Manos
14. La Misión
15. Error épico
16. Pies
IV. Comunión
17. Pan
18. La comida
19. Baile metodista
20. Brazos abiertos
21. Mesa libre
22. Vino
V. Confirmación
23. Soplo
24. Altares al lado del camino
25. Gigante Tembloroso
26. Duda de Oriente
27. Con la ayuda de Dios
28. Viento
VI. Ungir a los enfermos
29. Aceite
30. Sanación
31. Tedio evangélico
32. El asunto del coche fúnebre
33. Perfume
VII. Matrimonio
34. Coronas
35. Misterio
36. Cuerpo
37. Reino
Epílogo: Oscuridad
Agradecimientos
Prefacio
Cuando quiero darme un buen susto, imagino qué le pasaría al mundo si Rachel Held Evans dejara de escribir.
Mientras arraso con las páginas de Buscar el Domingo, me doy cuenta de que estuve esperando toda mi vida por algo así. El Jesús que Rachel ama tanto es el mismo del cual me enamoré hace mucho tiempo, antes de haber dejado que la hipocresía de la iglesia y mi propio corazón lo arruinaran todo. Buscar el Domingo me ayudó a perdonar a la iglesia y a mí misma, y a enamorarme de Dios una vez más. Fue como si, con el tiempo, se hubieran establecido barreras en el camino entre Dios y yo; al leer este libro sentí cómo las palabras de Rachel las eliminaban una por una hasta, al llegar al final, volver a encontrarme cara a cara con Dios.
PROLOGO
ALBA
Diré cómo el sol nació
-en cintas sucesivas -
—Emily Dickinson
El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer escribió que “las horas más tempranas de la mañana le pertenecen a la Iglesia del Cristo resucitado. Al romper la luz, recuerda la mañana en que la muerte y el pecado se postraron derrotados y se le dio una nueva vida y salvación a la humanidad”.2
Esta es una noticia desafortunada para alguien como yo, que apenas puedo recordar quién soy al “romper la luz”, y mucho menos reflexionar sobre las implicaciones teológicas de la resurrección. No soy lo que se dice una persona mañanera y, de hecho, preferiría ser de las que permanecen postradas y derrotadas en horas tan tempranas. La alegría de ver el amanecer sigue siendo para mí solo otro de los regalos inaccesibles del universo, como la aurora boreal y el cabello naturalmente rizado. Sin duda, habría ahuyentado a la pobre María Magdalena con un suave gruñido amortiguado por la almohada si me hubiera pedido que la ayudara a llevar las especias funerarias a la tumba esa fatídica mañana hace dos mil años. Hubiera dormido durante todo el evento principal.
UNO
AGUA
… por la palabra de Dios, existía el cielo y
también la tierra, que surgió del agua y mediante el agua
—2 Pe 3:5
En el principio, el Espíritu de Dios sobrevolaba las aguas.
Las aguas eran oscuras y profundas y, por todas partes, dicen los antiguos, reinaba un mar interminable.
DOS
Bautismo del creyente
Toda el agua tiene una memoria perfecta y siempre
está tratando de volver a donde estaba.
—Toni Morrison
Fui bautizada por mi padre. Su presencia a mi lado en el bautisterio, con el agua hasta la cintura, marcó otra de las ventajas de tener un padre que fue ordenado pero no que no era pastor, capaz de participar en mi vida espiritual sin arruinarla. Déjame decirte que las expectativas hacia una hija de profesor bíblico universitario son mucho más laxas que hacia un hijo de pastor, y principalmente involucran sugerencias gentiles de redirigir algunas de las preguntas que realizaba en la escuela dominical a la única persona en mi vida que sabía hebreo antiguo y que, mientras desayunábamos, podía explicarme