Mi amigo se tuvo que secar un par de lágrimas mientras hablábamos de nuestras frustraciones pornográficas. Tocarse los ojos es una de las formas más seguras de contraer el coronavirus para quienes no se lavan las manos constantemente. Ni llorar sabroso se puede en estos días. No es lo mismo. A la fuck machine le faltan las aberrantes sandeces que decimos en las orgías. “¿Estaremos mal por pensar en un montón de vergas mientras el covid-19 deja sin aire muchos pulmones?”, me preguntó. Dio un suspiro largo. Me preguntó si me gustaría verlo con un dildo mucho más grande que el anterior enchufado en la punta de la fuck machine. “No se si vaya a aguantar mucho tiempo”, dijo. “Los jóvenes le están poniendo el dedo medio al coronavirus. Ellos están armando orgías privadas por debajo de la movilidad cero. He estado tentado a ir pero me da miedo al mismo tiempo. Es curioso, ¿no? Quizás los gays tengamos que volver a hacer del sexo algo temerario, como en los tiempos más duros y fatales del VIH”, concluyó mi amigo al tiempo que fue por un dildo color cajeta, del doble del grueso que mis dos brazos juntos.
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