Pesamos constantemente a los cachorros para asegurarnos de que crecen a un ritmo adecuado.
Sostener y tocar a los cachorros ayuda a prepararlos para las sesiones de cepillado y los chequeos físicos.
5
La apertura al mundo
PERÍODO DE SOCIALIZACIÓN: 3-12 SEMANAS
Han pasado veintidós días. Hasta ahora, el único mundo que han conocido los cachorros es un pequeño nido circular en lugar de la habitual guarida que encontrarían en un hábitat natural. Para el cachorro de pocos días, el nido es un entorno delimitado y estable que cumple todos los requisitos para cubrir sus necesidades básicas.
Y así ha sido, hasta ahora.
En los últimos días, los cachorros se han mostrado mucho más activos en el nido, casi inquietos, lo que indica que han empezado a desarrollar la sensación de confinamiento. Ahora que Anka cada vez se ausenta durante más tiempo, los animales empiezan a dar zarpazos a los laterales del nido en un intento de seguirla. Esta mañana, al fin Sunny se decide a saltar la barrera. Con lentitud, trepando centímetro a centímetro hasta plantar las pezuñas sobe el borde, saca el morro y ve que Anka dormita en su cama cercana. Sunny suelta en vano unos ladriditos impacientes; Anka ignora su llamada. Ése es justo el incentivo que necesitaba. Con firme determinación e iniciativa, intenta con obstinación escalar la pared. Se aúpa, golpeando agitadamente la pared del nido con las patas traseras, y consigue salvar el borde, pero se desploma sobre el duro suelo de la habitación. Esta caída inesperada provoca una serie de alaridos agudos que hacen que Anka se levante y acuda en su ayuda. La perra le lame en actitud tranquilizadora, se tumba a su lado y le deja mamar. Entretanto, el incidente alborota a los demás cachorros, que asoman el morro por el borde del nido. Pronto se convierten en un coro de hermanos que chillan impacientes. Que acaben uniéndose a su hermano es sólo cuestión de tiempo.
Una madre saca a sus cachorros de cuatro semanas a explorar.
La aventura de Sunny fuera del nido se produce al inicio del importantísimo período de socialización: nueve semanas de intensa exposición a la vida durante las cuales aflora la personalidad de los cachorros. Su comportamiento cambia prácticamente de un día para otro. Sus crecientes habilidades perceptivas y motrices, que ya comenzamos a observar en el período de transición, aparecen coordinadas de repente. Sin duda, han alcanzado un hito en su crecimiento. Aunque todavía necesitan dormir mucho, tienen más energía y permanecen más tiempo despiertos. Ahora se muestran animados y curiosos. Los juegos entre ellos incluyen ladridos y movimientos de cola que identificamos con el comportamiento adulto. Aunque todavía son inmaduros, su cerebro y su sistema nervioso central se han desarrollado lo suficiente para que los cachorros puedan interactuar intensamente con su entorno. Ahora es cuando empiezan a aprender rápido.
¿En qué consiste la socialización?
Por “socialización” se entienden dos cosas: en primer lugar, la adaptación positiva del cachorro a diversos aspectos de su vida, entre los que se incluyen otros perros, gente, lugares y objetos; en segundo lugar, lo que hacemos para promover este proceso. El cachorro es extremadamente sensible a las experiencias de socialización cuando tiene entre tres y doce semanas, período durante el cual los efectos, para bien o para mal, son permanentes. Antes, el cachorro permanecía psicológicamente aislado del entorno, protegido por la falta de desarrollo sensorial. Ahora, esto ha cambiado. Es vulnerable de otro modo.
Naturalmente, los perritos no son conscientes de ello. Al inicio de esta etapa, su orientación básica es la apertura. Sus sentidos reciben abundantes estímulos que les posibilitan la percepción inmediata del entorno. Todo es nuevo e interesante, y empiezan a desarrollar verdadera curiosidad. Están preparados para forjar sus primeras relaciones sociales auténticas con su madre y el resto de la camada.
Dada su confianza positiva respecto a la vida y el crecimiento, mantendremos el entorno de los cachorros estable e incidiremos en esta curiosidad natural con una serie adecuada de experiencias nuevas. La madre debe seguir pasando la mayor parte del tiempo junto a las crías. Puesto que se encuentran en pleno proceso de ajuste de los sentidos recién descubiertos, no vamos a abrumarlos excediéndonos con la estimulación y el ruido durante la primera semana y media. En estos momentos, a pesar de su inclinación natural a investigar su pequeño mundo, una estimulación excesiva podría provocarles miedos. El miedo y la tendencia a evitar nuevas experiencias aparecen de forma natural y normal en fases más avanzadas del período, cuando el cerebro y el sistema nervioso central han madurado al nivel de los adultos. Este período suele conocerse como el de miedo/desconfianza.
En la vida silvestre, este ritmo natural de vínculo y desconfianza estrecha al principio los vínculos del cachorro con la manada y, después, le hace sospechar de animales desconocidos y nuevos como elementos potencialmente peligrosos. Es un mecanismo de supervivencia que por instinto mantiene a los cachorros alejados de los depredadores. Durante sus primeras doce semanas de vida, el único contacto social que mantie ne un cachorro de lobo es con su madre, su camada y los miembros más cercanos de la manada. Así, el cachorro está seguro y se refuerzan los vínculos con la manada, lo que repercute en una mayor solidaridad y seguridad dentro de la propia manada. En los perros domésticos, el patrón es el mismo: primero el vínculo y después la desconfianza.
La camada se deleita muy pronto corriendo en manada por la nieve del campo de ejercicio.
Lo ideal es criar al cachorro con diversos tipos positivos de experiencias sociales, primero con la madre y la camada, y luego con el mundo que le rodea. Puesto que se espera de los perros domésticos un comportamiento en sintonía con lo socialmente aceptable por los humanos, el cachorro necesita mucho contacto con las personas y exponerse a toda clase de situaciones cotidianas comunes. Así se establecerá la base de una actitud positiva hacia personas y experiencias nuevas, y el cachorro aprenderá que los seres humanos y su mundo son parte de su manada. Si se priva al perrito de este contacto, desarrollará reacciones de miedo a la gente y crecerá con un desajuste emocional y social. Llegados a ese punto, reajustar la conducta es sumamente difícil (y muy caro), en caso de que sea posible.
Esto explica por qué es casi imposible domesticar a un lobo adulto. Si bien se han dado muchos casos de lobatos criados y socializados por humanos que se han convertido en sus fieles compañeros, los lobos adultos muestran una resistencia extrema a la domesticación. Como no se expusieron al contacto con humanos durante el período crítico de socialización, no tienen base para establecer la conexión. Como es comprensible, cuando un adulto se enfrenta a la perspectiva de encontrarse con un humano, su tendencia será huir o, si se encuentra arrinconado, reaccionar con agresividad.
En Understanding Your Dog [Comprender a su perro], Eberhard Trumler, conocido etólogo de Alemania, relata que deliberadamente crió a una camada de dingos (perros salvajes australianos) de modo que no tuvieran ningún tipo de contacto con seres humanos entre la tercera y la séptima semana de vida. Excepto por la presencia de otros miembros de la manada, los cacharros crecieron con sus padres tal como lo habrían hecho en libertad. Los resultados eran predecibles. Evolucionaron como perros salvajes tímidos que evitaban el contacto con los humanos y se escondían cada vez que Trumler entraba en el patio. Puesto que uno de los objetivos de Trumler era observar el comportamiento de los dingos en un escenario esencialmente natural, el hecho de que estuvieran recluidos no era relevante. Los animales actuaban como lo habrían hecho en libertad. Sin embargo, una reclusión similar practicada en perros domésticos tiene consecuencias más importantes.
Al criar a varias camadas en