—Y no solo eso. Trabaja en el cole donde empecé ayer. Es el profe de mis niños.
—No jodas. ¿Y qué tal? ¿Qué te ha dicho?
—Nada —respondo, encogiéndome de hombros para tratar de quitarle importancia—. Ni siquiera me ha reconocido.
—Hostias… Me imagino que tu yo adolescente estará fatal ahora mismo.
—Está un poco en la mierda, sí —contesto entre risas, dejando que me enjabone la espalda—. Pero… no sé. Me habría gustado que me reconociera, la verdad. Significó mucho para mí durante ese curso. De hecho, marcó el resto de mi etapa en el instituto.
—Déjame adivinar: era hetero.
—No, qué va —contesto, y me doy la vuelta para mirarlo—. Bueno, a ver, nunca me lo dijo claramente, pero yo creo que no era hetero ni de coña. Con decirte que éramos los dos superfanes de las Embrujadas…
—Hostias, me encantaba esa serie —responde con una sonrisa.
—Pues él me grababa todos los capítulos, así que imagina.
—Bueno, igual veía la serie por las chicas.
—Te digo yo a ti que no —respondo entre risas—. A ver, obviamente no lo digo por eso. Yo creo que o era gay o era bisexual, pero hetero estoy seguro de que no era.
—¿Y nunca pasó nada entre vosotros?
Me quedo en silencio durante unos instantes, sopesando la pregunta. En realidad, sí que había pasado algo, por así decirlo, pero todos los detalles más íntimos con Rubén prefiero guardármelos para mí mismo. Y no porque no confíe en Álvaro, sino porque no estoy preparado para compartirlos todavía.
—Bueno, digamos que no pasó lo que yo quería que pasara —respondo al fin—. Te juro que soñaba con ello todas las noches, pero… nunca fui capaz de dar el paso.
—¿Y él tampoco lo hizo?
Niego con la cabeza.
—Yo pensaba que no le gustaba, pero después de que perdiéramos el contacto ya no estaba tan seguro. Y, cuanto más tiempo pasaba, más claro tenía que había dejado escapar mi oportunidad.
—Joder. Eso sí que es una putada.
Vuelvo a darme la vuelta y él comienza a masajearme la espalda, extendiendo el gel. Cierro los ojos mientras disfruto de la presión de sus manos. Estoy más tenso de lo que pensaba, pero él se encarga de relajar mis músculos poco a poco.
—Ya. Me pasé muchos años pensando en lo que podía haber sido, en lo que nunca fuimos. Pero, no sé… Con el tiempo y la experiencia, cada vez tenía más claro que las señales estaban ahí. Supongo que yo no era capaz de verlas, o tal vez es que no quería verlas. No sé. —Suelto un suspiro—. Lo único que sé es que perdí cualquier oportunidad que podría haber tenido.
—Bueno. Pero igual ahora podrías tener otra, ¿no?
—No lo sé. No creo, la verdad. Si es que ni siquiera me recuerda, Álvaro.
—Pues, si es así, entonces es que no te merece —responde con voz tajante—. Mira, vamos a hacer una cosa. Date la vuelta.
—Sorpréndeme.
—Quiero que cierres los ojos. —Obedezco entre risas, imaginando ya lo que va a pasar a continuación—. Y, ahora, quiero que te imagines que soy el Rubén ese.
Ahora me río todavía más fuerte, aunque mantengo los ojos cerrados.
—Venga ya, Álvaro.
—Shh… —susurra él—. Imagina que estamos viendo Embrujadas en la tele. Y que están volando en escoba o lo que sea.
—Las Embrujadas no volaban en escoba, Álvaro.
—Bueno, da igual. Imagina que estamos los dos en el sofá. —Lleva la mano derecha hacia la mía—. Y entonces yo, que soy Rubén, te empiezo a acariciar la mano…
—Teniendo en cuenta que nos daba vergüenza rozarnos siquiera…
—Tío, para. Que me estás jodiendo la fantasía. ¿O prefieres que pare yo?
—No, no —me apresuro a responder—. Perdona. En realidad, me gusta esto.
—Vale. Pues eso, te empiezo a acariciar la mano… y voy subiendo poco a poco por tu brazo.
Lo hace y, en mi mente, comienzo a imaginar que es Rubén quien me está tocando. Pero no el Rubén que conocí en su día, sino el Rubén de la actualidad, el que vi ayer. Un Rubén más alto y crecido y, sin duda, mucho más experimentado que los críos inseguros que éramos en su día, esos chavales que apenas estaban empezando a descubrir sus cuerpos.
La mano sube hasta mi cara y acaricia mi mejilla antes de dirigirse hasta mi boca. Comienza a recorrer mis labios suavemente con los dedos.
—No sabes cuánto tiempo llevo deseando hacer esto, Eric —susurra Rubén contra mi oído… No, Álvaro. Es Álvaro.
Y, entonces, me besa. Y durante un segundo, un breve y glorioso segundo, siento como si fuera Rubén el que me está besando. Pero no es Rubén, claro. Es Álvaro. Conozco demasiado bien sus labios como para confundirlos.
Me aparto bruscamente de él y abro los ojos para mirarlo.
—Álvaro, para.
—¿Qué pasa?
Levanto la mano para acariciarle la cara.
—Prefiero que sigas siendo tú, ¿vale?
—Me parece perfecto —responde con una sonrisa.
Vuelve a besarme y, esta vez, me permito dejarme llevar. Recorre mi cuerpo, masajeando y acariciando las zonas precisas, demostrándome hasta qué punto ha llegado a conocer bien mi cuerpo en todo este tiempo. Cuando se arrodilla frente a mí dispuesto a darme placer mientras el agua de la ducha cae sobre nosotros, suelto un gemido tan prolongado que reverbera en las paredes del cuarto de baño.
Sitúo las manos a ambos lados de su cara, tal como a él le gusta, y muevo la cabeza de atrás hacia delante en movimientos cada vez más rápidos. El agua caliente cae sobre mi espalda mientras la boca de Álvaro me saborea en profundidad, y la mezcla de sensaciones es tan intensa que sé que esta vez voy a acabar mucho más rápido que antes.
—Álvaro… —alcanzo a decir, con la respiración entrecortada—. ¿Prefieres que volvamos a la habitación?
Aparta la boca el tiempo justo para negar con la cabeza, y después continúa haciéndome estremecer de placer como solo él es capaz de hacerlo.
Cuando exploto al fin en su boca, me tiemblan tanto las piernas que tengo que apoyar la espalda en la pared para no perder el equilibrio.
Antes
Viernes, 14 de enero de 2005
El miércoles le contamos a la profesora de Inglés las ideas que teníamos para el trabajo. Al principio, tener un trimestre entero nos parecía mucho tiempo, pero no tardamos en darnos cuenta de que realmente íbamos a ir muy justos si no nos esforzábamos al máximo. No era el típico trabajo fácil que se podía hacer en un par de horas tirando de Wikipedia, el Rincón del Vago y la Encarta. Si queríamos tener una nota decente, íbamos a tener que currárnoslo y echarle muchas horas.
La última semana antes de las vacaciones de Semana Santa tendríamos que exponer los trabajos delante de toda clase. Solo íbamos a tener los miércoles para avanzar con el proyecto en clase y consultar las dudas que pudiéramos tener con la profesora, lo cual significaba una cosa: íbamos a tener que vernos mucho fuera de clase si queríamos avanzar.
Al