–Pero maestro, ¿cómo sabe usted todos esos detalles?
–Yo también recibo mensajes reveladores en sueños, y además lo puedo ver en los colores de tu alma y a través de tus ojos. Lo tienes todo registrado.
»Pero no te preocupes; cuando te toque pisar las tres estrellas verás que eso también estaba previsto y no te inquietes cuando tus pasos te lleven a los siete lugares del campo de batalla. Porque, aunque cada batalla ya fue ganada, el costo fue mayúsculo y la guerra aún no ha terminado. Solo al final el amor en el perdón vencerá.
–¿Es Europa el campo de batalla, maestro? ¿Cuándo culminará esa guerra?
–¡La guerra ahora está en todos lados, pero sobre todo en las mentes y en los corazones! –fue eso lo último que dijo el maestro Q´ero don Mariano.
–¡Esperanza! ¡Hola!...
El padre Antonioni apareció en escena contento de hallar a la arqueóloga en medio de tanta gente. Esperanza se distrajo siguiendo la voz de quien la llamaba, pero cuando reaccionó el maestro Q´ero había desaparecido.
–¿Cómo está, padre Dante? ¿Vio usted a otra persona conmigo cuando me localizó? Era un maestro Q’ero.
–¿Un altomisayo aquí en Roma? ¿No te habrás confundido con tanta gente?
–¡Le aseguro, padre, que era el maestro Q´ero don Mariano! Le hablé y él me reconoció.
Esperanza estuvo dando vueltas, buscando al maestro en medio del caos de gente y maletas, y fue entonces cuando vio en la pared un cartel publicitario con la foto del maestro, que decía en italiano:
«Incontro di insegnanti sciamani di tutta l'America Latina nella città di Torino. Il Maestro Q´ero don Mariano, che terrà una cerimonia di Pago la Terra, sarà presente, direttamente dal Perù». («Reunión de maestros chamanes de toda Latinoamérica en la ciudad de Turín”. El maestro Q´ero don Mariano, que celebrará una ceremonia de pago a la Tierra, estará presente, directamente de Perú».)
–¡Esta es la persona que vi, padre! ¡Era él, sin ninguna duda!
–¿Sí? ¿Y qué te dijo?
–Me llamó mujer jaguar y serpiente integradas. Y que no importaba mucho quiénes me habían enviado a este nuevo viaje exploratorio, sino el resultado final, que sería aprovechado por la luz. Y que no me olvidara de que llevaba en mi interior el corazón cristal del planeta.
–¡Muy interesante, Esperanza! Pero este no es el mejor lugar para hablar de estas cosas. A ver, eh… ¿recogemos tu maleta?
–¡Sí, claro! !Gracias!
Esperanza se agachó pues en el suelo había una pequeña estampita religiosa. Era la foto de un cuadro colonial del arcángel Miguel de un templo de Cusco.
–¿Ve, padre Antonioni? ¡Don Mariano sí ha estado aquí!
–¡Y al parecer el arcángel Miguel también! –sentenció sonriendo el sacerdote.
Salieron del área de seguridad a la calle con las maletas para tomar un coche oficial que los estaba aguardando enviado por la Orden jesuita.
No se percataron de que dos coches más atrás había un vehículo negro de lunas polarizadas observándolos y dispuesto a partir tras ellos.
En el camino Dante Antonioni aprovechó para poner al corriente a Esperanza y estrechar aún más los lazos de amistad que se habían consolidado entre ellos en la aventura del Paititi.
–Como recordarás, Esperanza, yo entré en escena a raíz de la desaparición y posterior publicación de un documento secreto de la biblioteca vaticana de los archivos que correspondían a mi orden, que confirmaba la existencia de la ciudad perdida de los incas o Paititi. Me castigaron entonces por semejante descuido, enviándome a buscar a los culpables y a descubrir por qué y para qué lo habían sustraído. Pues resulta, como ya sabes, que quienes lo habían robado y publicado no eran otros que los de mi propia orden con la intención de provocar la aparición en escena de la Orden Blanca o Gran Hermandad Blanca que encontramos en nuestro viaje, y que es la misma que la Orden de Melchisedek, a la que pertenecía el propio Maestro Jesús, tal como lo señalan las Escrituras. Y lo más extraño fue que mi Superior general lo sabía desde el principio y aún así se prestó a hacer el paripé, lo cual me llamó fuertemente la atención y me motivó a hacer lo que nunca habría hecho en mi vida, como hacer investigaciones de campo y enfrentarme a peligros. Y sí que pasé más de un susto.
»Entiendo ahora que lo que querían el Superior general y la ‘Santa Alianza’, –que es una fuerza especial a manera de Servicio secreto del Vaticano, actualmente en manos de la orden jesuita– era alguien que no despertara sospechas y que no estuviese contaminado, para que realizara la labor pesada y riesgosa, para restaurar el enlace con la Orden Blanca, lo cual me tocó hacer a tu lado, cosa que por otra parte ha sido un gran honor.
»Después de semejante prueba de fuego fui retirado de mi condición de bibliotecario y paleógrafo, convirtiéndome en miembro activo de los Servicios secretos de la Orden jesuita y del Vaticano. ¡Imagínate tú qué cambio!
–Pero, padre Dante, ¿no debería usted guardar discreción y no comentarlo?
–¡Jajá…! ¡Pero si tú misma me confesaste que trabajabas para los Illuminati! Entre nosotros no debería haber secretos. La vida nos ha puesto a ambos frente a un gran reto; aquí se está jugando el futuro de la humanidad, y tú bien lo sabes.
–¡Pues felicidades, padre! ¡Ahora, usted, como miembro del Servicio secreto de la Iglesia, es una suerte de James Bond espiritual!
–¡Algo así!… Vamos al hotel; estás a tres manzanas de la Basílica de San Ignacio de Loyola, el fundador de nuestra orden. Una vez te instales podemos ir caminando a la iglesia, donde nos estará aguardando el padre Manuel, un jesuita mexicano que está bien informado de todos los secretos y misterios de la orden. Te puede interesar mucho lo que te va a decir y nosotros complementaremos nuestra información con lo que tú ya sabes, o con lo que has intuido y puedas compartir con nosotros.
Llegados al hotel y después de que Esperanza se instalara y refrescara, salieron a pie rumbo a la basílica, que a distancia presentaba un exterior sobrio y austero, pero cuyo interior impresionaba por su belleza barroca. Inexplicablemente, después de varios siglos permanecía inacabada, sin cúpula.
La basílica fue construida en 1626 y dedicada al fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola. La iglesia es una gran nave con capillas laterales, cubierta con una bóveda de cañón. La arquitectura, combinada con la pintura, crea la ilusión de mayor altura, y hasta abertura y transparencia, y permite ver el cielo como si fuese real. La escena del cielo se relaciona con san Ignacio al pie de la figura de Cristo, de Dios padre y hasta del Espíritu Santo. Hay una conexión entre Cristo y el santo a través de un haz de luz, y alrededor se aprecian las alegorías de los continentes, donde la Compañía de Jesús predicó.
Fue el pintor Andrea Pozzo a quien se le encomendó esta obra maestra y cuyo título es: «El papel de san Ignacio en la expansión del nombre de Dios por el mundo». En toda la iglesia se repiten mucho en las imágenes el fuego y la luz, inspiradas en el texto de San Lucas.
Un detalle curiosísimo es que por falta de presupuesto, la cúpula, que debió ser de diecisiete metros y que se ve sobre el altar, no existe realmente. Se trata de una ilusión óptica. La cúpula que se observa realmente es una pintura en perspectiva realizada sobre un techo plano. Cuando se mira desde determinados ángulos impresiona como si fuera una estructura arquitectónica real, pero al irse uno desplazando el efecto desaparece.
Andrea Pozzo, que fue quien pintó todas las maravillas que se encuentran en la basílica, tuvo que improvisar, realizando el truco de la cúpula sobre un inmenso lienzo que simula la profundidad y la luz de una cúpula real.
Dentro