Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Sigmund Freud
Издательство: Ingram
Серия: biblioteca iberica
Жанр произведения: Зарубежная психология
Год издания: 0
isbn: 9789176377437
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con el libro de misa en la mano. Es, en efecto, domingo, y la primera misa debe comenzar dentro de pocos minutos. Decido asistir a ella; pero como hace mucho calor, entro, para reposar, en el cementerio que rodea la iglesia. Mientras me dedico a leer las diversas inscripciones funerarias oigo al campanero subir a la torre y veo en lo alto de la misma la campanita pueblerina que habrá de anunciar dentro de poco el comienzo del servicio divino. Durante algunos instantes la campana permanece inmóvil, pero luego comienza a agitarse y de repente sus sones llegan a hacerse tan agudos y claros que ponen fin a mi sueño. Al despertar oigo a mi lado el timbre del despertador.»

      Otra comunicación: «Es un claro día de invierno y las calles se hallan cubiertas por una espesa capa de nieve. Tengo que tomar parte en una excursión en trineo, pero me veo obligado a esperar largo tiempo antes que se me anuncie que el trineo ha llegado a mi puerta. Antes de subir a él hago mis preparativos, poniéndome el gabán de pieles e instalando en el fondo del coche un calentador. Por fin subo al trineo, pero el cochero no se decide a dar la señal de partida a los caballos. Sin embargo, éstos acaban por emprender la marcha, y los cascabeles de sus colleras, violentamente sacudidos, comienzan a sonar, pero con tal intensidad que el cascabeleo rompe inmediatamente la tela de araña de mi sueño. También esta vez se trataba simplemente del agudo timbre de mi despertador.»

      Tercer ejemplo: «Veo a mi criada avanzar por un pasillo hacia el comedor llevando en una pila varias docenas de platos. La columna de porcelana me parece a punto de perder el equilibrio.’Ten cuidado -le advierto a la criada-, vas a tirar todos los platos’. La criada me responde, como de costumbre, que no me preocupe, pues ya sabe ella lo que se hace; pero su respuesta no me quita de seguirla con una mirada inquieta. En efecto, al llegar a la puerta del comedor tropieza, y la frágil vajilla cae, rompiéndose en mil pedazos sobre el suelo y produciendo un gran estrépito, que se sostiene hasta hacerme advertir que se trata de un ruido persistente, distinto del que la porcelana ocasiona al romperse y parecido más bien al de un timbre. Al despertar compruebo que es el repique del despertador.»

      El problema que plantea este error en que con respecto a la verdadera naturaleza del estímulo sensorial objetivo incurre el alma en el sueño ha sido resuelto por Strümpell -y casi idénticamente por Wundt- en el sentido de que el alma se encuentra con respecto a tales estímulos, surgidos durante el estado de reposo, en condiciones idénticas a las que presiden la formación de ilusiones. Para que una impresión sensorial quede reconocida o exactamente interpretada por nosotros, esto es, incluida en el grupo de recuerdos al que, según toda nuestra experiencia anterior, pertenece, es necesario que sea suficientemente fuerte, precisa y duradera y que, por nuestra parte, dispongamos de tiempo para realizar la necesaria reflexión. No cumpliéndose estas condiciones, nos resulta imposible llegar al conocimiento del objeto del que la impresión procede, y lo que sobre esta última construimos no pasa de ser una ilusión. «Cuando alguien va de paseo por el campo y distingue imprecisamente un objeto lejano, puede suceder que al principio lo suponga un caballo.» Visto luego el objeto desde más cerca, le parecerá ser una vaca echada sobre la tierra, y, por último, esta representación se convertirá en otra distinta y ya definitiva, consistente en la de un grupo de hombres sentados. De igual naturaleza indeterminada son las impresiones que el alma recibe durante el estado de reposo por la actuación de estímulos externos, y fundada en ellas, construirá ilusiones, valiéndose de la circunstancia de que cada impresión hace surgir en mayor o menor cantidad imágenes mnémicas, las cuales dan a la misma su valor psíquico. De cuál de los muchos círculos mnémicos posibles son extraídas las imágenes correspondientes y cuáles de las posibles relaciones asociativas entran aquí en juego, son cuestiones que permanece aun después de Strümpell, indeterminables y como abandonadas al arbitrio de la vida anímica.

      Nos hallamos aquí ante un dilema. Podemos admitir que no es factible perseguir más allá la normatividad de la formación onírica y renunciar por tanto a preguntar si la interpretación de la ilusión provocada por la impresión sensorial no se encuentra sometida a otras condiciones. Pero también podemos establecer la hipótesis de que la excitación sensorial objetiva surgida durante el reposo no desempeña, como fuente onírica, más que un modestísimo papel y que la selección de las imágenes mnémicas que se trata de despertar queda determinada por otros factores. En realidad, si examinamos los sueños experimentalmente generados de Maury, sueños que con esta intención he comunicado tan al detalle, nos inclinamos a concluir que el experimento realizado no nos descubre propiamente sino el origen de uno solo de los elementos oníricos, mientras que el contenido restante del sueño se nos muestra más bien demasiado independiente y demasiado determinado en sus detalles para poder ser esclarecido por la única explicación de su obligado ajuste al elemento experimentalmente introducido.

      Por último, cuando averiguamos que la misma impresión objetiva encuentra a veces en el sueño una singularísima interpretación, ajena por completo a su naturaleza real, llegamos incluso a dudar de la teoría de la ilusión y del poder de las impresiones objetivas para conformar los sueños.

      M. Simon refiere un sueño en el que vio varias personas gigantescas sentadas a comer en derredor de una mesa y oyó claramente el tremendo ruido que sus mandíbulas producían al masticar. Al despertar oyó las pisadas de un caballo que pasaba al galope ante su ventana. Si las pisadas de un caballo despertaron en este sueño representaciones que parecen pertenecer al círculo de recuerdos de los viajes de Gulliver -la estancia de éste entre los gigantes de Brobdingnag-, y del virtuoso Houyhnms, si me arriesgo a interpretar sin la ayuda del soñador, ¿no habrá sido facilitada además la elección de este círculo de recuerdos, tan ajenos al estímulo, por otro motivos?.

      2. ESTÍMULOS SENSORIALES INTERNOS (SUBJETIVOS).- A despecho de todas las objeciones, nos vemos obligados a admitir como indiscutible la intervención durante el reposo, y a título de estímulos oníricos, de las excitaciones sensoriales objetivas. Mas cuando estos estímulos se nos muestran de naturaleza y frecuencia insuficientes para explicar todas las imágenes oníricas, nos inclinaremos a buscar fuentes distintas, aunque de análoga actuación. Ignoro qué autor inició la idea de agregar como fuentes de sueños, a los estímulos externos, las excitaciones internas (subjetivas); pero el hecho es que en todas las exposiciones modernas de etiología de los sueños se sigue esta norma. «A mi juicio -dice Wundt (página 363)-, desempeñan también un papel esencial en las ilusiones oníricas aquellas sensaciones subjetivas, visuales o auditivas, que en el estado de vigilia nos son conocidas como caos luminoso del campo visual oscuro, zumbido de oídos, etc., entre ellas especialmente las excitaciones subjetivas de la retina, con lo que quedaría explicada la singular tendencia del sueño a presentarnos considerables cantidades de objetos análogos e idénticos -pájaros, mariposas, peces, cuentas de colores, flores, etc.-; en estos casos, el polvillo luminoso del campo visual oscuro toma una forma fantástica, y los puntos luminosos de que se compone quedan encarnados por el sueño en otras tantas imágenes independientes que a causa de la movilidad del caos luminoso son considerados como dotadas de movimiento. Aquí radica quizá también la gran preferencia del sueño por las más diversas figuras zoológicas, cuya riqueza de formas se adapta fácilmente a la especial de las imágenes luminosas y subjetivas.»

      Las excitaciones sensoriales subjetivas poseen, desde luego, en calidad de fuentes de las imágenes oníricas, la ventaja de no depender, como las objetivas, de causalidades exteriores. Se hallan, por decirla así, a la disposición del esclarecimiento del sueño siempre que para ello las necesitamos. Pero, en cambio, presentan, con respecto a las excitaciones sensoriales objetivas, el inconveniente que su actuación como estímulos oníricos nos resulta susceptible -o sólo con grandes dificultades de aquella comprobación que la observación y el experimento nos proporcionan en las primeras.

      El poder provocador de sueños de las excitaciones sensoriales subjetivas es demostrado principalmente por las llamadas alucinaciones hipnagógicas, que han sido descritas por J. Müller como «fenómenos visuales fantásticos», y consisten en imágenes, con frecuencia muy animadas y cambiantes, que muchos individuos suelen percibir en el período de duermevela anterior al dormir y pueden perdurar durante un corto espacio de tiempo después que el sujeto ha abierto los ojos. Maury, en quien eran frecuentísimas tales alucinaciones, las estudió cuidadosamente, y afirma su conexión y hasta su identidad con las imágenes oníricas, teoría que sostiene también J. Müller.

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