Los clubes no podrán continuar viviendo sobre modelos improvisados, sin una coherencia lógica de desarrollo, bajo criterios personales de varios entrenadores que cíclicamente van pasando por el club y cuyos resultados no nos parecen ser los más satisfactorios.
Los clubes deberán definir claramente aquello que pretenden del fútbol infantil y juvenil, a través de la implantación de modelos de formación propios, con programas adecuados, que contribuyan a un mejor aprendizaje del juego, respeten las diferentes fases de desarrollo de los jóvenes, sirvan de guía para los entrenadores y contribuyan a una mejor y más eficaz formación de los jóvenes futbolistas.
En un coloquio reciente sobre fútbol juvenil (1999), realizado en la ciudad de Maia, que contó, entre otros, con la presencia de dos entrenadores de fútbol juvenil de los mejores clubes portugueses y de tres entrenadores de fútbol de primera división, todos fueron unánimes al afirmar:
“En Portugal no hay una apuesta seria en la formación de los jugadores de fútbol.”
Para Jesualdo Ferreira (1999), entrenador de la selección nacional, “nuestra formación de jugadores es deficiente, la competitividad es baja, hay poco trabajo…”
En un reciente artículo de opinión de un periodista deportivo (Rui Santos, 2000) se podía leer:
“hoy en día hay clubes que tienen más de una centena de jóvenes atletas en actividad que sirven únicamente de escaparate. ¿Qué condiciones de desarrollo técnico se le han dado a esos jóvenes?”
Se vuelve urgente reflexionar sobre “el fútbol juvenil que queremos” e intentar resolver los mayores problemas que le afectan en este momento, entre los que destacan:
•Presupuestos reducidos de los clubes destinados al fútbol de formación.
•Falta de un modelo de juego, de entrenamiento, de jugador y de entrenador, que son condicionantes para una intervención de calidad en la formación.
•Inexistencia de una programación coherente y específica para la progresión entre las diferentes categorías de formación.
•Carencia de los objetivos intermedios a alcanzar en cada etapa deportiva y de los objetivos finales al final del proceso de formación.
•Falta de criterios objetivos para la detección y selección de talentos.
•Inexistencia de centros de formación en los grupos.
•Falta de un mapa de carreras para los jugadores de fútbol.
•Horarios escolares incompatibles con los horarios de entrenamiento.
•Bajas condiciones materiales y de entrenamiento.
•Número de campos insuficientes y con superficies inapropiadas.
•Clubes de fútbol de primera división, que no poseen un único campo propio para sus jugadores y categorías de formación, pero poseen más de 200 atletas para entrenar y competir en campos prestados, llegando a entrenar dos categorías al mismo tiempo, o sea, cerca de 70 atletas entrenando simultáneamente en el mismo campo y a la misma hora y “orientados” por sólo dos entrenadores.
•Enseñanza del juego suministrada en la mayoría de los casos por entrenadores aficionados, a los que les gusta el fútbol, pero que no son los más habilitados.
•Gran dependencia de funcionamiento deportivo de personas “aficionados”, sin ninguna preparación específica.
•Falta de remuneración de la mayoría de entrenadores de fútbol infantil y juvenil.
•Calendarios competitivos heterogéneos y no ajustados a la realidad.
•Elevada presión competitiva sobre los jóvenes.
•Iniciar la competición formal en edades muy bajas.
•Falta de acompañamiento e información a los padres de los jugadores, para identificarles con el desarrollo del proceso de enseñanza y competición.
•Excesiva importancia atribuida al resultado deportivo inmediato, en detrimento de la calidad de la formación deportiva a largo plazo.
•Falta de equipos médico, psicológico y social adecuado, al lado de los jóvenes futbolistas.
En Portugal, los modelos de competición para los más jóvenes han sido relegados también a un segundo plano, encontrándose que la forma más simple es utilizar por cualquiera las mismas estructuras y la misma organización utilizada por los seniors. Por esto, no se han tenido en consideración ni la edad, ni las fases de desarrollo de los jóvenes, ni los objetivos formativos a desarrollar en las diferentes etapas de aprendizaje de juego por el joven futbolista.
La práctica generalizada del fútbol 11 por jóvenes de categoría de edad de 8/12 años en campos con medidas reglamentarias para adultos, tanto a nivel de los clubes como a nivel de las agrupaciones deportivas, nos imponen una profunda reflexión acerca de las implicaciones de este modelo competitivo en la enseñanza/aprendizaje de nuestros futbolistas más jóvenes.
Atendiendo a nuestra calidad como técnico deportivo y a la acción pedagógica que ejercemos sobre los jóvenes futbolistas, entendemos que el fútbol 11 practicado por los adultos presenta una estructura y un conjunto de situaciones demasiado complejas e incompatibles con el desarrollo fisiológico y psicológico de los niños y jóvenes.
Técnicos y analistas deportivos de actualidad lamentan que no salgan grandes talentos deportivos y un cierto empobrecimiento técnico de nuestros actuales futbolistas. Esto se debe, en gran parte, a la desaparición del denominado “fútbol de la calle” (los pequeños juegos de 2 × 2, 3 × 3… en espacios reducidos), por lo que parece un contrasentido que la primera experiencia competitiva que se ofrece a un joven futbolista con 8 ó 9 años y que por primera vez llega un club de fútbol sea la de un juego de 11 × 11 en un campo con dimensiones aproximadas de 100 × 60 metros.
Por esto, en el fútbol parece fundamental crear, situaciones simples adecuadas a las motivaciones de los niños y formas competitivas adaptadas a sus características. De este modo, el fútbol 7 practicado en campos con medidas y dimensiones reducidas nos parece el tipo de juego que mejores condiciones reúne para la enseñanza/aprendizaje del fútbol en la categoría de edad 8/12 años.
En este sentido, el fútbol 7 deberá ser entendido no como una imposición de la UEFA o como una moda, sino como un imperativo para una formación más ajustada del futbolista.
En términos evolutivos, el fútbol siempre ha ido un poco más retrasado que los otros juegos deportivos colectivos, que ya hace mucho tiempo tuvieron la necesidad de adaptar las dimensiones del campo de juego y del número de jugadores a las edades de sus atletas a través de la creación de minijuegos, como el caso del minibalonmano, el minibaloncesto o finalmente el del minivoleibol.
En el fútbol, sólo ahora se ha sentido la necesidad de adaptar un tipo de juego que respetase la edad, las diferentes fases de desarrollo de los jóvenes y que se adecuara a sus necesidades, a través de la creación del fútbol 7, en campos con medidas y dimensiones reducidas, por ser el tipo de juego que mejores condiciones reúne para la evolución táctica-técnica de los jóvenes futbolistas.
Esta idea, presentada en estudios fundamentados a algunos organismos oficiales de nuestro fútbol hace ya una década y asociada a la reciente deliberación de la UEFA, que introduce el fútbol 7 como obligatorio para las categorías de edad de sub10 y sub12, viene de algún modo a modificar la forma y los contenidos de enseñanza del juego del fútbol. En este sentido, nos parece del todo pertinente la elaboración de esta obra como fuente de