Es comprensible que en estas circunstancias la disociación sea extremadamente “reforzante”. Los niños pasan de una angustia extrema a una ausencia de dolor intenso y una capacidad de no pensar en ello al día siguiente. Esta capacidad hace que la vida les parezca tolerable y a algunos hasta les permite tener la ilusión de disfrutar de una vida familiar normal y feliz. (2000a: 160).
El proceso disociado puede tomar muchas formas, en las que diferentes partes de la persona desarrollan sus propias características distintivas y la persona puede pasar de una a la otra; a veces, consciente y deliberadamente y, en otras ocasiones, de una manera que aparentemente está fuera de control. Es interesante comparar los procesos disociados con la psicología de las configuraciones. (Mearns, 2002; Mearns y Thorne, 2000). Las configuraciones son “partes” de “sí mismo” que se han desarrollado para manifestar diferentes temas dentro de sí mismo (ver más adelante en este capítulo). Se puede sostener lo mismo de las “partes” disociadas, pero ellas tienden a estar mucho más separadas unas de las otras; a veces, unas ni siquiera conocen la existencia de las otras, y hay un grado mucho más alto de personificación en las partes disociadas, pueden parecer personas totalmente diferentes. Una hipótesis interesante es que el proceso disociado es una extensión radical de las configuraciones. Al tratar de sobrellevar el trauma, se forman diferentes partes para representar los distintos temas y crear un sistema de contención autoprotector. Pero si bien ese proceso puede ser efectivo en casos de conflictos psicológicos menos profundos, se ve superado más allá de sus límites si tiene que enfrentar altos niveles de trauma. En lugar de que las partes puedan contener y expresar el conflicto, éste termina por escindirlas. (Warner y Mearns, 2003).
En un proceso difícil, del cual el egosintónico antes mencionado puede ser otro ejemplo, vemos los resultados del proceso actualizante tratando de enfrentar circunstancias de desarrollo desafiantes y hacer lo mejor posible para ayudar a la persona a sobrevivir y desarrollarse (aunque dentro de límites estrechos). El proceso difícil, en su inicio, no es un “trastorno”, ni una “patología”, ni una “enfermedad”. Son los esfuerzos de la persona para sobrevivir, así como la fiebre no es la enfermedad sino un intento del organismo de combatirla. Ésta es una característica distintiva de la perspectiva del enfoque centrado en la persona. El enfoque no apunta a la “reducción” de síntomas, sino a facilitarle al consultante la capacidad de explorar y comprender sus procesos. Más aún, el proceso difícil no es la totalidad de la persona. Representa los esfuerzos que hizo en el pasado para sobrevivir en circunstancias relacionales difíciles.
Evidentemente, la persona habrá tenido otras experiencias de relación y ellas también habrán tenido un impacto. En nuestra experiencia clínica suele haber otra parte, o partes, de la persona, que reflejan algo diferente al proceso difícil. A menudo se manifiestan en counseling como una pequeña voz disonante. Suelen estar relegadas a un segundo plano en relación con el empuje dominante del proceso difícil. Una de las fortalezas de un enfoque orientado a las relaciones, como el del counseling centrado en la persona, es que esta parte, pequeña al principio, puede ser atraída y comprometida por la relación terapéutica. En el contexto de esta relación nueva y saludable, puede presentarse con mayor frecuencia. A medida que esa voz crezca en fuerza, se establecerá un diálogo con el sí mismo más pleno, la disonancia dentro del sí mismo se intensificará y el cambio comenzará a ser posible.
Diálogos del sí mismo
El concepto de un “diálogo dentro del sí mismo” tiene un atractivo de sentido común en la medida en la que todos estamos familiarizados con la noción de “hablar con nosotros mismos”, pero en los últimos años las observaciones clínicas de profesionales de una amplia variedad de enfoques terapéuticos han compartido la opinión de que los diálogos del sí mismo son algo común (Berne, 1961; Gergen, 1972, 1988, 1991; Brown, 1979; Bearhrs, 1982; Schwartz, 1987, 1997; Rowan, 1990; Hermans et al., 1992; Hermans y Kempen, 1993; Schwartz y Goulding, 1995; Hermans, 1996; Honos-Webb y Stiles, 1998; Rowan y Cooper, 1999; Hermans y Dimaggio, 2004). Esta área ha llegado a ser conocida como teoría de la pluralidad del sí mismo, la persona parece simbolizar su sí mismo como comprendiendo diferentes partes, voces, sub-personalidades, sub-sí mismos o, la palabra que hemos utilizado, configuraciones. (Mearns, 1999; Mearns y Thorne, 2000). Hemos definido este concepto de la siguiente manera:
Una configuración es un constructo hipotético que denota un patrón coherente de sentimientos, pensamientos y respuestas conductuales preferentes simbolizadas o presimbolizadas por la persona como reflejo de una dimensión de existencia dentro del sí mismo. (Mearns y Thorne, 2000; 102).
Pueden encontrar un análisis detallado de esta definición en la referencia anterior (2000; 102-3), pero es importante saber que lo que estamos describiendo no es meramente el hecho de que las personas tienen una variedad de inclinaciones, tendencias o respuestas diferentes, sino que una configuración es un “sí mismo desarrollado dentro del sí mismo” que puede contener un amplio despliegue de elementos: un conjunto de pensamientos, sentimientos y comportamientos que juntos representan una importante dimensión de la existencia de la persona. Dos o más configuraciones pueden estar en diálogo entre sí. Ese diálogo a menudo se experiencia como conflicto, pero el proceso es más constructivo de lo que sugiere el término, puesto que las diferentes configuraciones promueven alternativas de manera tal que la persona puede escuchar todas las posibilidades.
Dentro del enfoque centrado en la persona abundan los trabajos relacionados con el pluralismo del sí mismo (Millar, 1995; Gaylin, 1996; Keil, 1996: Elliot y Greenberg, 1997; Stiles, 1999; Stickens, 2000; Stiles y Glick, 2002; Barret-Lennard, 2005). Mientras que estas observaciones presentan una abundante cantidad de evidencias en favor de la probable existencia de diferentes partes del sí mismo, queremos destacar que sentimos profundamente la necesidad de ser cautelosos. Aunque sin duda el concepto de pluralismo del sí mismo es relevante para muchas personas, no es significativa para todo el mundo. Desarrollamos la teoría de las configuraciones como un medio para responder a los consultantes que simbolizan su sí mismo de manera pluralista. Es ilógico suponer que la teoría debería ser de aplicación universal. No corresponde al enfoque centrado en la persona presuponer que todos nuestros consultantes tendrán configuraciones. Lo que hacemos es trabajar con ellos tal como se presentan a sí mismos. Si la persona se presenta de manera holística, trabajamos con ese todo. Pero si presenta lo que experiencia como diferentes partes, trabajamos con todas estas partes de la persona.
La nueva teoría nos ayuda a enfrentarnos a los desafíos prácticos de trabajar con consultantes que se simbolizan a sí mismos en términos de partes. Mary y Joe nos dan ejemplos:
Mary: | la mayor parte del tiempo soy una princesita: toda dulzura y luminosidad. Una mosquita muerta. Mi princesita se lleva bien con todo el mundo y en general la gente la trata bien. Se desarrolló en mi infancia y todavía anda por acá. Pero también tengo un lado duro, tan duro como suave es la princesa. Yo la llamo mi parte arpía. Tiemblo cuando pienso en ella: es capaz de arrancarte los ojos con las uñas; mejor que no te metas con ella. Ésta también aparecía en mi infancia, y por buenas razones. |
Joe: | Tengo un yo fuerte y un yo débil. Durante años mi yo fuerte odió a mi yo débil pero esto fue cambiando durante mi proceso de counseling. Ahora entiendo cómo surgió mi yo débil; no se trataba sólo de que fuera “patético”, estaba asustado, profundamente asustado. Mi yo fuerte me ayudó a sobrevivir pero también necesito a mi yo débil; tiene partes mías que mi yo fuerte no tiene. |
Mary y Joe están familiarizados con sus configuraciones y hasta les pusieron nombres que reflejan sus temas principales. Para otras personas hay menos familiaridad, menos claridad, pero aun así tienen una sensación de pluralismo, como en el caso de Teri que, al sobrevivir una situación en la que fue rehén, descubrió otra dimensión de su sí mismo:
Teri: |