a aplicarlas con éxito alrededor del balón, en el uno contra uno frente al contrario. Los rendimientos físicos, deportivos, en la etapa escolar (más o menos a partir de los 10 años) proporcionan el máximo reconocimiento y consideración dentro del grupo de edad. El más rápido, el más hábil o el más fuerte se sitúa en el punto central del interés de sus compañeros. Con enfrentamientos “corporales” constantes los niños buscan la consideración y el reconocimiento de sus amigos y compañeros de juego. Les encanta el uno contra uno, quieren ganar al otro, ser mejor que él.
En la lucha por el balón el fútbol ofrece, casi como ninguna otra modalidad deportiva, oportunidades múltiples para engañar al contrario, superarlo en astucia o hacerle correr en el vacío; en una palabra, para vencerlo. El uno contra uno es más que la utilización del cuerpo contra el contrario que lleva el balón. Es también el engaño a partir del regate o en la recepción y control del balón. El uno contra uno es la utilización correcta del cuerpo para proteger y asegurar la posesión del balón. Por su abanico de posibilidades y la constante inseguridad acerca del resultado, del éxito o del fracaso, es el lance más fascinante para el jugador de fútbol.
Los aspectos del entrenamiento de la condición física aún no desempeñan papel alguno en la edad escolar. Es cierto que en esta época el sistema cardiocirculatorio muestra ya una gran capacidad de adaptación y, por tanto, condiciones favorables para mejorar la capacidad de resistencia general. Sin embargo, las líneas de entrenamiento intencionales en este ámbito resultan aún superfluas. Con su pulsión natural por el movimiento, típica de la edad, el niño hace trabajar sus músculos y órganos con frecuencia e intensidad también fuera del entrenamiento del equipo. A través de los pequeños partidillos, el entrenamiento consigue además una mejora multifacética y absolutamente suficiente de la condición física general.
Las carreras prolongadas alrededor de la pista de atletismo u otras medidas de ejercicio atlético unilateral robarían un valioso tiempo al necesario aprendizaje de herramientas técnicas y tácticas, y arruinarían muy pronto el placer de jugar al fútbol y, en consecuencia, también la disposición a entrenar.
Formas de entrenamiento
El partidillo sigue siendo la forma de entrenamiento básica para los niños entre 8 y 12 años, complementada con formas de ejercicio sencillas de carácter competitivo.
El fútbol callejero de años pasados debería servir de modelo para organizar el entrenamiento en la edad escolar. En aquella época los niños acumulaban en un primer momento sus experiencias de juego, para encontrar y desarrollar posteriormente sus propias habilidades técnicas y capacidades tácticas. El entrenamiento de club con formas de ejercicio intencionales no comenzaba para el niño hasta los 12 años de edad, o incluso más tarde. Estas formas de ejercicio del entrenamiento de club mejoraban y profundizaban la habilidad con el balón y la capacidad de juego táctico adquiridas en varios años de juego libre. El entrenamiento infantil y juvenil actual debería seguir este mismo orden de etapas.
El partidillo circular favorece de forma idónea el gusto por el juego y el movimiento. La curiosidad por cosas nuevas, típica de la edad, y la confrontación con situaciones nuevas y estimulantes encuentran en esta forma de entrenamiento un excelente margen de desarrollo. Además, en estos partidillos se desarrollan de una manera especialmente favorable las capacidades mentales y psíquicas propias del buen juego.
El grado y la intensidad en que se adquieren las capacidades mentales y psíquicas, importantes para la práctica del buen fútbol y, en último término, también para el desarrollo de la personalidad del niño en su conjunto, dependen en gran medida de las condiciones del entorno. Cuanto más variadas son las posibilidades de aplicar el caudal de ideas propias y de actuar de forma autónoma, cuanto mayor es la capacidad de anticipar el desarrollo del juego sobre la base de los movimientos del balón, de los compañeros y de los contrarios, tanto más espacio se ofrece en las formas de entrenamiento a la disposición al riesgo y al gusto por la decisión, y más variado e intenso puede ser el desarrollo de estas importantes capacidades.
Las condiciones de aprendizaje favorables para las capacidades mentales y psíquicas se dan siempre que se juega, esto es, siempre que compañeros y rivales se encuentran en lucha incesante en pos del balón y del gol. Aquí, cuanto menor es el número de jugadores, tanto más frecuentemente se ofrecen al individuo situaciones de aprendizaje y perfeccionamiento técnicos, tácticos, psíquicos y físicos. El jugador aprende a tomar decisiones de forma autónoma y a llevarlas a cabo; también, a configurar el juego, una capacidad enormemente importante en el fútbol de alto rendimiento.
Los partidillos plantean a los jugadores unas elevadas exigencias de condición física. Se hacen necesarias pausas de recuperación, en las cuales se pueden realizar tareas técnicas sencillas. Por lo general, los ejercicios hacen trabajar el sistema cardiocirculatorio en escasa medida. Por ello, suponen una variación complementaria para el entrenamiento con partidillos.
A los juegos de motivación, que alivian el enfoque productivo del entrenamiento, se pueden asociar de modo eficaz tareas técnicas adecuadas a los niños, acordes con el carácter de esta etapa de vida, inquieto e incapaz de concentración prolongada.
4. Sobre el entrenamiento en la pubertad
4.1. El entrenamiento de infantiles (12-14 años de edad)
Apariencia corporal
–Crecimiento acelerado de la estructura ósea
–Desequilibrio corporal entre el tronco y las extremidades
Formas de comportamiento típicas de la edad
–Problemas de coordinación, perturbación de las habilidades motoras
–Inicio de la maduración sexual
–Inseguridad psíquica general
–Pérdida de la confianza en sí mismo
–Sensibilidad acentuada
–Carácter desequilibrado, con oscilaciones frecuentes del estado anímico
–Orientación egocéntrica del pensamiento y la sensibilidad
–Pulsión intensa por el reconocimiento y la consideración
–Relación incómoda con los adultos, inseguridad respecto de los papeles sociales
ENTRENAMIENT O DE PROFUNDIZACIÓN:
(véase pág. 38)
—Época de profundización y perfeccionamiento—
Contenidos del entrenamiento
–Repetición