A pesar de que, literalmente, el desarrollo sostenible se refiere a mantener el desarrollo a través del tiempo (Elliott, 1994), no todos aceptan que la conceptualización del desarrollo sostenible definida por el Informe Brundtland sea la mejor. Por ejemplo, Daly (1996) cuestiona el énfasis en el crecimiento, señalando que el crecimiento (aumento cuantitativo en la producción) no es meramente lo mismo que el desarrollo (mejora cualitativa de las vidas de las personas). Además, argumenta que, en muchos casos, el crecimiento no ha conducido al desarrollo, sino más bien a una disminución significativa de la calidad de vida humana. Sostiene que la economía debe concebirse como parte del ecosistema y, en consecuencia, debemos abandonar el ideal del crecimiento económico. Otros autores –como Mitchell (1997), Redcliff (1987 y 1997), O´Riordan, (1995)– también critican el concepto. En particular, Redflict (2006, p. 82) va un poco más allá, diciendo que “una mirada crítica a los discursos del desarrollo sostenible sugiere, hoy, que la necesidad percibida de una gestión global del medio ambiente se debe, en parte, a la suposición de que proporcionó una forma de corregir las anomalías de la política económica y comercial”.
Schaltegger, Burritt y Petersen (2003), argumentan que la conceptualización del WCED, no solo se relaciona con la equidad intergeneracional (igualdad entre las generaciones), sino también con la igualdad intrageneracional (igualdad entre los miembros de una generación dada).
El Informe Brundtland puede ser considerado como el punto de comienzo de las discusiones sobre desarrollo sostenible, constituyendo así un cambio político importante (Mebratu, 1998).
Carl Frankel, en su libro “In Earth´s Company”, de 1998, explora la evolución de este concepto y encuentra que la sostenibilidad está caracterizada por la armonía de tres elementos: economía, medio ambiente e igualdad social. Es lo que, por lo común, se denomina “la tríada de la sostenibilidad” (ver Figura 1.I).
Figura 1.I – La tríada de la sostenibilidad
Fuente: elaborado por los autores.
Aun así, Paul Gilding afirma, en su trabajo “Sustainability-Doing It” (2000), que, solo considerando los aspectos sociales y ambientales, se pierde mucho de la “complejidad” de la sostenibilidad. El autor dice que, en el proceso de decisión, las tendencias globales también deberían ser consideradas. Por ejemplo, la evolución del movimiento ambiental, el triunfo del capitalismo sobre el comunismo, los cambios de rol en los gobiernos, la evolución del rol de la sociedad civil en el desarrollo de políticas y regulaciones, la globalización, el desarrollo tecnológico y la revolución de las comunicaciones. Desarrollo sostenible es una expresión problemática, sobre la cual poca gente acuerda lo que significa (Allen, Bonazzi y Gee, 2001; Sharma, 2014). Es una noción “conservativa”, transversal, a través de las consideraciones sociales, ambientales y económicas. Estos autores continúan exponiendo, que cada uno puede tomar el término y “reinventarlo” mirando sus necesidades.
Desarrollo sostenible a nivel individual:la clave para los textiles y la moda sostenible
El desarrollo sostenible es una noción del mundo profundamente diferente a la que domina nuestro pensamiento corriente, e incluye satisfacer los valores humanos básicos como justicia, libertad y dignidad (Ehrenfeld, 1999). Este autor, en su trabajo “Cultural Structure and the Challenge of Sustainability” (1999, p. 224), ha definido la sostenibilidad como “una forma de vida o de ser en la cual las personas, empresas, gobiernos y demás instituciones son responsables de atender el futuro, ya que les pertenece en la actualidad, de compartir, equitativamente, los recursos ecológicos de los cuales depende la supervivencia de los seres humanos y otras especies y de garantizar, que todos los habitantes de la actualidad y del futuro puedan y podrán satisfacer sus necesidades y aspiraciones humanas”.
Como se puede observar, esta definición posee más elementos éticos y morales que la propia del WCED. Es la visión por la cual podemos construir una manera de ser diferente (Ehrenfeld, 2002).5 Para “cambiar el curso” se requiere de nuevos pensamientos y guías, pero estas no pueden ser encontradas en nuestra presente “racionalidad”. Así, la falta de sostenibilidad surge, en parte, de la misma racionalidad (la racionalidad corriente erosiona nuestra capacidad de abordar el problema real de la sostenibilidad) (Erhenfeld, 2002).4 Como indica Alan Durning (1992), es contradictorio promover un concepto de cambio de paradigma, con modos de paradigma actual. Es por ello que debemos “repensar” todas nuestras ideas, acerca de quiénes somos y cómo administramos el mundo a través de la ciencia y de la tecnología. Ehrenfeld (2004) plantea que, para llegar a nuevos niveles de pensamiento, se debe recobrar áreas críticas de la conciencia individual y social. De este modo, el autor profundiza la tríada de la sostenibilidad (Figura 1.I). Ver Figura 1.II.
Figura 1.II – La tríada de la sostenibilidad según John Ehrenfeld.
Fuente: elaborado por los autores.
El dominio natural, holístico y sistémico, representa el lugar en el mundo natural en el cual vivimos. El dominio humanístico representa el sentido que tenemos sobre nosotros mismos, como seres humanos, y el dominio moral que apunta a la responsabilidad sobre nuestras acciones observando la equidad y la justicia (Ehrenfeld, 2004). Necesitamos movernos desde un razonamiento puramente objetivo y racional, hacia uno espiritual y pragmático (Ehrenfeld y Hoffman, 2013). Dicho de otra manera: vivir desde el amor, la felicidad o la sostenibilidad, involucra la adquisición de ciertos valores éticos, una apertura mental y espiritual y una puesta en práctica de lo que queremos vivir (Ehrenfeld, 2008). Las enfermedades sociales, como la ambición, la depresión, la envidia o las adicciones, no permiten que conozcamos o que ocupemos nuestro propio lugar y, desde allí, hacer crecer nuestro mundo. Frankel (2004) habla de una cultura que oculta lo “inmoral”. Pero, para crecer, es necesaria la dignidad como una de las cualidades primordiales. “Dignidad es vivir en concordancia con los propios valores de la propia vida, libre de dominación” (Ehrenfeld, 2008 p.51). Para Frankel (2004), representa el trabajo espiritual que debemos realizar hacia adentro.
Estos pensamientos estarían en línea con Vieira (1993), cuando establece que la sostenibilidad identifica un concepto y una actitud en desarrollo que observa los recursos de la tierra, el agua y la energía, como aspectos integrales del desarrollo. Es decir, una sociedad sostenible no es posible sin individuos sostenibles (Cavagnaro & Curiel, 2012). La violencia verbal y física generalizada, el humor de la burla… Todo es efecto de una formación cultural uniforme, seriada, masiva. Quizás haya sido útil hace algún tiempo. Pero hoy rebalsó. Esta manera de interactuar, de convivir, es insana. Es una búsqueda del “significado” y de “valores profundos” (Rimanoczy, 2013).
Y, según André L. Delbecp, en su trabajo Willing to be God’s Fool del año 2007, es necesario desarrollar las cualidades de la humildad, el agradecimiento, el respeto por otros, y reconocer la grandeza de este mundo y todo lo que habita en él. En esta línea Mather Luther King Jr. (1959) habló de ser humildes, responsables y activos en cuanto a lo que nos toca realizar.
Como dice Doppelt (2012), para comenzar a hablar sobre Sostenibilidad, se necesita mantener una actitud abierta, partiendo de valores básicos, acordes con la ética que deseamos para el mundo que deseamos crear: Es pasar del “yo” al “nosotros” (Doppelt, 2012). Y es aquí donde el “ellos” cobra una vital trascendencia (Gardetti, 2017). Cuando dejamos de forzar, de querer más, de explotar, de obtener para nosotros, de ser egoístas en un sentido negativo, comenzamos a ver los beneficios de vivir en este tiempo y en este espacio y a disfrutar de los aprendizajes y el crecimiento. Es “reducirse a cero” en palabras de Gandhi (Ajgaonkar, sin año). De eso se trata el comenzar a pensar de forma sostenible, aprendiendo, creciendo