Es común que escuchemos hablar de elefantes como estos todos los días y en cualquier lugar. El gran problema de Arturo se debió a que estaba condicionado, al igual que muchas personas, por la idea de que el mundo funciona a base de suerte, como si fuera un juego del destino. Todo cambió cuando tomó la situación en sus manos, después de ese «Ya basta».
Desde pequeños, a muchos se les ha inculcado que su vida siempre será obstaculizada por monstruos grises, y que Ni modo, no hay mucho que hacer más que aguantar porque así te toca.
Hasta los medios de información se encargan de advertirnos que hay una manada de elefantes asechando al país. Pueden tener algo de razón, pero hay quienes se enganchan tanto con esa idea que la asumen como su realidad en vez de cambiar su perspectiva y, así, no formar parte de las estadísticas.
Aquí surge una cuestión: ¿por qué algunos países y algunas compañías, grandes y pequeñas, resurgen mejor y con más fuerza que otras después de una crisis?
Existe algo que no todos ven, que muy poca gente observa, porque, de hecho, los elefantes tapan la visibilidad y obstruyen la mayor parte del camino. Eso es, justamente, lo más importante y lo que hace la diferencia: lo que hay detrás del elefante.
Me preguntarás: Bueno, David, ¿y qué es lo que hay? Eso lo descubrirás en los próximos capítulos. Tenme paciencia. Antes debes saber que así como el éxito deja pistas, los elefantes dejan huellas. Esas huellas son el resultado de la primera respuesta o decisión que tomas cuando llegan a tu camino. Todo se define en esos primeros minutos.
De hecho, el problema no es que los elefantes deambulen por el mundo; esos, siempre habrá, de todos tamaños, colores y aspectos. No solo se trata de saber qué hacer para que se vayan, para evitar que llegue una manada.
Lo importante es comprender que los elefantes no tienen alas, por lo cual es imposible que de pronto se vayan volando y desaparezcan como si nada hubiera pasado. Ese animal seguirá ahí si no hacemos algo productivo para que se mueva.
El andar del elefante es proporcional a nuestra capacidad para reaccionar. Hay que hacerse responsable con lo que experimentamos y capitalizar las lecciones que nos arroja cada elefante.
¿Cómo reaccionarías tú si de pronto se cruza un elefante en tu safari personal?
¿Qué costos tiene para ti, tu familia o tu empresa que sigas reaccionando siempre de la misma manera?
¿Qué puedes perder para empezar a ganar?
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