No entiendo.
Por ahora.
●8
Y ESE LUNEF
NO SÉ QUÉ SONABA MÁS: si el despertador o mi papá.
COF-RING-COF-RING.
Cuando estábamos tomando desayuno con Beltrán, mis dos papás no hablaban. Solo salía una tos de vez en cuando, hasta que llegó el transporte escolar.
Dijimos “chao” con Beltrán, y nos fuimos.
Qué misterio, ¿no?
Ese día en el colegio no fue como para recordarlo. Tuve clases, tuve recreo, tuve clases. Vi a Beltrán en el patio, cuando estaba masticando una hoja de un árbol (era hámster de nuevo). Entonces hablé con Aarón, mi mejor amigo, y esta vez en vivo y en directo, para contarle lo que estaba pasando con mi papá.
—Preocúpate, hum.
—¿Por qué?
—Porque “apretarse los cinturones” significa, en lenguaje antiguo, que no hay plata. Que van a adelgazar por falta de comida.
—¿Eso significa que mi papá va a renunciar?
—¿Te queda alguna duda?
¡Uf!
La vida se pondrá difícil en la casa de los Cabello, parece.
¿Tendremos que comprar de ese papel de baño barato, el que hay en el colegio, ese que parece papel de lija?
De puro pensarlo, ya me dolió. Me dolió el alma (no sean mal pensados).
●9
EL DÍA DEL CINTURÓN
ESA TARDE, tres días después de “el” día, cuando mi mamá nos estaba dando la comida, nuestra casa estaba en silencio absoluto. Solo se escuchaba a Beltrán chupando sus tallarines.
¡Slurp!
Hasta que mi papá entró, en silencio también.
Y levantó la cabeza. Y habló.
¡Slurp!
—Bueno —señaló después del chupeteo de Beltrán—, familia, tengo algo importante que contarles. Me acabo de quedar sin trabajo.
—¿Te pusiste flojo, papá? —dijo Beltrán, tan atinado.
—No, hijo. Al nuevo director del diario no le gustan mis críticas. Y no estoy dispuesto a cambiarlas, por lo que me pidió la renuncia. Desde el día de hoy, ya no soy más crítico de restaurantes.
¡Slurp!
—Por eso tendremos que empezar a ahorrar, hasta que encuentre un nuevo trabajo.
¡Slurp!
—Les pido que apaguen las luces, que se duchen corto y que no desperdicien la comida. Tenemos que cuidar cada peso a partir de ahora.
¡Slurp!
—Por ejemplo, dejaremos de tener televisión por cable e internet.
¿Slurp?
Ahora entendí lo de apretarse el cinturón.
¡Uf! Se me fue hasta el aire. Quedé desinfladito.
De más que ahora necesito cinturón.
●10
LLUVIA DE IDEAS
ESA SEMANA fue realmente extraña (más aún).
Rara.
Mi papá se paseaba en pijama por la casa, mientras mi mamá iba a trabajar a su revista. Había conseguido escribir más para recibir más monedas, por lo que decía “chaíto” en la mañana y llegaba bien tarde, con una cara de súper agotada.
Mientras tanto, mi papá ordenaba y cocinaba hasta que nos íbamos al colegio. Y cuando no estábamos, lo visitaban sus amigos jurásicos para ver cómo estaba con la falta de pega y para tener unas reuniones algo climáticas. Mi papá les decía “tormentas de ideas”, y era cosa de ver una pizarra donde, parece, llovían esas ideas de sus amigos.
Por ejemplo, decía “fortalezas”. Y debajo ponían:
—Bueno para comer.
—Cocina decente.
—Tose mucho (broma).
—Escribe entretenido.
—Sabe de restaurantes.
Después decía “debilidades”:
—Tose mucho (no, es broma).
—No le gusta la grasa.
—Cocina con poca sal.
—Es demasiado honesto.
Esto último sí que es raro. ¿Es una desventaja ser “demasiado honesto”?
¿Es tan cruda la verdad?, ¿como un sushi? Pobre papito mío de mí. ¡Snif!
●11
DESPUÉS DE LA TORMENTA
FUERON COMO DOS o tres días con los amigos de mi papá invadiendo la casa. Se comieron todo y se tomaron todos los vinos caros que mi papá tenía como “inversión” (¡ja, ja, ja!).
Hablaban, hablaban, hablaban. Uno le recomendó fundar una universidad de la comida. Otro le dijo que escribiera sus memorias. Uno le señaló que hiciera libros de cocina.
Con Beltrán los veíamos hablar y comer, hablar y tomar, y no se iban nunca.
Mi mamá estaba hecha una furia. Solo hacía grrr (como la pantera del zoológico a las 9 a. m., antes del bistec de desayuno).
Beltrán ponía rock y había que cerrarle la puerta, porque o si no, los viejos no se escuchaban entre ellos. Y, además, la María podía despertarse.
En eso estuvieron, hasta que se terminó el pan, la mantequilla, el jamón, el queso y el vino. Entonces dijeron “chao”, todos al mismo tiempo, y se fueron (se acabaron hasta el papel del baño).
Mi papá quedó lleno de ideas, con la pizarra llena de frases y el refrigerador vacío.
Entonces, mi mamá, suave y cortante (es una pantera), le preguntó:
—¿Alguna idea buena?
—Sí.
—¿Muy buena?
—Sí, mi amor.
—Pero no estás muy convencido.
—Sí, lo estoy, pero es un cambio profundo en nuestras vidas.
¡Glup! ¿Iremos a vivir a una cueva? ¿Daremos la vuelta al mundo en un velero? ¿Iremos a colonizar la Antártica?
…
—Ya, Julio, dime.
—Poner un restaurante en nuestro garaje.
What?
¿Ponerse del lado del enemigo? ¿Un crítico de comida cocinando?
Mejor me voy a estudiar.
Parece que algún día tendré que ser yo el que mantenga esta casa, creo. Y ser el nuevo Super Mario Cabello.
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