El libro expandido. Amaranth Borsuk. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Amaranth Borsuk
Издательство: Bookwire
Серия: Comunicación & Lenguajes
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789874161475
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al verbo que hoy usamos para el movimiento horizontal o vertical en un texto que se extiende más allá de los límites de la pantalla. Muchos de los sistemas de rastreo que se utilizaban en el papiro luego fueron utilizados también en el códice. El contenido o las primeras palabras de una obra, así como el nombre de su creador, se escribían en el borde exterior del rollo, a modo de una incipiente portadilla. Sin embargo, el hecho de que dicha información estuviera ubicada en el borde más frágil significó que gran parte de esa información se perdiera con el tiempo. (24) Los escribas egipcios aprovecharon la variedad de tintas e incorporaron rúbricas en sus obras, empleando la tinta roja para destacar palabras e ideas importantes, así como para indicar el comienzo de nuevos párrafos. En la impresión cuneiforme no era posible marcar ese contraste. Los escribas griegos y romanos adaptaron la rúbrica a sus manuscritos y dicha estrategia se mantuvo hasta los primeros libros impresos. Los encabezados, las glosas y los títulos, al igual que los puntos y las rayas que se empleaban para separar las secciones y las oraciones, podían ir en rojo. En todos los casos, los escribas desarrollaron técnicas para facilitar la lectura del texto escrito, una de las características que convierte al libro en un dispositivo no solo de almacenamiento, sino también de recuperación.

      Si bien el papiro facilitó el desarrollo de la escritura y de la ilustración, no era un material de archivo ideal ya que se volvía frágil al secarse, atraía a los insectos y era sensible a la humedad, especialmente en los climas europeos. Es por esa razón que muy pocos rollos de papiro han llegado intactos hasta nuestros días. Otra desventaja de la forma enrollada es su tendencia a cerrarse. Eso requería que los lectores tuvieran que sostenerlo con ambas manos, o que tuvieran que colocar objetos pesados para evitar que el rollo se cerrara, acciones que hoy nos resultan incómodas, pero que, según los investigadores, se convirtieron en un hábito común entre los lectores egipcios. (25) Aquella normalización en las prácticas de lectura no debería ser olvidada. Desde el punto de vista del siglo XXI, nuestro propio libro códice está tan normalizado que a veces cuestionamos las propiedades de lo que “hace a un libro” cuando algo afecta las expectativas que tenemos sobre nuestra experiencia de lectura sin darle demasiada importancia al hecho de que leer en una dirección en lugar de en otra, el hábito de leer un texto entre líneas en silencio y el de colocar el título y el nombre de un autor en la tapa de un libro son todos comportamientos adquiridos.

imagen destacado

      Mineral, vegetal, animal

      A pesar de sus desventajas, los rollos de papiro persistieron por más de dos milenios como forma dominante del libro en la cultura egipcia y luego en la griega, a la cual fue exportada. El pergamino, desarrollado alrededor de 1600 a. e. c., proporcionó una alternativa durable al papiro y le permitió una larga vida al rollo en Grecia y en Roma, donde el nombre latino para rollo, volumen, aportó un término fundacional para el libro. (26) El término pergamino, de hecho, proviene del latín pergamum, por Pérgamo (una antigua ciudad griega situada en lo que hoy es Turquía), un centro clave para su producción en el cuarto siglo a. e. c. (27) El pergamino estaba hecho con cuero de animal en lugar de fibras vegetales, era flexible, resistente y se podía cortar en fragmentos más grandes que el papiro, lo cual ofrecía una superficie excepcionalmente suave para escribir. Era además una superficie opaca, lo cual permitía que se pudiera escribir sobre ambas caras. Dichas características contribuyeron a que eventualmente reemplazara al papiro, pero su gran ventaja era que se lo podía elaborar en cualquier parte donde hubiera tierras para criar ganado, cabras y ovejas (a diferencia del papiro, cuya elaboración y exportación era exclusiva de Egipto).

      Al igual que los papiros egipcios, los rollos griegos y romanos se escribían en columnas que los griegos llamaban paginae, ofreciendo así tanto el término fundacional como el concepto de la página, lo que la académica Bonnie Mak llama su “arquitectura cognitiva”. (28) Si bien hoy asociamos el término página con hojas prolijamente recortadas que se venden en resma o unidas de manera tal que juntas conforman un volumen, podríamos, sin embargo, pensar, como los antiguos escribas, que era una manera de guiar el ojo del lector y de agrupar la información de modo que fuera de fácil acceso. Aquellas paginae, después de todo, tenían un tamaño similar a las páginas de 20 × 30 centímetros, si bien las dimensiones del rollo variaban en contenido y calidad. Para los trabajos que contenían poesía griega, por ejemplo, las paginae se recortaban a doce centímetros de alto; los epigramas aparecían en rollos pequeños, de cinco centímetros, el tamaño adecuado para los sucintos y expresivos textos. (29) El desarrollo de los rollos plegados en concertina, tal como se describe más adelante en este capítulo, da origen al formato de la página tal como la conocemos hoy en día. El pergamino se plegaba entre cada pagina realzando así los bordes y, al mismo tiempo, posibilitando la lectura continua.

      Algunos pergaminos se enrollaban alrededor de una varilla que iba desde el extremo superior hasta el extremo inferior del rollo, lo cual permitía que este se pudiera abrir y cerrar con facilidad. Ese umbilicus (30) (un término que hace referencia a la importancia de esta varilla, pero que también sugiere una conexión cronenbergiana entre la mano en un extremo de este cordón y, en el otro, el texto) podía funcionar como peso si se lo dejaba deslizar sobre el borde de una mesa y se abría el pergamino. (31) Por lo general, los lectores desenrollaban el pergamino con la mano derecha y lo enrollaban con la izquierda, un proceso activo que dejaba entrever solo una o dos columnas por vez. Eso significaba que para volver a leerlo uno tenía que rebobinarlo, algo similar a lo que ocurre con un magnetófono, un casete o una cinta de VHS. Dicho proceso adquiere forma de ceremonia en el judaísmo, cuando la Torá se vuelve a enrollar en público, en una festividad conocida como Simjat Torá, o “rejocijo de la Torá”. Después de la lectura del último fragmento, el rollo circula por la congregación antes de volver al comienzo de modo tal que el primer fragmento también pueda ser leído, lo cual simboliza la naturaleza cíclica tanto del año como del texto.

      Si bien uno supondría que el pergamino reemplazó rápidamente al frágil papiro, ambos coexistieron durante varios siglos, al igual que las tablillas y los papiros. Algunos investigadores atribuyen dicha coexistencia a la dificultad de sistematizar y dimensionar su producción. Para elaborar el pergamino y la vitela (la versión de pergamino de más alta calidad, que por lo general se hacía con cuero de becerro) primero se despellejaba a un animal, luego se le quitaba el pelaje a ese cuero que a su vez se bañaba en cal, se estiraba y dejaba secar lentamente; una vez seco, se trataba la superficie de modo tal que quedara suave y resistente. Ese proceso, además de un cuidado extremo en su elaboración, requería de la matanza de grandes cantidades de ganado, lo que suponía un gran costo. Al igual que en nuestra propia era tecnológica, en la cual los libros impresos y los libros electrónicos coexisten a pesar de las fervientes proclamas a favor de la portabilidad, la durabilidad y el costo-beneficio de uno sobre el otro, el cambio en los sistemas establecidos de producción y en el uso de los distintos soportes lleva mucho tiempo y recursos.

      El alfabeto

      El texto material, como hemos visto, surgió fundamentalmente como respuesta a necesidades administrativas: ayudó a las ciudades en crecimiento a llevar registros contables y documentos, estableció el poder de los gobernantes y codificó la práctica ceremonial. El paso de la oralidad a la alfabetización tuvo un rol central en el desarrollo que necesitaba la escritura para producir literatura y el público que esta requería: los lectores. Fue a través del desarrollo griego del alfabeto que la escritura logró un punto de apoyo lo suficientemente sólido como para promover el libro en Occidente, por lo que tomaremos aquí un pequeño desvío para establecer cómo fue que los griegos revolucionaron la palabra escrita.

      De un modo similar a los egipcios, los antiguos griegos utilizaron la escritura pictográfica (ca. 2200 a. e. c.) a partir de la cual se desarrolló, en el siglo XVII a. e. c., un sistema silábico (salpicado de algunos logogramas: símbolos que representan una palabra, una frase o un concepto). El sistema silábico, en el cual cada carácter representaba un sonido en lugar de un objeto o una idea, simplificó la lectura al tiempo que posibilitó un gran incremento del vocabulario. El hecho de que dependiera de combinaciones de consonantes y vocales, sin embargo, significa que los alfabetos requerían de una gran cantidad de caracteres para expresar dicho vocabulario: los especialistas en escritura minoica han denominado Lineal A al sistema