Armie se quedó de piedra. ¿Que él la había invitado a volver?
—Termino la jornada a las cinco, pero probablemente se me harán las cinco y media antes de que pueda salir. Luego tendré que ir a casa a cambiarme. O sea que hasta las seis o seis media no podré estar allí. ¿Te va bien? había pensado en cocinar algo para la cena.
—Er… —se esforzó por buscar alguna excusa, pero tenía la mente en blanco y no hizo otra cosa que rascarse la nuca—. Sí, me va bien.
—Genial. Te veré luego entonces —y cortó la llamada.
Armie se quedó sentado en su camioneta, confuso, preocupado y desesperado por verla de nuevo, todo ello a partes iguales.
—Imbécil —masculló para sí mismo y bajó del vehículo.
El gimnasio estaba repleto de gente. Un tipo tan famoso como Jude atraía multitudes. Colgándose la bolsa de deporte al hombro, entró. Lo cual no le resultó nada fácil, dada la cantidad de damas en trance de desmayarse que forcejeaban por conseguir un mejor puesto para verlo.
—Disculpe —dijo por lo menos una docena de veces hasta que finalmente consiguió llegar hasta donde estaba Harper, la mujer de Gage.
Ella le sonrió. De puntillas, se estaba esforzando también por verlo.
—¡No! ¿También tú?
—¡Es Jude Jamison!
—Ya. ¿Y qué?
Harper se volvió para fulminarlo con la mirada.
—¡Es una maldita estrella de cine!
—Era —dijo, porque sabía que Jude había dejado todo aquello atrás.
—El que es una vez estrella de cine lo es para toda la vida —Harper soltó un suspiro—. Míralo. Es fantástico.
—Los dos son fantásticos —comentó otra mujer.
Armie estiró el cuello para ver el ring y descubrió que Jude y Cannon estaban haciendo guantes. Sonrió.
—Dolor de ovarios, ¿eh?
Harper le propinó un codazo. La otra mujer suspiró.
—Pues sí.
Sacudiendo la cabeza, Armie se alejó de ellas hasta que llegó a una zona más despejada donde se encontraban otros luchadores. Gage le preguntó de inmediato:
—¿Harper sigue toda encandilada con Jude?
—Eso me temo.
—Ya me encargaré yo de que piense en otras cosas cuando salgamos de aquí —movió exageradamente las cejas como para asegurarse de que todo el mundo entendiese el significado de sus palabras.
Leese señaló el ring.
—Jude dijo que hacía tiempo que no combatía con nadie, pero no lo parece. Sigue manteniéndose muy ágil.
—Y esos directos suyos —añadió Gage antes de volverse de nuevo hacia Armie—. Fíjate en cómo golpea: directo y rápido. Me recuerda un poco a ti.
Con los brazos cruzados, Armie se quedó observando durante unos minutos y pudo ver que Cannon se estaba conteniendo. Una estrategia inteligente, en realidad. No había razón alguna para que Jamison resultara herido, o para que Cannon inflara su ego cuando era mucho más lo que podía ganar atrayéndose a alguien del calibre de Jamison.
De repente, para sorpresa de Armie, Jamison dio por terminado el combate y dijo:
—Gracias por habérmelo puesto fácil —y sonrió como si hubiera disfrutado a lo grande.
Armie entendía la sensación. Para un hombre al que le gustaba ejercitar su fuerza y poner a prueba su velocidad, no había nada mejor que las artes marciales mixtas.
Cannon se echó a reír.
—No has perdido, eso es seguro.
—Sigo en forma —dijo Jamison—. Pero una cosa es estar en forma y otra estar en forma para el combate. En este negocio, la velocidad es lo principal y lo que marca la diferencia entre un campeón y un rival mediocre —palmeó cariñosamente la espalda de Cannon—. Gracias por no haberme machacado.
—Cuando quieras.
Se detuvieron frente a Armie. Jamison, después de quitarse los guantes, le tendió la mano.
—Armie, gracias por haber llegado temprano.
Cannon resopló escéptico.
—Siempre está aquí. Créeme, esto ya es tarde para él.
Armie enrojeció. Si había llegado tarde era porque había estado durmiendo con Merissa. Y era el mejor descanso que había disfrutado en años, además.
—No hay problema. ¿Y bien? ¿Cuál es el plan? Cannon me dijo que querías verme.
—Tengo todo el día. ¿Te importa que asista como espectador a tu rutina de entrenamiento? Después de eso, nos sentaremos a hablar.
—Claro —respondió Armie—. Ponte cómodo.
Durante las tres horas siguientes intentó olvidarse de todo y de todos para concentrarse únicamente en su entrenamiento habitual. Normalmente, cuando lo hacía, su cerebro se volvía claro como el cristal. Esa vez, sin embargo, incluso cuando pasaba de lanzar duros puñetazos y fuertes patadas al saco a hacer guantes con otros luchadores, para luego ponerse a levantar pesas, sus pensamientos seguían centrados en Merissa. Era cierto que la noche anterior se había dormido muy borracho, pero no tanto como para no recordar la excitante imagen de Rissy quitándose aquellos ajustados tejanos…
Cuando se había inclinado para terminar de quitárselos, su larga melena se había volcado hacia delante para tocar casi el suelo. Su oscuro pelo le había inspirado toda clase de fantasías. Y aquellos preciosos ojos azules que tenía: eran del mismo color que los de su hermano, con largas y densas pestañas, pero en Merissa el efecto era endiabladamente sexy. Habían sido tantas las veces en las que se había imaginado cerrando los puños sobre aquel sedoso cabello, contemplando aquellos hipnóticos ojos azules y haciéndole el amor a tope hasta que terminaba viendo y sintiendo cómo alcanzaba el orgasmo…
Casi podía sentirlo en aquel momento, aquellas largas y esbeltas piernas alrededor de su cintura… casi podía escuchar sus jadeos, sentir su líquida humedad…
—¿Listo para hacer guantes?
Aspirando profundamente, se volvió hacia Leese y vio que llevaba el casco puesto y tenía preparado el protector mental.
Leese sonrió.
—Hemos estado jugando a piedra, papel y tijera, a ver a quién le tocaba, y he perdido yo.
Sin comprender, Armie sacudió la cabeza.
—No sé muy bien si es porque te está mirando Jude o porque estás enfadado por algo, pero hoy estás entrenando bien duro.
Armie frunció el ceño, miró a su alrededor y descubrió a un montón de gente observándolo. ¿Qué diablos…? Él no era una estrella de Hollywood como Jamison, de modo que bien podían continuar con sus asuntos…
A Leese le dijo:
—Vas a recibir de lo lindo.
—No has tenido un buen día, ¿eh? —gruñó Leese y siguió a Armie a la esquina donde este tenía su equipo—. Ahora en serio: me gusta hacer guantes contigo. Esta será una buena oportunidad para aprender.
Dado que aquella nueva actitud de Leese seguía representando un saludable cambio de rumbo, después de haber hecho tanto el imbécil, a Armie siempre le gustaba trabajar con él. Leese aprendía rápido, ponía todo su corazón en ello y estaba demostrando ser mucho mejor luchador de lo que cualquiera de los demás habría esperado. Armie no sabía aún si poseía todo lo necesario para convertirse en campeón,