–¿La descarada?
–Sí, esa es Amanda. Por cierto, es muy inteligente. No deja de decirme que tenga cuidado con mi familia, que no me fíe de ellos. Amanda va a venir conmigo. Tú no vas a poder venir a pasar el día de Navidad, ¿verdad?
–¿Qué me darías a cambio si fuera? –Damon le dedicó una abierta sonrisa.
–La mejor comida navideña de tu vida.
–De acuerdo, iré. Pero no saldré hasta primeras horas de la tarde, me sería imposible hacerlo antes.
–¡Maravilloso! –exclamó Carol sin poder disimular su entusiasmo.
–Y, ahora dime, Carol, ¿por qué vas a ir a Beaumont? –preguntó Damon con seriedad–. Sabes que la envidia les corroe. Y, otra cosa, tu tío no es de fiar.
–Lo sé, pero no sé por qué –contestó Carol–. Tengo una vaga sensación, como debida a un recuerdo, pero no sé qué es. ¿Crees que mi tío se atrevería a hacerme daño?
–Maurice Chancellor no es tan tonto como para hacer semejante cosa –Chancellor se aseguraría de que jamás se le pudiera acusar de nada. Pero un hombre con los recursos que él tenía podía recurrir a otros, pagándoles, para conseguir sus objetivos.
También le preocupaba ese momento en la infancia de Carol que a ella le perturbaba y del que no lograba acordarse.
–No, él no, pero podría encargarle a otro que hiciera el trabajo sucio –Carol suspiró–. Los ricos no se manchan las manos.
Era evidente que Carol conocía bien a su tío.
–No pienses en esas cosas, Carol.
–En fin, supongo que hay peleas en la mayoría de las familias –comentó ella.
Sobre todo, las familias ricas.
–Dime de verdad por qué vas a ir –Damon estaba convencido de que Carol iba por algún motivo que no le había contado.
–Quiero registrar la casa para ver si encuentro más fotos como la que encontraste tú en el libro, fotos que me hizo el abuelo –respondió Carol–. Y también quiero ver si puedo descubrir algo más sobre lo que le pasó a mi padre. Sabes muy bien que algunos piensan que mi madre le dejó ahogarse intencionadamente.
–A la gente le encanta chismorrear, Carol. Lo de tu padre fue un accidente.
–Quizá fueron las habladurías las que hicieron que mi madre se volviera tan… tan egoísta –sugirió Carol.
–Es posible –aunque Damon no lo creía así.
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