En ese cuadro, ya al final de su reflexión, el uruguayo volvía al tema del desarrollo latinoamericano, posible solo con la articulación de industrialización e integración continental, única vía capaz de superar tanto la dependencia y el subdesarrollo, pero imposible de asumir en el marco de los que denominaba “Estados parroquiales”, es decir, pequeñas entidades nacionales que no alcanzaban la talla de los estados y continentes que sí lideraban la economía global. En ese camino, Methol Ferré contraponía los “derechos y obligaciones” de una determinada sociedad, bajo la convicción de que estos “no son espontáneamente compatibles, la realización de uno implica siempre vulnerar a otro. La tragedia de la historia es que no hay compatibilidad simultánea e inmediata de todas las obligaciones, de todos los imperativos. Por eso las elecciones son siempre sacrificio”134.
De esa forma, para el teólogo e historiador uruguayo la crítica a la DSN como ideología totalitaria, nacionalista extrema a la vez que promotora de los intereses del neoliberalismo sobre las economías dependientes de América Latina se organizaba en base a una serie de errores de apreciación, en particular aquel que no distinguía entre geopolítica y filosofía política, así como la no valoración precisa de los factores históricos internos y las particularidades de los agentes militares en cada situación, atenazados a la intervención como parte de la solución a una crisis de corte estructural agudizada por la presencia de violencia política guerrillera. En su perspectiva, y es lo que aquí interesa destacar, la DSN no era una barrera que impidiese el contacto entre catolicismo y Estado, sino más bien una situación contingente, posible de orientar hacia el desarrollo efectivo de los países del continente, en tanto sus agentes podían ser conservados al interior de una comunidad católica complementaria a su vez de programas de desarrollo provistos de industrialización e integración. Todo ello suponía, a su vez, el sacrificio, que en el contexto preciso de los años 70 suponía —y el mismo Methol Ferré aludía a ello de forma lateral, pero interpretable— a los derechos humanos, en particular los de aquellos que en una escala de recurrencias denominaba como “enemigos”. Así, lo que debe ser destacado aquí no es la acertabilidad de los juicios del uruguayo como prognosis histórica al momento de calibrar el impacto efectivo de las dictaduras militares en la organización estructural de las sociedades de Latino América, sino el tipo de argumentos que utilizaba para enfrentar intelectualmente a Comblin, en tanto representante de un cristianismo que —al igual que la tradición que No Podemos Callar encarnaba— bien podía asimilarse al “foquismo eclesial” posconciliar, y al momento en que la polémica se daba, abiertamente comprometido con las víctimas de la DSN.
En fondo, este excurso en torno al debate referido a la DSN permite ubicar a NPC en un flanco preciso del mundo político-intelectual católico de la segunda mitad de la década del 70, flanco que como se ha ilustrado, se posicionaba en las antípodas de la organización católica más importante del Continente, el Celam. Dicho ello, y quizás a contrapelo de las previsiones del Methol Ferré, la revista editada por José Aldunate dimensionó algunos de los impactos a futuro de las transformaciones emprendidas por la dictadura en Chile, al mismo tiempo que elaboraba las prácticas y contenidos que harían posible su superación.
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