Cartas a Thyrsá. La isla. Ricardo Reina Martel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ricardo Reina Martel
Издательство: Bookwire
Серия: Libro
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417334307
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Celeste. Por nada del mundo quería continuar allí. ¡Odiaba Casalún! Llegué a maldecir todo cuanto representaba esa comunidad, envuelta en ese halo de perfección insuperable. Odiaba su mundo y todo cuanto constituía esa red vanidosa de leyes añejas y retorcidas vanidades. Deseaba volver a mi casa en el altozano y poder recuperar la retorcida costumbre de tirar de mi carromato. Ese esfuerzo desesperado que representaba mi único alivio, pues había aprendido como la ira y el dolor, se dispersaban a través de ese camino.

      Perdí a una madre que nunca llegué a conocer, luego se marchó Mamá la yaya, seguida de Celeste y por último el joven Ví, mi amor. Ahora de nuevo rehacía mi vida junto a una desconocida, pero que sin duda era el único vínculo que me unía al pasado.

      Poco a poco con su aguda comprensión y un amor desbordado, me fue sacando de mi ostracismo. Me obligaba a cuidarme, a mirarme y a educar mis modales. Refinó mi conducta y esa joven alocada de espíritu bárbaro y bravío, fue transformándose en alguien que consiguiera, al menos, mirarse a sí misma sin complejos. Luego llegó Asia, la que fuera mi gran compañera en los principios. Bajábamos y paseábamos sobre el sendero de los cantos rodados. Descalzamos nuestros pies, y jugábamos a moldear nuestros andares sobre las impávidas piedras. Enseñándome a modular diferentes tonos de voz, mientras realizábamos lo que ella llamaba «el arte de los paseos cantados». Llegó un tiempo hermoso junto a Asia, aprendiendo a valorar y respetar cuanto me ofrecía esta nueva tierra. A la llegada de la noche y cuando caían los rayos y se desataban tormentas sobre el Valle, me imaginaba arropando al niño Ví, protegiéndolo y cuidándolo como si fuese un crío desamparado.

      Progresivamente, sin apenas darme cuenta, se fueron disipando los pesares de la infancia y ese maldito vicio por monopolizar lamentaciones y quejas ante todo cuanto me llegaba. Hoy siendo una anciana de edad incalculable, me pregunto; por qué hemos de vivir tanto las hijas del sur y mantenernos soportando tan larga espera… “Las hijas del sur son como hojas de los árboles que tan solo se caen cuando les llega su otoño” dice la canción.

      ¡Cuando la oí por primera vez… cuando sucedió…!

      Era ella la más delicada de las doncellas que conformaban el círculo, se llamaba Arianna Clara, “La Rosa del Sení”. Su voz hechizaba e incluso forzaba a bajar hasta la acacia, a la Sunma Ana para oírla. Ella nos ofrecía la paz del espíritu y con su voz nos trasladaba a un mundo colmado de esperanzas. Era rubia de un cabello dorado como jamás vi otro igual, sus ojos proyectaban infinitos azules de un universo inexplorado. Tenía ella doce años tan solo, cuando la vi por primera vez. La hija de Edurín, una leyenda antigua y remota ofertó un vuelco a la vida en la aldea, y desde que ella llegó, puedo decir que jamás faltamos a clase, bajo la acacia blanca.

      Me fui habituando a la rutina de Casalún, hasta llegar a ser una más de entre todas. Repentinamente madre Latia enfermó, pasando a dormir a un pabellón llamado el Sanatorio y en donde era constantemente atendida por la culmen Eulalia, también conocida como “la hermosa sanadora”.

      Todas las tardes me dirigía a la habitación de Latia, donde se hallaba hospitalizada, aguardándome. Le gustaba que le comentara los detalles acaecidos durante la jornada y que le hablara de las más pequeñas. Reía conmigo y nos emocionábamos juntas, hasta que esta mostraba indicios de cansancio y agotamiento. Entonces me retiraba dirigiéndome a las cocinas y echando una mano en el montaje del comedor.

      Más tarde, ya al final del día, cuando todas se retiraban, solía quedarme a solas junto a la mudita Eleonora, como se le llamaba cariñosamente. Y entonces, envueltas en el silencio y la soledad de la noche, se nos solía hacer siempre muy tarde; intentando aprender el lenguaje de símbolos que había creado Eleonora. Arropadas ambas al amparo de los restos del carbón encendido, me contaba a través de sus gestos como era Puerto Hélice, la ciudad cercana a donde Ixhian recibía su formación. Lo que nos daba cierta complicidad en el juego y en la palabra. Pues a Eleonora le encantaba describirme con exagerados aspavientos, a los fornidos y fastuosos comandadores que recorrían a diario las calles de la ciudad, en busca de compañía femenina…

      Dichosos años de juventud, cuando todo se haya por llegar y una se mantiene en ese compás de espera, reteniendo el impetuoso recorrido de la sangre y uno sueños que siempre tiran hacia delante, sin mirar nunca atrás.

      [23] Jardín de Casalún.

      [24] Festividad importante que se celebra a primeros de Mayo.

      [25] Las culmens gestionan y dirigen Casalún, cada una de ellas lo hace en un área o círculo determinado.

      [26] Archa, Oráculo de Casalún, Culmen de las Hechiceras.

      XI - Thyrsá

      Asia

      Ha llegado una pequeña revoltosa, la he visto venir. Se me ha aparecido en sueños, junto a ella he vislumbrado mi futuro y ella siempre estaba allí.