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PRÓLOGO
La primera impresión
Hace algunos años asistí a un curso de formación de postgrado de fisioterapia clínica. Poco antes de iniciarse el apartado de la formación práctica, el profesor, viendo la escasa pericia con la que estábamos tratando los aparatos, nos reunió y dijo: “Ante todo quiero hacer una puntualización: si no sois capaces de entrenaros vosotros mismos al menos dos veces por semana, más vale que dejéis la profesión”. Estas palabras, duras pero acertadas, se me quedaron grabadas.
Al pasar del deporte de alto nivel que había practicado durante mis años de universitario a la rehabilitación ambulatoria ampliada (RAA), se fue confirmando mi impresión inicial: muchos entrenadores y fisioterapeutas apenas practicaban deporte, por lo que no eran un ejemplo a seguir. Una y otra vez me preguntaba cómo podían valorar la carga, la capacidad y la sobrecarga de sus alumnos si ellos mismos no se sometían a ninguna carga física. ¿Acaso con libros o con formación continuada? En aquella época, sin experiencia, pensaba que los fisioterapeutas eran excesivamente cuidadosos con los pacientes. Por otra parte, como mis orígenes se situaban en el deporte de alto rendimiento, mi forma de tratamiento fue duramente criticada por mis colegas. Sin embargo, incluso seis años después, cuando ya tenía suficiente experiencia y había asistido a muchos cursos de formación continuada, mi impresión inicial seguía vigente: en la rehabilitación de las lesiones por traumatismos y del aparato locomotor, el entrenamiento físico casi siempre es insuficiente y nunca excesivo. En consecuencia, comparto la opinión del mencionado profesor: “Quien no somete su propio cuerpo a carga y a estímulos físicos regulares no es capaz de evaluar la capacidad de carga de los otros”.
Mi trabajo para este libro se originó en una serie de 15 fascículos de traumatismos deportivos en el Badminton Magazin. Viendo ese material inconexo me parecía absolutamente necesario ordenarlo en un libro. Sin embargo, lo que no quería era que resultara en una obra al estilo de los libros que ya otros 10 autores anteriores a mí habían publicado. Tras dos años de trabajo más o menos intenso, he desarrollado una obra que refleja mi concepto del entrenamiento en la prevención y la rehabilitación y que además trata críticamente los temas que se están aplicando indiscriminadamente día a día sin ni siquiera plantearse el porqué. El impulso decisivo de sustituir, al menos temporalmente, la mesa de trabajo por el gimnasio vino de la mano de un colega de trabajo que, con el simple comentario de “míratelo”, me dio un escrito revelador. Empecé a hojearlo para después pasar noches enteras estudiándolo.