En todas las tradiciones budistas tibetanas se enseña el mantra de Vajrasattva como medio para la purificación del karma negativo. Recitando el mantra, el efecto del karma y los obstáculos disminuyen, y uno desarrolla claridad. A veces se oye hablar de enfermedades kármicas, es decir, enfermedades hasta ahora incurables, como algunos tipos de cáncer, etcétera. Ahora bien, de acuerdo con la enseñanza, no hay nada que no pueda purificarse; es solo que no sabemos lo pesado que es el karma que debemos purificar; no sabemos si pesa cien, mil o millones de kilos. Ese es el problema, pero no existe ningún karma que no podamos eliminar.
Si somos practicantes, debemos ser conscientes de las circunstancias bajo las cuales se manifiesta el karma. Por ejemplo, si queremos que una semilla germine, debemos plantarla, fertilizarla, regarla, permitir que tenga acceso a la luz solar, etcétera. Si no la sembramos en las condiciones apropiadas, incluso si la semilla posee toda la potencialidad para germinar, no dará ni flores ni frutos. Si plantamos diez semillas idénticas en diez macetas, pero regamos algunas y dejamos otras sin regar, ponemos algunas al sol y otras a la sombra, o dejamos algunas sin fertilizantes, etcétera, nunca obtendremos diez flores idénticas. Algunas de ellas prosperarán, otras se sofocarán, mientras que otras ni siquiera germinarán; obtendremos distintos resultados, aun cuando todas las semillas posean la misma potencialidad de producir plantas de la misma especie. Todo está determinado por las diversas circunstancias secundarias.
Por tanto, si el karma madura, ello se debe al hecho de que las circunstancias secundarias han sido favorables para su manifestación. Si estamos conscientes de ello, podremos comportarnos en consecuencia. Si está germinando una flor que no deseamos, podemos bloquear su crecimiento dejando de regarla. Siendo conscientes de las circunstancias que favorecen el karma, nos volveremos activos en nuestra práctica y adquiriremos sabiduría.
4. La transmigración o samsara
El Cuarto Tema a Tener Presente o Cuarto Entrenamiento Mental es la comprensión de la transmigración como consecuencia del karma positivo o negativo. En la India, por ejemplo, hay cientos de miles de personas que están muriendo de hambre, mientras que en otras partes del mundo hay gente que es muy rica y a la que nada le falta. Los niños que nacen en familias muy pobres sufren todo tipo de privaciones, mientras que los nacidos en familias pudientes pueden disfrutar de muchas cosas. ¿Por qué existe esta diferencia? ¿De qué depende? Depende del karma.
En 1953, cuando estaba estudiando en China, estuve presente en algunos debates en los que se criticaba el budismo. Algunos argüían: «Los budistas justifican las injusticias afirmando que todo está causado por el karma, de modo que los ricos pueden disfrutar de sus privilegios porque poseen un karma positivo, mientras que los pobres tienen un karma negativo y, por tanto, deben padecer sus privaciones. De esta manera, en cualesquiera circunstancias, los maestros siempre se hallan en buena posición».
Admitir la realidad del karma no significa sostener que sea justo que el rico se aproveche del pobre. Ahora bien, si no existiera el karma ¿cómo podríamos explicar que Mao Tse Tung fuera quien comandaba y que los demás obedecieran, o que ciertos oficiales chinos hayan vivido como príncipes, gastando grandes cantidades de dinero en banquetes y trabajando en oficinas decoradas con preciosas alfombras, mientras que muchos campesinos no han tenido comida o medios suficientes para vivir dignamente? ¿A qué se debe esta diferencia sino al karma? Si comprendemos el funcionamiento del karma podemos actuar de la mejor manera posible para combatir la injusticia. Negar el karma no es muy útil, pues cuando hay una causa habrá un efecto. Esta es la ley del karma. Y es en esta continuidad de causa y efecto en lo que se fundamenta la transmigración: los seres que sienten continúan creando nuevas causas, que producirán nuevos efectos.
En Occidente, a mucha gente le sorprende el principio de la transmigración o el renacimiento, ya que el cristianismo no habla de ello. Quizá en el cristianismo primitivo se haya aceptado la transmigración, pero hoy en día la Iglesia no reconoce oficialmente su validez. Este concepto no forma parte de la cultura occidental, y cuando las personas oyen hablar de la transmigración, hallan muchas razones para cuestionarla: «¿Cómo puedo aceptar la transmigración?», etcétera. En mi opinión, la transmigración no es algo que debamos aceptar o rechazar. Para mí es algo normal, y no hace falta gastar energía discutiendo si se debe o no creer en ella. En las enseñanzas hay muchas historias de seres que tuvieron un cierto tipo de existencia, pero después de su muerte renacieron en otras formas. Si creemos en esto, está bien; pero el creer o no creer no son factores determinantes. Lo importante es el principio de la continuidad: lo que ahora es presente se convertirá en pasado, y el futuro continuará haciéndose presente, tal como a la inhalación le sigue la exhalación. Este continuo está relacionado con el karma.
«Transmigración» es lo mismo que «continuación». No importa si se cree o no en los detalles de la teoría budista de la transmigración. No hace falta incursionar muy profundamente en ello, pues no es tan importante si se cree o no en el renacimiento. Si queremos concentrarnos en el tema de la transmigración durante tres días o una semana está bien, pero no debe convertirse en motivo de preocupación ni causarnos ansiedad o pesimismo. Lo importante en la enseñanza es la presencia, y en este caso lo que cuenta es que comprendamos que la continuidad de nuestra vida está relacionada con el karma.
Es, pues, sumamente útil comprender el sentido de los Cuatro Entrenamientos Mentales o de las Cuatro Comprensiones a Tener Presentes. Si tenemos estas comprensiones y las mantenemos presentes, la diligencia y la presencia en la vida diaria surgirán en todo momento y se desarrollarán, no solo cuando nos sentemos a practicar, sino también cuando caminemos, hablemos, comamos y, en general, en todos los momentos de cada día. Si logramos integrar esta conciencia, esta presencia, en nuestras vidas, los Cuatro Entrenamientos Mentales pueden volverse muy útiles para comprender e integrar el sentido de la enseñanza, el cual subyace no solo en el aprendizaje de un método, sino que debe estar basado en una genuina comprensión.
A fin de cuentas la enseñanza puede presentarse de muchas formas distintas e incluir una variedad de métodos. Aunque hay muchos tipos de misticismo, religión o filosofía, el verdadero sentido de los que son auténticos se reduce a un principio único. Comprender esto conduce a la realización; pero a fin de comprender el sentido de la enseñanza, debemos también comprender qué es la realización. Cuando vamos a un mercado, hallamos ropa, pero también otras mercancías, como comida, etcétera. Del mismo modo, en este mundo está la maravillosa enseñanza del Buda Shakyamuni, pero también las de los maestros sufíes, así como las de los grandes yoguis hinduistas. Cada una de ellas puede enseñarnos muchas cosas, pero si no comprendemos el principio de la enseñanza y su relación con los métodos que transmite, solo nos confundiremos y tendremos una gran cantidad de problemas. La enseñanza no es un objeto abstracto, sino algo relacionado con el individuo y, puesto que existen muchos caracteres, condiciones y deseos diferentes, hay distintas enseñanzas.
El Refugio1
Los Tres Principios Sagrados –tampa sum en tibetano– son tres aspectos fundamentales de la enseñanza que siempre se explican desde el comienzo, no solo en las enseñanzas Dzogchén, sino también en todos los niveles del Sutra y del Tantra. El primero de estos Tres Principios Sagrados es el Refugio y la Bodhichitta; el segundo es la Contemplación; el tercero es la Dedicación de Méritos.
Lo que significan esencialmente el primero y el tercero de los Principios es que cuando comenzamos una práctica lo hacemos con una idea o pensamiento, y del mismo modo, cuando terminamos la práctica y regresamos a nuestras actividades ordinarias, también comenzamos dichas actividades guiándonos por una idea o pensamiento. En efecto, no siempre estamos en el Estado de Contemplación –lo que denominamos «Estado Primordial»–, que es el segundo de los Tres Principios Sagrados. Incluso habiendo tenido alguna vivencia de este Estado, la mayor parte del tiempo estamos distraídos. Por tanto, a fin de encontrarnos en el Estado de Contemplación, comenzamos orientándonos hacia él por medio de una idea o pensamiento.
Supongamos que, al menos intelectualmente, hemos comprendido