a) Primero, hubo el propósito original que siempre tuvo en mente. (1Pe.1:20)
b) Segundo, hubo el acto de darle al Hijo todas las capacidades necesarias para la obra que fue enviado a realizar. (Jn.3:34-35) (Como el Hijo de Dios, ya estaba perfecto en su deidad, pero como el Hijo del hombre le fueron concedidos los dones necesarios.)
c) Tercero, hubo el acto de prometerle al Hijo toda la ayuda necesaria para asegurar el éxito de su obra. (Is. 53:10-12, Sal.2, Jn.17).
2. Está claro de muchos textos de la Biblia que el Padre castigó a Cristo Jesús por nuestros pecados. Por ejemplo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor.5:21). Podemos decir que Cristo sufrió y murió en lugar de nosotros. Siendo esto cierto, ¿No es extraño que Cristo sufriera en lugar de los que sufrirán por sus propios pecados? Podemos plantear el asunto de la siguiente manera:
a) Cristo murió por todos los pecados de todos los hombres.
b) Cristo murió por todos los pecados de algunos hombres.
c) Cristo murió por algunos pecados de todos los hombres.
Si la última declaración es cierta, entonces todos los hombres han sido dejados todavía con algunos pecados y nadie será salvo.
Si la primera declaración es la verdad, entonces ¿Porqué no son librados todos los hombres del pecado? Si alguien responde que es a causa de su incredulidad, entonces yo pregunto, ¿La incredulidad no es un pecado? Si no es un pecado, entonces ¿porqué son castigados los hombres por ser incrédulos? Si es un pecado, entonces tiene que ser incluido entre los pecados por los cuales Cristo murió. Entonces la primera declaración no es cierta.
Queda claro entonces que la única posibilidad que permanece, es que Cristo sufrió por todos los pecados de algunos hombres. Es decir, solamente por los pecados de los elegidos.
(En la Parte Cuatro de este libro trataremos con los pasajes de la Escritura que usan las palabras “mundo” y “todo”, “todos” etc.)
CAPITULO CUATRO
Dios el Hijo, el agente de nuestra salvación
Puesto que Dios el Hijo acordó voluntariamente hacer lo que el Padre planeó, podemos decir que El también fue un agente en nuestra salvación. Jesús dijo: “mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra” (Jn.4:34). Hay tres maneras en que Cristo demostró su voluntad de ser un agente de nuestra salvación:
1. Estuvo dispuesto a dejar la gloria de su naturaleza divina y aparecer como un hombre. “Así que por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, El también participó de lo mismo” (He.2:14). Nótese que no dice que El hizo esto porque toda la raza humana estaba compuesta de carne y sangre, sino más bien porque “los hijos que Dios me dio” (He.2:13) fueron humanos. Entonces su voluntad dispuesta fue en relación con aquellos hijos, y no para toda la raza humana.
2. Estuvo dispuesto a darse a sí mismo como una ofrenda. Es cierto que Cristo sufrió muchas cosas en una forma pasiva. No obstante es también cierto, que se dio a sí mismo activa y voluntariamente a esos sufrimientos. Sin su consentimiento voluntario, estos sufrimientos no habrían tenido valor alguno. Así El podía decir verdaderamente: “Por esto me ama el Padre, porque yo pongo mi vida... nadie me la quita sino que yo de mi mismo la pongo” (Jn.10:17-18).
3. Sus oraciones a favor de sus hijos demuestran su deseo de ser un agente en su salvación. Ahora, Cristo ha entrado al lugar santísimo en el cielo (He.9:11-12). Su obra ahí es la de un intercesor. Fíjense que no ora por el mundo (Jn.17:9), sino por aquellos por quienes murió (Rom.8:34). Pide que aquellos que le han sido dados, vengan a donde El está y vean su gloria (Jn.17:24). Entonces está claro que no pudo haber muerto por todos los hombres.
CAPITULO CINCO
Dios el Espíritu, el agente de nuestra salvación
La Biblia habla de tres cosas en las cuales el Espíritu Santo obra con el Padre y con el Hijo para redimirnos. Estas actividades muestran que el Espíritu Santo es también un agente en nuestra salvación.
1. El cuerpo humano que Cristo tomó cuando se hizo hombre fue creado por el Espíritu Santo en la matriz de María “y se halló que había concebido del Espíritu Santo” (Mt.1:18).
2. La Biblia dice que cuando Cristo se ofreció a sí mismo como un sacrificio, que lo hizo por el Espíritu Santo. “Cristo el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (He.9:14). Aquí está claro que el Espíritu Santo fue en alguna manera el instrumento que hizo posible la ofrenda de Cristo.
3. Hay declaraciones también en la Escritura que muestran que la obra de levantar a Cristo de los muertos fue la obra del Espíritu Santo. “Siendo a la verdad muerto en la carne pero vivificado en espíritu” (1 Pe.3:18).
No hay duda de que el Espíritu Santo hizo cosas importantes al cooperar con el Padre y con el Hijo en el propósito de nuestra redención.*
Hemos visto que cada persona de la Trinidad puede ser llamado un agente de nuestra salvación. Es importante guardar en mente que, aunque para el propósito de nuestro estudio hemos distinguido entre la obra de cada persona divina, sin embargo no son en verdad tres agentes en nuestra salvación, sino solo uno porque Dios es uno. Entonces, podemos decir que la Trinidad completa es el agente de nuestra redención.
CAPITULO SEIS
La obra de Cristo es el medio usado para obtener nuestra salvación
Como ya vimos en el capítulo dos, el agente que hace algo usa ciertos medios para conseguir el fin particular que tiene en mente. En la obra particular de nuestra salvación hay dos acciones específicas que Cristo ha realizado. (Aquí no estoy tratando con el plan que ocurrió en la eternidad, que hizo que nuestra salvación fuera posible, sino solo con la realización del plan en la historia.) Los dos hechos históricos de Cristo son:
1. El ofrecerse a sí mismo en el pasado.
2. Su intercesión por nosotros ahora.
En el ofrecimiento de sí mismo se incluye todo lo que estaba involucrado en su venida para morir: El despojarse a sí mismo de su gloria celestial, el ser nacido de mujer, su humillación y obediencia a la voluntad del Padre a lo largo de su vida y su muerte en la cruz.
Y también en la intercesión de Cristo por nosotros se incluye su resurrección y su ascensión, puesto que estas son la base de ella. Sin estas, la intercesión no sería posible. Veremos estas dos cosas con más detalle en el próximo capítulo, pero quiero hacer algunos comentarios ahora. Estos dos hechos tienen la misma intención. El ofrecimiento y la intercesión son con el propósito de “llevar muchos hijos a la gloria” (He.2:10). Los beneficios propuestos por estos dos hechos son para las mismas personas; Cristo ora por aquellos por quienes El murió (Jn.17:9). Sabemos que su intercesión es eficaz; “Yo sabía que siempre me oyes”, dijo Cristo en Juan 11:41. Por consiguiente, todos aquellos por quienes el murió, tienen que recibir todas las cosas buenas obtenidas por su muerte. Y esto a su vez, destruye la enseñanza de que Cristo murió por todos los hombres.
CAPITULO SIETE
El sacrificio de Cristo y su intercesión son el único medio para realizar nuestra redención
Es importante notar que en las Escrituras, el