—Un jodido sabio.
—Déjame terminar —dice la voz—. Alguien se ha echado atrás. Necesitábamos a alguien en un plazo muy breve. Llamamos a Vince. Vince llamó a Julius. Julius estaba disponible.
—Schaub siempre está disponible, joder —replica el Mecánico—. Porque nadie quiere trabajar con ese capullo de mierda.
—Por favor —dice la voz suspirando—. Te necesitamos.
—Deberíais haberlo pensado antes de invitar a ese pervertido de mierda.
—Te lo compensaremos —promete la voz.
—Estoy escuchando.
—Cuatro mil por las molestias.
—Eso espero —dice el Mecánico—. Eso espero, joder.
—¿Habías visto alguna vez algo así, Neil? —grita el Judío desde el asiento trasero.
Neil Fontaine niega con la cabeza. Nunca ha visto algo así.
Un país entero totalmente acordonado…
Todas las carreteras de acceso y salida de Mansfield y Nottinghamshire bloqueadas con controles; la autopista limitada a un solo carril en cada dirección; perros rastreadores en cada campo; helicópteros y aviones de observación en el cielo; tres mil policías desplegados…
Todas las empresas de taxis y autocares de Yorkshire y Derbyshire habían recibido órdenes de no aceptar dinero de mineros so pena de arresto inmediato; cada taxi y autocar era parado por si acaso; cada coche y furgoneta particular…
El túnel de Dartford había sido cerrado. Y también las fronteras con Escocia y Gales.
Neil Fontaine aparca el Mercedes enfrente de la oficina del num de Nottinghamshire en Mansfield; el Judío espera el resultado en la parte trasera pegado al teléfono…
El sonido de los helicópteros en el cielo y del fiscal general del Estado por la radio:
—Si comporta mucho trabajo extra para la policía, que así sea. El Gobierno no se verá mezclado en el conflicto.
El teléfono del vehículo suena. El Judío lo coge. El Judío escucha…
—¿Doscientos setenta a favor de la vuelta? —dice—. Eso es un setenta y cinco por ciento. Es una noticia fantástica.
El Judío cuelga. El Judío llama al sur…
—¿Qué te había dicho? —dice el Judío—. Ya ha perdido.
9. George Spencer (1873-1957) fue un minero y sindicalista inglés que fundó su propio sindicato, el nmiu (Sindicato Industrial de Mineros de Nottinghamshire y Distrito), para representar a los mineros de Nottinghamshire que querían volver al trabajo después de la huelga general de 1926. El sindicato de Spencer duró hasta 1937, cuando la mfgb (Federación de Mineros de Gran Bretaña) amenazó con hacer huelga en la mina de Harworth, la única mina de Nottinghamshire que controlaba, y la nmiu pasó a integrarse a dicha federación sindical.
Martin
trabajar pueda hacerlo. Amenaza a quien les estorbe con meterlo en la cárcel. Me paso toda la tarde dando vueltas por casa. Tele y crucigramas como compañía. Esta semana me toca hacer piquete otra vez en el turno de noche. A Cath le han dado más horas en la tienda. Nunca nos vemos. Me voy a Thurcroft a eso de las cinco y media. Un trago en el Hotel. Otro en el centro de servicios sociales. La gente empieza a reunirse a las siete y media más o menos. Ahora que han votado y que uno de los nuestros ha muerto, todo es distinto. La tensión ha aumentado. Ya no hace falta autocar. Se puede ver cómo serán las cosas a partir de ahora… Intensas, a menos que se trate de un mitin o algo por el estilo. De todas formas, ninguna empresa nos alquilará un autocar… Y ninguna estaría dispuesta a llevarnos tampoco. Coches y furgonetas particulares, es lo que nos queda. De quince a veinte por turno. Pete reparte trozos de papel con el nombre de la mina y la mejor ruta para llegar. Maldita sea, otra vez Bentinck. Nos da una libra por turno y dinero para gasolina. Tres tíos y yo vamos con Geoff esta noche. Los del turno de día nos han dicho que hay policías por todas partes. Crr, crr. Y tampoco se andan con tonterías. Matrícula, nombre y vuelve cagando leches al sitio del que vienes. A algunos chicos les han mandado que se presenten a primera hora de la mañana en las comisarías de sus pueblos con los permisos de conducir. Si dices algo, se quedan con tus llaves. Tenemos mapas en el coche. Ni siquiera nos molestamos en seguir las rutas habituales, las que Pete nos ha escrito. Campos y granjas nos sirven. En el cielo hay helicópteros con grandes focos. Todo el mundo se agacha menos Geoff… Una hora más tarde renunciamos a ir a Bentinck. Parece un puto estado policial. Geoff llama a Silverwood. Clic, clic. Nos dicen que probemos en Harworth. Pero entonces un coche lleno de chicos de Markham para. Tienen una radio de banda ciudadana. Van a Bilsthorpe… Conocen un camino seguro para llegar allí. Los seguimos… Cualquier cosa es mejor que estar tirado entre bolsas de patatas fritas en el suelo del coche de Geoff. Cuando llegamos son las nueve y media. En mi puta vida había visto tantos policías. Aparcamos a un lado de la carretera principal y nos unimos al piquete en la entrada de la mina. Algunos esquiroles ya han empezado a aparecer. No esperan. Entran directamente. La mitad de las veces ni siquiera los vemos por culpa de la policía… Empujón. Grito. Esquirol. Empujón. Grito. Esquirol… De vez en cuando cantamos una canción. La policía ríe y nos abuchea. La cosa continúa durante un par de horas… Empujón. Grito. Esquirol. Empujón. Grito. Esquirol… En un momento determinado acabo al lado de un poli. No quiere decirme de dónde viene. No es de por aquí. Se nota por su acento. Las cosas que dice. Han votado, me dice. Quieren trabajar. Así que ¿por qué no volvéis de una puta vez a Yorkshire? Lo hacemos a medianoche. Día 17. Cath ha colocado mi traje sobre la cama. Me ha planchado una camisa. Veo el final del noticiario matinal. Duermo un par de horas. Nos arrancasteis de los campos agrestes. Me levanto. Me pongo el traje. Me quedo sentado hasta que llega la hora. Pensando. Nos reunimos en el centro de servicios sociales a la una. Hay unos veinte coches y pancartas. Todos en el campo de críquet de South Kirby a las dos. Tomamos una pinta y subimos a los coches. Yo voy otra vez con Geoff. En el campo de críquet nos encontramos con una escena increíble: cientos de autocares y coches aparcados; miles y miles de hombres con ropa de domingo; pancartas de todas las secciones de Gran Bretaña; incluso han venido otros sindicatos. El coche fúnebre sale de la casa del chico. Cinco coches con familiares y amigos lo siguen. En la cabecera hay un tamborilero con Arthur, Jack Taylor y todos los peces gordos… Los nuestros y todas las pancartas van detrás. La primera pancarta es de la sección del chico, Ackton Hall. La procesión recorre un kilómetro y medio hasta la iglesia parroquial de Todos los Santos, las calles llenas de mujeres y niños. Trescientos familiares y amigos del chico dentro de la iglesia. Todos los demás fuera en silencio. Hombres con lágrimas en los ojos. Hombretones: Pete, Geoff, yo. Es duro… Dos niños. Ahora huérfanos de padre… Los seguimos hasta el cementerio de Moorthorpe. El chico entra bajo tierra por última vez. En el camino de vuelta pasamos por el Robin Hood. Caras largas y bebidas cortas. Muchas de ambas. Los conflictos importantes desarrollan una lógica propia, está diciendo Pete. Todo irá bien. De vuelta en Thurcroft, el Rey Arturo aparece en la televisión del Hotel. El padre del chico muerto le ha dicho que bajo ningún concepto debemos rendirnos ahora. Debemos luchar para salvar nuestras minas y nuestros empleos porque su hijo dio la vida por ello. Todos nos quedamos hechos polvo. Nada de comer. Vuelvo andando a casa. Me desmayo. Nos arrancasteis de las rutas de las ballenas. Me despierto con el traje puesto y no puedo parar de llorar. Día 20. Cath vuelve a estar en pie de guerra. Cada vez que él sale en las noticias, apaga la tele. Él no tiene la culpa, le digo. Ciegos, […]
La tercera semana
lunes 19-domingo 25 de marzo de 1984
Se despiertan en una cama de columnas en un viejo hotel del centro de Stratford-upon-Avon. Tienen resaca. Tardan un minuto en recordar qué hacen allí. El Mecánico enciende la radio. «99 Luftballons.» Se duchan. Desayunan en la habitación. Se marchan del hotel. Se sienten mejor. Toman la A46 y la A422 hasta Worcester. Jen conduce. Aparcan enfrente del Pear Tree. Entran.