Los demás jugadores pueden tachar rápidamente al jugador “favorecido” de esta manera como “mascota del entrenador”, y de este modo confinarle más aún en la marginalidad del grupo. El entrenador debe explicar a los demás jugadores el trabajo en favor del jugador aislado, y exponerlo como una postura imitable y necesaria para el éxito del equipo.
Afán de conocer
En la llamada edad escolar, etapa vital optimista y carente de complicaciones, los niños desarrollan un notorio afán de conocer. Su interés llega a las cosas aparentemente más triviales y secundarias.
En esta época se espera del entrenador, como también de los padres y del maestro, mucha paciencia y comprensión. Las preguntas quieren ser respondidas y tienen que ser respondidas. Hay que tomarse tiempo y no ver a los niños curiosos como un incordio. Al contrario, el cuidador y el entrenador disponen de una excepcional oportunidad para reforzar las inclinaciones existentes, despertar nuevos intereses y ayudar a que el patrimonio de experiencias del joven jugador aumente en múltiples direcciones. Quien tiene siempre a mano una respuesta y unas explicaciones, acepta cualquier pregunta por más que pueda parecer superflua o “irritante”, y toma visiblemente en serio al niño en su sed de conocimientos y su curiosidad, gana rápidamente la confianza de éste, y con ello la posibilidad de influir sobre el desarrollo de criterios de valor, tomas de posición y sobre el comportamiento social del niño frente a su entorno.
3. Sobre la atención personal en la pubertad
En el trato entre compañeros, los problemas puberales se explican como síntomas del crecimiento pasajeros.
Conviene apoyar y fomentar las acciones autónomas del joven.
En conversaciones individuales el entrenador se ocupa de forma intensiva de todos los problemas del jugador.
El entrenador debería transmitir a cada jugador la sensación de creer especialmente en él, pese a las dificultades que puedan aparecer.
El reconocimiento de intentos valientes y del esfuerzo intenso pese a la ausencia de éxito refuerza la confianza en uno mismo.
La variación de las tareas del entrenamiento, más allá del marco deportivo del entrenamiento, y el despertar de la responsabilidad colectiva hacia el grupo y sus objetivos mantienen el interés por participar en el equipo de fútbol y por su éxito deportivo.
Los argumentos y explicaciones objetivos crean un ascendiente y una consideración duraderos entre los jóvenes de espíritu crítico.
El paso de la edad escolar a la pubertad tiene su primera expresión en los cambios corporales de la madurez y en el rápido aumento de estatura. El joven crece hacia la etapa crítica de inseguridad psíquica general.
Una de las causas de esta inseguridad se puede explicar por un conocimiento incompleto de las circunstancias que rodean estos procesos de desarrollo corporal. Por ello, se deberían comentar y explicar con calma todos los fenómenos biológicos normales y la importancia que poseen. El joven debe comprender, por ejemplo, que en el caso de las dificultades de coordinación (técnica) se trata de problemas pasajeros, y también que el proceso de maduración sexual con sus signos visibles es algo completamente normal.
Conducta llamativa
En esta época de inseguridad psíquica el jugador experimenta una pulsión más fuerte por obtener el reconocimiento de su grupo de edad, preparador, profesor y entrenador. Si no observa interés por parte de éstos y no se dan experiencias de éxito, busca en seguida otras posibilidades de atraer la atención de su entorno. Adopta un comportamiento llamativo y tonto, o bien termina por representar el papel de “payaso del equipo”. A menudo muestra una arrogancia fingida y espera, con su obstinación en contra de las órdenes del entrenador, procurarse la consideración y el interés de sus compañeros de juego.
Aquí el entrenador tiene que esforzarse aún más para poner ante los ojos del joven sus cualidades especiales y sus méritos, y debe hacerlo de una manera creíble. En esta etapa crítica del desarrollo el jugador debe estar convencido de que el entrenador cree en él. Necesita experimentar la sensación de no estar solo, saber que el entrenador está de su lado y que le apoya.
Actitud egocéntrica, anímicamente inestable
Durante los procesos de maduración de la pubertad el joven tiende a una postura general depresiva y escéptica. Equivocadamente toma los consejos objetivos como crítica e infravaloración de su persona, capta negativamente las palabras, acciones y reacciones del entorno y las relaciona con su propia persona. A menudo, da incluso la impresión de buscar algo que, dirigido contra su persona, la desprecia y critica.
En esta fase de reacciones hipersensitivas, el entrenador debería emitir con prudencia su crítica espontánea. En todas las conversaciones acerca de las posibilidades de mejora hay que destacar primero el rendimiento positivo y mostrar al joven caminos claros que conduzcan al éxito.
Esta crítica “constructiva” despierta nuevas esperanzas y deseos. Favorece la disposición al rendimiento. Las conversaciones individuales constituyen una parte fundamental de la atención personal. Al joven inseguro, con carencias de confianza en sí mismo y de sentimiento de la propia valía, debemos dejarle hablar, libremente y sin presión de tiempo. Recomendamos al entrenador que escuche pacientemente y que muestre a su interlocutor comprensión incluso para sus ideas y posturas equivocadas. Hablando, podemos desembarazarnos de algunos miedos que nos paralizan: el acto de hablar supone una liberación. Cuando el entrenador escucha interesado y se muestra comprensivo, el joven percibe la consideración y la atención que éste le dispensa.
En el fútbol, la independencia, la creatividad y la capacidad decisoria que se le asocian son factores esenciales del buen comportamiento de juego. El apoyo a la actuación autónoma, el esfuerzo del joven por adquirir su personalidad independiente, se inscribe en la dirección de la mejora del rendimiento. El entrenador debería considerar positivamente el intento bienintencionado pero en último término fracasado, aunque la acción no haya deparado ventaja alguna al grupo. Para el entrenador es tarea prioritaria conducir al joven, en su esfuerzo por actuar de forma autónoma y por comunicar así su aspiración al status de adulto, hacia unos objetivos deportivos y sociales (p. ej., inserción en el grupo, servicio al equipo, sentido del compañerismo) beneficiosos para él y para sus compañeros de grupo; también lo es el persuadir al joven del valor de estos objetivos y mostrar posibles caminos para alcanzarlos.
Individuos marginales
Con el desarrollo acelerado del crecimiento aumenta también la capacidad de rendimiento corporal. El que experimenta este impulso del crecimiento en un momento anterior en comparación con sus compañeros de edad, el llamado jugador “precoz”, adquiere pronto un papel dominante entre éstos, que refuerza visiblemente su seguridad en sí mismo. En cambio, los jóvenes cuyo desarrollo puberal se inicia claramente más tarde del promedio pierden pronto la consideración del grupo y su influjo sobre él, pues durante un tiempo no son capaces de mantener el paso en lo que a capacidad de rendimiento corporal se refiere. Las consecuencias son la pérdida de seguridad y confianza en sí mismo y un trastorno del sentimiento de la propia valía. A menudo estos sujetos de desarrollo tardío se ven relegados a papeles marginales, lo que perjudica su posterior desarrollo tanto humano como deportivo.
No obstante, la superioridad corporal basada en un crecimiento y desarrollo adelantado sólo se impone decisivamente dentro de la fase del desarrollo puberal. Cuando termina su crecimiento en anchura el joven tardío compensa su déficit de rendimiento.
A los jugadores que por tales motivos han quedado relegados a puestos marginales dentro