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* Docente e investigador en el área de políticas públicas, Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de la República e Instituto SARAS.
1 Las narrativas representan un system framing que difiere según el actor que articula el sistema, sus límites, elementos, dinámicas y objetivos, así como las formas en las que el sistema debe transformarse para generar los resultados deseados. Por lo tanto, las narrativas no son meramente historias, sino que funcionan como justificación para intervenciones particulares, esencialmente al crear vías de cambio. Roe (1994) señala que la metanarra-tiva ayuda al análisis de las políticas cuando se mueven en contextos de alta incertidumbre, desbordante complejidad, fuerte polarización y están atravesadas por múltiples discursos de los actores inmersos; como se diría en el lenguaje narrativo, en una controversia de política.
2 Solo a modo de ejemplo, este concepto ha sido incorporado por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático y el Informe Mundial de Ciencias Sociales de la Unesco. La OCDE ha publicado numerosos resú- menes de políticas y recomendaciones para aumentar la resiliencia en el desarrollo económico y gestión de desastres (OCDE, 2014). Las Naciones Unidas también lanzaron diferentes programas para aumentar la resiliencia de las ciudades (UNHabitat, 2018). Por su parte, el Reino Unido ha lanzado el programa Capacidades de Resiliencia Nacional para la gestión de desas- tres (Gabinete del Reino Unido, 2014). En Estados Unidos el concepto se ha institucionalizado a nivel organizativo de gobierno (véase, por ejemplo, la Oficina de Resiliencia Económica dentro del Departamento Federal de Vivienda y Desarrollo Urbano).
3 El término fue utilizado originalmente en ingeniería, en la ciencia de los materiales, en 1957, para describir la capacidad que tienen los materiales de resistir a una fuerza mecánica sin romperse y de recuperar ductibilidad. En la década de los años cincuenta fue utilizado en la psicología y Holling lo aplicó por primera vez en la ecología, y posteriormente a la gestión de sistemas resilientes, en 1973 (Holling y Meffe, 1996), con el concepto de los ciclos adaptativos y panarquía para analizar la dinámica de los ecosistemas (Gunderson y Holling, 2002).
4 Entre las bases conceptuales del enfoque de diseño, encontramos los aportes de John Dewey (1927) y Argyris y Schön, (1978). Ellos plantean que la producción de conocimiento para abordar un problema específico está claramente relacionada con el aprendizaje reflexivo y, particularmente, con la investigación cooperativa (Cooperative Inquiry) (Dewey, 1927). La creación de conocimiento se basa en un proceso colaborativo, en el cual los participantes se plantean cuestiones y se replantean de manera conjunta sus valores y sus visiones del mismo (Zurbriggen, 2017).
5 La distinción entre incertidumbre epistémica y ontológica es relevante, ya que se requerirán diferentes métodos para tratar diferentes tipos de incer-tidumbre. La incertidumbre epistémica se deriva del conocimiento imperfecto de un sistema, mientras que la incertidumbre ontológica se relaciona con la variabilidad inherente y la imprevisibilidad en el sistema mismo (Brugnach et al., 2008; Kwakkel, Haasnoot y Walker, 2013). Más importante aún, la interacción de la incertidumbre que se origina en los diferentes sistemas ha agregado otra capa de complejidad al abordar la incertidumbre en la formulación de políticas (Drieschova y Fischhendler, 2012).
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