Los buitres de la deuda. Mara Laudonia. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mara Laudonia
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876911191
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títulos públicos se derrumbaron, para acomodarse al nuevo escenario de quita inesperada. También pequeños bonistas argentinos, que habían padecido la crisis y el “corralito”, asomaban como sin poder comprender su situación.

      Entre los que concurrieron a la presentación en Buenos Aires se encontraba un entonces desconocido Sergio Chodos, joven abogado hijo de un empresario de la construcción, que mostraba sus primeros aires de militante, pues se había incorporado al equipo de deuda hacía apenas dos meses. Mientras trabajaba en el estudio Brouchou, especializado en asesorar bancos que participara del canje 2005, se había acercado a Guillermo Nielsen, quien luego de una charla le propuso integrarse al equipo en cuestiones de asesoramiento legal del canje.

      Chodos, que empezó así como asesor de Nielsen, fue el único hombre del equipo económico de deuda al que habían bajado del avión que transportó a la comitiva que viajó a Dubai para quedarse en Buenos Aires asistiendo a Néstor y a Alberto Fernández, para eventuales deudas técnicas de la presentación.

      Inicialmente Chodos se lamentó de no haber podido viajar, pero ese acercamiento a Néstor Kirchner y a Alberto Fernández, a quienes no conocía, fue crucial para su carrera de funcionario público.[10]

      La presentación de la propuesta argentina en Dubai, que mostró a un Kirchner con su pretensión de ir con los tapones de punta con los acreedores, fue todo un símbolo. Aunque entonces era poco perceptible para muchos, anticipaba lo que sería la impronta de gestión de las presidencias de los Kirchner: el corrimiento de los límites, el ir más allá de lo impensado. La negociación de la deuda fue una de las primeras medidas, en este sentido, en materia económica.

      Tres días después del lanzamiento de la oferta en Dubai, Néstor Kirchner dedicó un largo tramo de su discurso presentado en Naciones Unidas a su visión estratégica sobre la deuda argentina y la solución propuesta al default, en el marco de la profunda recesión en la que había caído el país. Dijo en esa oportunidad, en su primer discurso en la ONU, el 25 de septiembre de 2003:

      La relación de países como el nuestro y otros con el mundo está signada por la existencia de una aplastante y gigantesca deuda, tanto con organismos multilaterales de crédito como con acreedores privados. […] Nos hacemos cargo como país de haber adoptado políticas ajenas para llegar a tal punto de endeudamiento. Pero reclamamos que aquellos organismos internacionales que –al imponer esas políticas– contribuyeron, alentaron y favorecieron el crecimiento de esa deuda también asuman su cuota de responsabilidad. Resulta casi una obviedad señalar que, cuando una deuda adquiere tal magnitud, la responsabilidad no es sólo del deudor sino también del acreedor… Es necesario entonces que se asuma el hecho cierto, verificable y, en cierta medida, de sentido común, de la terrible dificultad que ofrece el pago de esa deuda. Sin una concreta ayuda internacional que se encamine a permitir la reconstitución de la solvencia económica de los países endeudados y con ello su capacidad de pago; sin medidas que promuevan su crecimiento y desarrollo sustentable, favoreciendo concretamente su acceso a los mercados y el crecimiento de sus exportaciones, el pago de la deuda se torna una verdadera quimera. En el desarrollo de exportaciones con valor agregado a los recursos naturales que la mayoría de los países endeudados poseen, pueden solventarse los primeros tramos del desarrollo sustentable, sin el cual sus acreedores deberán asumir sus quebrantos sin otra opción realista. Nunca se supo de nadie que pudiera cobrar deuda alguna a los que están muertos.

      “Los muertos no pagan las deudas” fue quizá la frase más audaz y solitaria de Kirchner en aquel momento, y resumía como ninguna la desesperación en la que estaba sumido el país que heredaba las consecuencias de las políticas económicas de apertura indiscriminada y de desindustrialización de las décadas anteriores, funcionales a los intereses del Consenso de Washington.

      Habían sido meses durísimos para el equipo económico que trabajó para llegar con una oferta semejante. Pero sería sólo el comienzo de una compleja negociación con los distintos actores que participarían de la oferta –con medidas judiciales median-te, que hasta lograron frenarla–, que se extendió por años, y de la que aún queda por librar la batalla final.

      Puede decirse que en Dubai comenzó la verdadera saga del desendeudamiento: la lucha del país por imponer en la comunidad internacional una oferta posible de pagar y la pelea de la Argentina contra los buitres, es decir, los enemigos externos y los internos de un manejo de la deuda sustentable para la Argentina.

      Capítulo 2

      La Argentina y el FMI: desendeudarnos para desintervenirnos

      La herencia de una deuda en default y la tortuosa relación de la Argentina con el FMI marcaron con fuego los comienzos de la gestión de Néstor Kirchner. El presidente sabía que “para sacar a la Argentina del infierno”, como él manifestaba, debía comenzar por resolver el tema de la reestructuración de la deuda con los bonistas, entre las prioridades. Cargaba además con la mochila de los condicionamientos que imponía el FMI sobre las políticas económicas del país para el otorgamiento de los préstamos, por lo que no tuvo más remedio que aceptar la convivencia con el organismo durante un tramo importante de su mandato.

      Sin embargo, el nuevo modelo económico implementado de “acumulación con inclusión social” y el crecimiento que experimentó el país desde 2003 lograron romper –por primera vez desde el ingreso de la Argentina al FMI en 1956– con los lazos de esa relación matrimonial enferma. Y la reubicó en una “relación más madura”, en la que el Estado argentino recuperó la soberanía en materia de políticas económicas.

      El acuerdo firmado por Néstor Kirchner con el FMI en septiembre de 2003 fue el primero y resultó el último que un gobierno argentino realizara con el organismo multilateral. En septiembre de 2004, Kirchner rompería definitivamente con el Fondo al rechazar la negociación por la tercera revisión de ese acuerdo, que nunca se reanudó. Una vez más, casi desoyendo las lecciones del pasado reciente con el país y dirigido por la voluntad de los siete países más ricos (Estados Unidos, Canadá, Japón, Inglaterra, Alemania, Francia y Alemania), el G7, el Fondo presionaba con condicionamientos que comprometían las negociaciones de la Argentina con los acreedores.

      Fue cuando un Néstor saturado dijo basta, y le soltó sin vueltas a Lavagna: “Estos tipos ya me cansaron; tenemos que sacarnos de encima definitivamente al FMI”, confiesa el ex ministro. En esa primavera había comenzado a pergeñar la idea de cómo deshacerse del Fondo, que se materializó un poco más de un año después cuando la Argentina canceló la totalidad de la deuda con el organismo.

      El “equipo de la deuda”

      Roberto Lavagna resultó indiscutiblemente una pieza clave del engranaje del canje de la deuda y de los nuevos aires en la relación con el Fondo. Había comenzado a explorar opciones para una renegociación de la deuda durante su gestión en la presidencia de Eduardo Duhalde, y se plantó ante “las exigencias de siempre” del FMI que, según analizaba, en poco tiempo harían volver al país a una situación de caos de la cual el país no terminaba de salir en 2002. Por estas razones, luego Néstor lo reconfirmó en el puesto para finalizar su trabajo.[11]

      “Yo me había reunido con Kirchner para tratar el asunto en el departamento de la avenida Callao que los Kirchner tenían en el barrio de Recoleta y fue el 21 de febrero de 2003 cuando Néstor me hizo la oferta de sumarme con él a la fórmula presidencial como vicepresidente. Yo le dije que me diera veinticuatro horas para pensarlo porque no lo conocía”, contó Lavagna.

      Kirchner, según relata Lavagna, le había hecho el ofrecimiento ante la presencia de Cristina y Alberto Fernández, un operador fundamental desde la creación en 1998 del Grupo Calafate que impulsaba la candidatura de Kirchner. “Pero al otro día fui muy sincero y le dije: «Mirá, no te ofendas, pero la verdad que yo no te conozco y no estoy dispuesto a correr el riesgo y limitar mis opciones de vida por cuatro años»”.

      Pero se quedó. Fue el principio de una relación de respeto mutuo y no permaneció cuatro años en el kirchnerismo sino dos, que fue prácticamente el tiempo que duró la misión del primer canje de la deuda, si bien en ese lapso la política económica que desarrolló fue de lo más variada.

      Lavagna reclutó un equipo de