En tercer lugar, este libro encierra elementos importantes para una filosofía política de la ciudad como espacio de expresión de valores y símbolos del poder. Precisamente en sus textos sobre las ciudades, Walter Benjamin nos ha enseñado a comprenderlas de manera diferente. Aunque también escribió sobre Moscú, Marsella o Nápoles, las ciudades que marcaron su vida y su pensamiento fueron dos: Berlín, la metrópoli que imprimió en él las primeras vivencias, y París, «la capital del siglo XIX» sobre la que recogió miles de materiales durante muchos años de trabajo para redactar su monumental e inacabada Passagen-Werk. A estas dos ciudades me voy a referir brevemente a continuación. Berlín es la «ciudad vivida» por Benjamin y así la retrata en sus recuerdos de infancia y adolescencia, en libros como Infancia en Berlín en torno a 1900, en Crónicas berlinesas o en sus programas para la radio. Por otro lado, Benjamin era un profundo conocedor de la obra de Marcel Proust, no solo por su tarea de traductor de varios volúmenes de En busca del tiempo perdido, sino también por los artículos que escribió sobre él. Cabe sugerir un paralelismo entre la evocación del recuerdo en Proust, su búsqueda del tiempo perdido, por un lado, y la exploración que Benjamin hace de la infancia irremediablemente ida, por otro. Su infancia transcurrió en el patrimonio cultural de Berlín, de manera que la ciudad marcó indeleblemente la construcción de su identidad y la de todos sus compañeros de generación. En mi libro intentaré rescatar parte del patrimonio perdido de Berlín, «flaneando» con Benjamin a la búsqueda de los ángeles de la Victoria, que fueron los símbolos –inmortalizados en estatuas– del nacionalismo alemán y de otros nacionalismos europeos a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX. Mi tesis básica es que el famoso Angelus Novus de Paul Klee, que Benjamin transformará en su Ángel de la Historia, es el contrapeso iconográfico de las imágenes de las diosas Nikés (reinterpretadas popularmente como «Ángeles de la Victoria») erigidas en Berlín desde el final de las guerras napoleónicas en 1815 hasta la conclusión de la Primera Guerra Mundial. Esta reinterpretación tiene su origen en que los atributos simbólicos de la diosa Niké y del ángel victorioso sobre el Mal son los mismos: las alas, la corona de laurel en una mano y la palma de la victoria en la otra. Berlín fue a lo largo del siglo XIX (en realidad desde 1815 hasta 1914) la ciudad de los triunfos militares y estos se celebraban con la instalación de numerosas estatuas de la diosa Victoria en los espacios públicos, diosas que eran vistas como ángeles por la mayor parte de la población. A modo de eslogan publicitario podríamos decir que durante todo un siglo Berlín fue la «ciudad de los ángeles». En este punto es importante la iconografía política como estudio de las estatuas que decoran los espacios públicos de la ciudad y transmiten mensajes ideológicos determinados. Dichas estatuas transmitieron en Berlín durante todo el siglo XIX una concepción de la Historia como historia de los vencedores y una filosofía política que legitimaba el autoritarismo prusiano y el origen divino de la autoridad de los monarcas.
En cuanto a París, solo quiero recordar aquí que Benjamin resume las intenciones de su Obra de los pasajes conectando seis nombres de personas con seis transformaciones arquitectónicas, urbanísticas o de interpretación de la llamada «ciudad de la luz»: 1) Fourier o los pasajes comerciales. (El Fourier utópico y la arquitectura de hierro y cristal de la época.) 2) Daguerre o los panoramas. (Benjamin es uno de los primeros historiadores y teóricos de la fotografía.) 3) Grandville o las exposiciones universales (como lugar de peregrinación hacia el fetiche llamado mercancía). 4) Luis Felipe o el interior. (El hombre particular entra en el escenario histórico con la ampliación del sistema electoral.) 5) Baudelaire o las calles de París. (Reflexiones sobre el flâneur.) 6) Haussmann o las barricadas. (El embellecimiento estratégico de París como escenario de la lucha de clases y como modelo de renovación urbana de otras ciudades europeas.) Estos seis elementos son el núcleo de la reflexión de Benjamin sobre París como capital del siglo XIX. Por otro lado, desde el punto de vista de la iconografía política, París es la ciudad de las derrotas desde el fracaso final de Napoleón en Waterloo hasta la Primera Guerra Mundial. Y sin embargo, los ángeles de la Victoria siguieron presentes en las calles de París y de otras ciudades francesas como símbolo del nacionalismo francés y, además, se erigieron nuevas estatuas de la Victoria. Por ejemplo, en el año 1873, poco después de la derrota francesa en la guerra franco- prusiana de 1870-71, el escultor francés Antonio Mercier presentó el grupo «Gloria Victis», creado en memoria de un amigo suyo, caído en los últimos días de la contienda militar. Una Victoria alada, en actitud de vuelo y elevándose del pedestal, se mueve hacia adelante llevando en sus brazos a un joven desnudo y muerto, con una espada rota, símbolo de la juventud francesa masacrada en los campos de batalla. Se trata de una Niké de los vencidos, de un ángel de la Victoria de las víctimas de la guerra. Además, otras diosas Nikés francesas celebraban los éxitos de la nación en la ampliación de mercados a través del colonialismo y los éxitos económicos en lo que he dado en llamar más adelante el «Ángel de la Victoria de las mercancías».
Estos tres elementos –iconografía política, análisis de la obra de Walter Benjamin y estudio del espacio público y simbólico de la ciudad– aparecen profundamente imbricados en las páginas de este libro, cuyos capítulos procedo a resumir en breves palabras. El primer capítulo, «De la diosa Fortuna al ángel de la Victoria en la ciudad de Berlín», trata de ver cómo en la iconografía política de la capital prusiana, dominada simbólicamente durante el Barroco y parte del siglo XVIII por la Fortuna (el mejor ejemplo es la estatua de la Fortuna como una veleta sobre la cúpula del palacio de Charlottenburg), se da el paso a otra imagen muy potente que impregna toda la vida política en el siglo XIX: la diosa Niké o diosa de la Victoria. La transición entre las dos imágenes implica una transformación mental desde una concepción de la política en la que las circunstancias externas imponen los cambios hacia una perspectiva de completa seguridad en las propias fuerzas de la nación que, ligadas al progreso de la economía, de la industrialización y de la organización burocrática del ejército y de la sociedad, impulsarán la marcha de la historia hacia adelante en una victoria permanente sobre otros pueblos y, especialmente, sobre Francia. Transformación, pues, de la inestabilidad del poder y del cambio repentino e incontrolado en manos de la diosa Fortuna a una situación de progreso permanente en la que el futuro asegura la supremacía de la sociedad alemana, representada por la diosa Niké o diosa de la Victoria. Además, explico cómo esta diosa de la Victoria se transforma en un ángel de cuño cristiano ya que en la mentalidad popular el concepto de diosa Niké permanece extraño.
El segundo capítulo, «Flanear por Berlín con Walter Benjamin en busca del ángel perdido», describe tres paseos hipotéticos acompañando a Benjamin a través del Berlín de su infancia, cuya huella impregna sus recuerdos infantiles de la vivencia de la gran ciudad. El primer paseo recorre el trayecto desde su casa natal al Tiergarten, el parque de su niñez. El segundo paseo comienza en el parque de la Victoria (Viktoria Park), con el monumento a las victorias prusianas sobre los ejércitos napoleónicos, y se dirige hacia la plaza de la Belle Alliance, presidida por una columna sobre la que se encuentra una estatua de la Victoria realizada por el gran escultor Christian Daniel Rauch. El escenario del tercer paseo es la famosa avenida Unter den Linden, el eje representativo, militar y triunfal de la ciudad, la Via triumphalis por la que desfilaban los ejércitos victoriosos y que también fue testigo del deambular de Benjamin durante los años de su etapa de estudiante en la Universidad de Berlín (hoy llamada Humboldt Universität) y en los años de su juventud y madurez. Los tres espacios de nuestro «flanear» con Benjamin fueron profundamente impregnados a lo largo del siglo XIX por el espíritu de las victorias en las guerras de liberación nacional frente a Napoleón y los ejércitos franceses. Debo recalcar que se trata de paseos imaginarios por los espacios que Benjamin recorrió una y otra vez, escenarios sobre los que habla en sus recuerdos de infancia, pero que nunca describió como tales paseos de manera sistemática.
El tercer capítulo, «Walter Benjamin: Ángel de la Victoria y Ángel de la Historia», analiza la Columna de la Victoria (Siegessäule) de Berlín como eje de la memoria de Benjamin sobre su infancia y que juega