Ella le miró perpleja; por primera vez desde que la conversación había tomado aquel cauce, la vio ligeramente desconcertada.
–No voy a romperte el corazón, Boone.
Aunque se lo prometió con una voz suave que rebosaba sinceridad, no logró convencerle del todo.
–Los dos sabemos que acabarás por marcharte. ¿Qué crees que va a pasar si intentas empezar algo que no vas a poder terminar?
Ella le observó en silencio con expresión pensativa, y al final asintió.
–Vale, tienes razón.
–¿En serio?, ¿vamos a volver al plan original? ¿Nada de locuras mientras estás aquí?
–En serio, nada de locuras.
Boone le sostuvo la mirada para intentar ver si se había tomado en serio su advertencia o se trataba de una triquiñuela para lograr que él se confiara. Lamentablemente, y a pesar de lo que la propia Emily pudiera creer, ya no podía leer su expresión como en los viejos tiempos… aunque otra posible explicación sería que ya no confiaba en sus instintos en lo relativo a ella; al fin y al cabo, en el pasado había tenido la certeza de que el amor que sentían el uno por el otro era lo bastante fuerte como para sobrevivir a lo que fuera.
En cualquier caso, tenía la sensación de que lo que él acababa de reavivar entre ellos sin querer no había hecho más que empezar. Estaba claro que, si se atrevía a bajar la guardia, volvería a salir perdiendo de nuevo, pero en aquella ocasión la pérdida sería mucho más devastadora de lo que Emily podía llegar a imaginar.
Cuando Emily entró en el Castle’s al día siguiente de su perturbadora conversación con Boone, sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse a la tenue luz que reinaba en el interior del local; cuando por fin pudo ver con claridad, vio al otro lado de la sala a un adonis que sería el sueño de cualquier mujer.
Camiseta blanca que se amoldaba a un pecho amplio y estaba metida por dentro de unos vaqueros descoloridos y ajustados; cabello castaño teñido de reflejos dorados por el sol y un pelín largo; frente bronceada; manos grandes y callosas, que acariciaban la madera del mueble de la caja registradora tal y como una mujer soñaba que la acariciaran a ella.
–¡Madre mía! ¿Quién es ese tipo? –murmuró.
No se lo dijo a nadie en particular, pero era más que consciente de lo cerca que estaba Boone. Había dicho aquello con la intención de que él la oyera, pero eso no quería decir que su admiración no fuera sincera.
Boone se detuvo a su lado; a juzgar por su sonrisa, le había hecho gracia su reacción.
–Es Wade Johnson, ya te comenté que iba a pedirle que viniera hoy. Es el mejor ebanista de la zona, hace muebles a medida.
–Apuesto a que eso no es lo único que se le da bien –murmuró ella, con la mirada puesta en las acariciantes manos del tipo sobre la madera.
–Empiezo a plantearme si será buena idea presentártelo, se te ve bastante impactada.
–Tendrías que estar celoso. Ese tipo podría hacer que una mujer se olvidara de su propio nombre, y de cualquier otro hombre.
–Cuánto me alegra que te haya impresionado tanto, por eso le pedí que viniera –comentó él con ironía.
Gabi entró en ese momento y se detuvo junto a ellos mientras sus ojos se acostumbraban al cambio de luz; al ver que su hermana parecía fascinada por algo, siguió la dirección de su mirada.
–¿Ves lo mismo que yo? –le preguntó Emily, sin apartar la mirada de Wade.
–¿El qué? –le preguntó Gabi, desconcertada.
–El dios que Boone nos ha traído.
Gabi volvió a mirar de nuevo a Wade, y se encogió de hombros en un gesto de indiferencia.
–Bueno, supongo que es atractivo en plan obrero de la construcción o albañil, como esos que salen en las revistas de reformas del hogar.
–¿Estás ciega? –le preguntó Emily con incredulidad.
Wade alzó la mirada en ese momento, y sus ojos azules reflejaron diversión al ver que tenía público.
–¡Eh, Boone! ¿Van a pagarme más por servir también de entretenimiento?
–Solo si haces un striptease.
–¡Madre de Dios! –susurró Emily. La idea la había impactado, pero exageró su reacción de forma deliberada.
–Tranquilízate, Em –la voz de Gabi reflejaba exasperación, pero de repente debió de darse cuenta de lo que estaba pasando, porque la miró en silencio por un instante antes de echarse a reír–. Estás perdiendo el tiempo, hermanita.
–¿Qué quieres decir? –le preguntó Emily, fingiendo desconcierto.
–Sé lo que te traes entre manos.
–Todos lo sabemos –comentó Boone, con una carcajada–, y no estoy celoso.
Después de mirar ceñuda a su hermana, Emily se volvió hacia él y protestó con indignación:
–¿Crees que me molestaría en intentar ponerte celoso?, ¿no te prometí ayer que no iba a empezar con jueguecitos de ese tipo?
–Sí, pero fue una promesa que no me creí del todo –admitió él.
–¿Le interesan a alguien mis propuestas para el mueble de la caja registradora? –les preguntó Wade.
Fue Gabi quien respondió:
–A mí sí, y creo que soy la única mujer de la sala que no supone ningún peligro para usted.
Él la recorrió de arriba abajo con la mirada muy, pero que muy a conciencia, y entonces comentó:
–Qué lástima.
Al ver que su hermana se quedaba desconcertada ante aquel obvio flirteo, Emily se echó a reír.
–Me parece que has logrado captar su atención, lo de fingir indiferencia siempre funciona.
–No estoy fingiendo, tengo novio –le aseguró Gabi en voz baja, antes de mirar ceñuda a Wade.
Emily hizo una mueca. No sabía quién era el tipo del que hablaba su hermana, pero, quienquiera que fuese, la relación no debía de ser demasiado seria; si lo fuera, él ya estaría allí echando una mano. Que ella supiera, ni siquiera se había molestado en llamar a Gabi con regularidad para ver qué tal iba todo.
–Qué interesante –murmuró, al verla acercarse a Wade con una cautela inusitada; al parecer, el comentario que él había hecho había dejado muy confundida a su hermana.
Boone se echó a reír.
–Esto supone un problemilla para tus planes, ¿verdad?
–¿Qué planes? –siguió fingiendo inocencia, aunque su actuación había perdido algo de credibilidad.
En vez de contestar, él se inclinó y le dio un beso inesperado y demasiado fraternal en la mejilla.
–No te preocupes, cielo, puede que me haya puesto un poquito celoso durante un par de segundos.
–Qué alivio –masculló, enfurruñada, al ver que se lo tomaba a broma.
Tendría que haber sabido de antemano que la treta no iba a funcionar. Boone siempre había sido un tipo sencillo y que confiaba en sí mismo, y nunca le habían gustado los juegos; que ella supiera, nunca se había sentido inseguro cuando estaban juntos, y ni que decir tiene que en aquel entonces no había tenido motivo alguno para ponerse celoso.
¿Qué le había hecho pensar que fingir que estaba interesada en un amigo suyo iba a funcionar en esa ocasión? Y no porque Wade no fuera digno de interés, porque la verdad era que estaba buenísimo; de hecho, le encantaría que Gabi se