Salto de tigre blanco. Gustavo Sainz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gustavo Sainz
Издательство: Bookwire
Серия: Biblioteca Gustavo Sainz
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786078312030
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bárbaras…” (Mansour). El cielo afuera oscuro, bajo, amenazador.

      Yo se lo aseguro, Madame. Si engendráramos un corazón en un plato, diría “Amor” y se retorcería como la pata amputada de una rana… (Djuna Barnes).

      Yo creo que nosotros dos somos los únicos que sabemos. Digo, en todos sus detalles. Me refiero a la cadena de acontecimientos inmediatamente anteriores a la recuperación del ahogado rey Ludwig de Baviera, quien apretaba fuertemente en sus brazos a su tontamente audaz e igualmente ahogado médico…

      Por favor, ningún personaje.

      Algunos sabios piensan una cosa y otros otra, y por lo menos uno tiene una actitud más abierta. ¿Oíste?

      ¿Qué?

      Eso, muy lejos, es horrendo. Parecía un grito de dolor.

      Yo quiero atar a Richard Wagner a una dorada palmera de dátiles…

      Cállate, La Gioconda ya comenzó…

      No vayas a caer en agitación catatónica…

      Vamos a subir al escenario. Me gustaría actuar con la soprano en una interpretación excitante de ¡Suicidio!

      …in questi

      Fieri momenti

      Ultima croce

      Del mio cammin

      Mira, ese cuidador nos está viendo feo.

      Mándalo a la chingada…

      Eh, tú, vete muy lejos, vete mucho, mucho más lejos de lo que están Fariloni, Capri y los sostenidos…

      Ah, acuérdate que tenemos que mandarle los calamares y los erizos de mar a Carroña y Escarnio…

      Yo escribo con letra de imprenta en el pizarrón. “Soy tu yo mismo, yo, soy tú, yo mío”. ¿De quién es esta cita?, pregunto, pero sin esperar ninguna respuesta luego de un par de minutos anoto parsimoniosamente renglón abajo: “Vicente Aleixandre: Blancura”.

      Yo no puedo dormir… Me duele mucho la garganta… Me levanté para pedir algo que me calmara el dolor… También estaban levantados Mermelada, Langosta y Zanahoria… Nos acompañó una enfermera al salón verde, al salón de la televisión, y hablamos durante una hora o más… Mermelada dijo que trató de ahogarse en la regadera con su cinturón… Langosta contó que estuvo internado cinco veces en un sanatorio psiquiátrico, un mes cada vez, y que cada vez salía a drogarse de nuevo… Cree que esta experiencia es diferente y que se puede curar… Ya lleva aquí dos meses… Dice que cuando toma drogas siente una sensación como de burbujeo por todo su cuerpo… Es fácil calmar a Langosta… No entiendo cómo es que su papá y su mamá no han encontrado la manera de hacerlo… Unas palmaditas en la espalda, pasarle la mano unas cuántas veces por la cabeza… ¿A quién no le gusta eso?… ¿Qué buscaban todos estos chicos con la droga?… Quién sabe… Me agrada Mermelada, es sensata… Zanahoria recuerda la angustia que sintió a la edad de trece años al escalar una montaña en Suiza… Iba en un grupo y de pronto los perdió a todos… Gritaba y nadie lo oía… Por fin lo encontraron, pero recuerda la desesperación, el miedo, la soledad que se le venía encima…

      Yo tengo que desarrollar el tema del cuerpo en Abbadón, el exterminador. No debo dejar pasar un día más. El cuerpo en esta extraña novela tiene que ver más que nada con la relatividad. El cuerpo sería relativo al fantasma como la materia es relativa a la energía. Los científicos han demostrado esta segunda pareja de contrapartes. Sabato indaga en los túneles que comunican el cuerpo con su opuesto: el fantasma como realidad, como presencia, pero al mismo tiempo como negación del cuerpo. El trabajo de Sabato es el manifiesto de la relatividad humana… Posiblemente…

      Yo descansé un poco y poseí a Armonía de nuevo, de espaldas y en cuclillas y, en cuanto sentí que ella terminaba, eyaculé sobre su columna vertebral otra vez apoteósicamente. Me urgió a vestirme. Hablamos un buen rato en la sala de lo orgulloso que me siento a su lado, del sabor de su saliva, de sus pezones, de su piel. Le dije que por fin entendía los dibujos de Clovis Trouille, que pone rosas en el lugar de los senos y en el sexo de las mujeres. Salimos a la Galería Pecanins y en el camino discutimos sobre fidelidad. Ella se enoja, dice que todos los hombres somos igualmente infieles y que prefiere no querer a ninguno. Pero si el amor no es posesión. Quizás necesitamos otras experiencias para valorar mejor. Dicen que el matrimonio es eterno y que si hay divorcio o separación es que no era un verdadero matrimonio. En vez de divorcio debería decirse des-matrimonio… Pero la discusión se interrumpió. Nos encontramos a varios pintores y alternamos con ellos un rato, pero nos cansamos y nos despedimos pronto, y continuamos nuestra conversación con mayor brío. Opino que se puede ser fiel por un periodo de tiempo grande o chico, pero que hay quien dice que eso va contra la naturaleza. Pero Armonía se enrojece, se desespera, grita, gruñe, se enoja. Yo me río y hablo de estadísticas, de la historia de su papá, de la historia del mío, de su mamá y de mi mamá, de su hermana y mi hermano, de su primo y mi prima, de su mejor amiga, de mis compañeras de oficina. Ella no quiere ceder. Quiere fidelidad a ultranza, a prueba de fuego. Quizás te estás acusando porque nunca has sido fiel… Se sorprendió mucho. Quizás te reconoces como incapaz de ser fiel. Sólo me miraba, muda de pronto. Subimos al auto y ya en camino a su casa, en las afueras de la ciudad, nueva y más feroz discusión sobre lo mismo. Las utopías de la fidelidad. Y luego Armonía cayendo en un mutismo absoluto, y yo diciéndole que como tenía veinte años le perdonaba todo, pero que también estaba la alternativa de no perdonarla y mandarla al diablo… Empezó a llorar y yo encaminé el coche al estacionamiento de Plaza Satélite y apagué el motor. Le pedí un beso y la dejé llorar sobre mi pecho durante largo rato. Le dije que todo era a causa de sus sentimientos de culpa. Nuestro encuentro había sido excelente. Pleno de risas, interacciones, relajamientos, caricias, sonidos, sudores, supuestas perversiones, novedades, ritmos, contra ritmos, sobreexcitaciones y apoteosis.Luego ella quiso que nos vistiéramos y que saliésemos a toda carrera y una vez afuera empezó a discutir. Dijo que esa misma discusión la había tenido con todos sus amantes y que todos los hombres éramos iguales. Le dije que había unos que eran más iguales que otros y no reaccionó. Le dije que ella provocaba las discusiones para fortalecer su incertidumbre a nunca comprometerse, para establecer una distancia infranqueable, para alejarse. Se avergonzó de sus lágrimas y el berrinche. Caí con ella en la pendiente de sus confusiones adolescentes y trataba de ayudarla a flotar en sus incertidumbres. La fui a dejar hasta su casa y para distraerme durante los treinta y dos kilómetros de regreso, puse una cassette de Vicente Fernández y canté a moco tendido…

      Yo anoté que el profesor al hablar de los sueños eróticos puntualizó una gran diferencia. Por amor a la verdad se abrió camino entre los estadios más sombríos de la existencia, señalando las diferencias entre el sueño erótico verdadero y las fantasías oníricas o ensueños. En estas últimas la experiencia del tiempo es ortodoxa, lineal, con un presente que avanza sobre una recta en el espacio, de espaldas al pasado y con el devenir ante sí. En el sueño verdadero, al contrario, complejas narraciones se desarrollan en un instante, en un único confluir de planos compenetrados, y los significados se transmiten pronta y preverbalmente, de tal manera que su conversión en el significante, en palabras, es una falsificación. Estos sueños “ayudan a entender la subjetividad, por ejemplo, del amor, colocándonos vulgarmente hablando a una mujer bajo la piel de un instante, haciéndonos enamorar por un momento de una mujer inalcanzable, alcanzando un resultado que en la vida real requeriría años de mínimas adaptaciones sucesivas, hasta llegar al hábito” (Elémire Zolla 228). Con la misma rapidez con la que explota, la excitación desaparece, y tenemos entonces que nuestra amante nocturna vuelve a ser la inalcanzable de siempre. “Pero en este cambio se ha perdido algo preciosísimo, una deliciosa, tierna jocosidad, una velada añoranza, todo el encanto de un embarque hacia el placer”. Después de haber atisbado durante toda una vida los acontecimientos oníricos, el profesor concluyó: “Comprendan que solamente una percepción ordinaria atribuye todo al objeto, mientras que es en el espíritu donde toda cosa ocurre”.

      Yo siento que mis senos siempre han deslumbrado, fascinado y obsesionado a mis amantes. Freud dice que