Casada con un desconocido. Эбби Грин. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Эбби Грин
Издательство: Bookwire
Серия: Bianca
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788413486932
Скачать книгу
cautivado, por mucho que odiara tener que admitirlo.

      Ella lo había seducido con su mirada inocente, y lo había atrapado con un viejo truco. La marca que había dejado en él aquella transgresión y su momento de debilidad por ella, había provocado un constante mal humor. El deseo que había sentido por ella se había disipado tan pronto como él había descubierto su traición, pero, de pronto, había regresado como para mofarse de él, por haber pensado que tenía todo bajo control.

      Sasha hizo una mueca al sentir que Apollo le agarraba el brazo con fuerza. Intentó soltarse y él la miró.

      –Ya estoy bien, puedes soltarme.

      Al instante, él retiró la mano y dijo:

      –Mi coche está ahí, justo en la puerta.

      Sasha vio un automóvil plateado y a un chófer que sujetaba abierta la puerta trasera. Salió del hospital y respiró una bocanada de aire fresco. Sasha se subió en el coche. Sus zapatos le hacían daño a pesar de que solo había caminado unos pasos. No podía creer que habitualmente llevara ese tipo de zapatos.

      ¿O era que a Apollo le gustaban y ella los llevaba para complacerlo?

      La idea la hizo estremecer. La idea de complacerlo. Excepto que parecía que él no se sentía complacido y ella no sabía por qué.

      El chófer arrancó el vehículo y Apollo le hizo un comentario en griego. El hombre levantó el cristal de privacidad. Sasha era tan consciente de la presencia de Apollo que se sentía como si le hubieran quitado una capa de piel.

      Él colocó la mano sobre su muslo. Tenía los dedos largos y las uñas bien cortadas. Parecía que el traje que llevaba se lo habían hecho a medida para resaltar su poderoso físico. Él la miró y ella no tuvo tiempo de disimular y de hacer como si no estuviera mirándolo.

      –¿Estás bien?

      Ella asintió.

      –¿A dónde vamos?

      –A casa. No está muy lejos de aquí.

      –¿He vivido allí mucho tiempo?

      –Durante los tres últimos meses, desde que nos casamos.

      –¿Dónde nos casamos? –Sasha se dio cuenta de que, si no fuera porque aquel hombre había ido a buscarla después del accidente, cuando la encontraron por la carretera desorientada y un día después de que denunciaran su desaparición, él podría haber sido cualquiera.

      Apollo la miró fijamente y ella se sonrojó. Después, él sacó un teléfono del bolsillo y le mostró la pantalla.

      –Nos casamos en Atenas, en una ceremonia civil.

      Ella miró la pantalla del teléfono y vio un artículo de prensa donde había una foto de la boda. La que salía era ella, aunque le costaba reconocerse. Llevaba un vestido de seda sin mangas, cortado al bies y con un escote casi hasta el ombligo. Los zapatos de tacón alto, mucho maquillaje y el cabello peinado con grandes tirabuzones. Joyas de oro y un gran anillo de diamantes. Al ver la foto, se sintió avergonzada.

      –¿Tenía anillos?

      –Sí. Los médicos dijeron que debiste perderlos durante el accidente.

      –Espero que no fueran muy valiosos.

      –No te preocupes, estaban asegurados.

      Sasha miró de nuevo la foto en la pantalla. Aparecía sonriendo y agarrada del brazo de Apollo. Sin embargo, su esposo no parecía muy contento. El recuerdo que tenía de él sonriendo debía de ser producto de su imaginación.

      Comenzó a leer el artículo por encima.

      Apollo Vasilis, el magnate griego del sector inmobiliario, se casa con su novia británica, Sasha Miller en una ceremonia privada y por lo civil.

      La información justa. Sasha le devolvió el teléfono. Se sentía todavía más desorientada. Tenía un millón de preguntas, pero empezaba a dolerle la cabeza y el médico le había dicho que se tomara las cosas con calma.

      Al poco tiempo el coche entró por una gran puerta de hierro. Un hombre que estaba en una garita los saludó después de intercambiar unas palabras con el conductor.

      Sasha miró por la ventana asombrada. El camino de entrada llevaba hasta una casa de dos plantas donde los esperaba una mujer vestida de uniforme en lo alto de una escalera, junto a la puerta.

      Apollo salió del coche, y abrió la puerta de Sasha para ayudarla a salir.

      Ella le dio la mano y se estremeció. Al sentir que se sonrojaba, retiró la mano lo más deprisa que pudo.

      Su manera de reaccionar ante él era demasiado. Decidió que evitaría tocarlo de nuevo, pero una vocecita le recordó que estaban casados.

      Se detuvo al pie de la escalera. De pronto, se le ocurrió que compartirían habitación. Y la cama. Se le aceleró el corazón. Apollo estaba casi en la puerta de la casa. Se volvió y ella vio que la miraba con impaciencia.

      –¿Sasha?

      Ella subió por las escaleras. ¿Quizá podría sugerirle que durmieran separados hasta que recuperara la memoria? ¿No pretendería que compartiera su cama cuando sentía que apenas lo conocía? Daba igual lo que su cuerpo le indicara.

      Sasha no reconoció a la mujer vestida de uniforme. Y ella no parecía muy contenta de verla. Miraba a Sasha de forma extraña, como si esperara que hiciera algo inesperado.

      Sasha dio un paso adelante y le tendió la mano.

      –Hola.

      La mujer se puso tensa y miró a Apollo. Él debió de hacerle un gesto porque después volvió a mirar a Sasha y le estrechó la mano diciendo:

      –Bienvenida a casa, kyria Vasilis.

      Sasha notó que alguien le tocaba la espalda, distrayéndola de la extraña reacción que había tenido la mujer.

      –¿No recuerdas a Rhea?

      Ella negó con la cabeza.

      –Lo siento de veras, pero no.

      La mujer le soltó la mano.

      Apollo dijo:

      –Le mostraré la casa a mi mujer. Dentro de un par de horas comeremos algo ligero, Rhea. En la terraza pequeña.

      La mujer asintió y desapareció en la casa. Sasha miró la imponente entrada. Estaba convencida de que nunca había visto aquellos suelos de mármol ni había estado en ese lugar.

      Se equivocaba. Había vivido allí. Era evidente que no podía confiar en su instinto.

      Apollo le mostró las habitaciones que había alrededor del recibidor circular. Había un salón de uso formal y uno de uso informal. Un comedor para eventos formales y otro, para eventos informales.

      Las habitaciones estaban decoradas con elegancia. Eran modernas, pero parecían clásicas. Grandes lienzos cubrían las paredes y había antigüedades entre objetos modernos.

      En todas las habitaciones había una puerta que daba a la terraza que ocupaba todo el lateral de la casa. La vista de los jardines era impresionante, pero todavía lo era más la vista de Atenas en la distancia.

      Sasha salió a la terraza desde el comedor e inhaló el aroma de las flores. Intentó recordar si había contemplado aquellas vistas en otra ocasión, pero no lo consiguió. Apollo se acercó a ella y Sasha notó que se le erizaba la piel.

      –¿Es una casa antigua? –preguntó.

      –No. La he construido yo.

      –¿Tú?

      –No yo, sino mi empresa de construcción.

      –¿Eres el propietario de una constructora?

      Él la miró y asintió.

      –Vasilis Construction.