En ese sentido, en América Latina han surgido manifiestos en torno a la realización cinematográfica y se ha utilizado el metacine como una forma de narrar que, en ocasiones, busca separarse de lo enseñado por el cine hollywoodense y que saca a relucir lo que es Latinoamérica en cuanto a cine, buscando una especie de identidad cinematográfica. Sin embargo, este fenómeno no ha sido analizado suficientemente, y por ello, surge el planteamiento del presente trabajo. La investigación pretende, entonces, analizar el uso del metacine en el cine latinoamericano, en cuya vía identifica los temas sobre los que se reflexiona por medio de este; así como las problemáticas que justifican su uso en este contexto, y señala las propuestas narrativas metaficcionales inspiradas por el cine latinoamericano.
El proceso inició con la observación de quince películas extranjeras, que dieron a conocer cómo funciona la metaficción dentro del cine, mostrando temas de reflexión y parámetros de comparación con América Latina. Luego, para llegar a la selección final de cinco películas latinoamericanas, se vieron dieciocho, de las cuales la mayoría fueron recomendadas por el doctor Lauro Zavala, sumándole otras encontradas en trabajos sobre el tema, algunos de ellos mencionados en el estado del arte.
La época y el país de origen no fueron relevantes en la selección, pero el factor social y/o cinematográfico del momento sí, por lo que no se limitó la investigación a una época, pero sí a unas cuantas películas. Las cintas seleccionadas cumplieron con el requisito del juego entre lo ficticio y lo real y con al menos una de las siguientes condiciones: se reconoce como creación cinematográfica o habla sobre el cine. Estas fueron: La tarea de México (Hermosillo, 1991), El elefante y la bicicleta de Cuba (Tabío, 1994), Entre Marx y una mujer desnuda de Ecuador (Luzuriaga, 1996), Pompeya de Argentina (Garateguy, 2010) y Petecuy, la película de Colombia (Hincapié, 2014).
La investigación cuenta con cuatro momentos donde, tras una mirada conceptual y de algunos trabajos similares, se presentan aquellas reflexiones halladas en el metacine de Latinoamérica, reflexiones que van desde el cine como arte, hasta la necesidad que posee una sociedad de contarse por medio de juegos metaficticios.
Metacine, el arte de mirar a la cámara
Ahondando en su significado, en el término metaficción tenemos que el prefijo meta, según Laura Vizcaíno (2016), significa “más allá”. Por lo tanto, metaficción significa “más allá de la ficción”. Ahora bien, un relato metaficcional es aquel que leemos, o que vemos, mientras somos conscientes de que estamos presenciando dicha invención. Es “la ficción hablando de sí misma para mostrar sus construcciones internas, sin dejar de ser ficcional” (Vizcaíno, 2016, p. 34). En otras palabras, el elemento metaficcional da cuenta de la construcción de la obra como tal, y en ocasiones se realiza sin disfraz alguno (Vizcaíno, 2016), recordándole al espectador que está presenciando una historia que fue creada por alguien. Por ello, el personaje del narrador o director es importante en este género, pues en ocasiones la historia contiene una autoconsciencia del relato por parte del escritor, creador o director.
Gérard Genette explica en Figuras III (1989) que existe el narrador extradiegético y el intradiegético. El narrador extradiegético es aquel que se encuentra fuera de la historia, y el intradiegético es aquel que participa de los hechos que narra. Por ende, la diégesis es el mundo ficticio en el que sucede la historia narrada y la extradiégesis lo contrario. Así, en la metaficción se ve un constante juego entre estos dos mundos. “Lo más sorprendente de la metalepsis radica en esa hipótesis inaceptable e insistente de que lo extradiegético tal vez sea ya diegético y el narrador y sus narratarios, es decir, ustedes y yo, tal vez pertenezcamos aún a algún relato” (Genette, 1989, p. 291).
Uno de los elementos resaltados por Alba Clemencia Ardila (2013) a la hora de comprender la metaficción es el elemento de ficción-realidad, pues hay un constante juego entre estos dos polos, problematizando sus límites y creando cuestionamientos a partir de procesos de autoconciencia, autorreferencialidad y autorreflexividad. Estos procesos los define Diego Pérez (2015) diciendo que la metaficción es el término general de la obra que habla de sí misma.
El primero es la autorreflexividad, herramienta narrativa que reflexiona sobre el hecho estético mismo, dedicándose a explorar el entorno donde se construye la obra; el segundo es la autorreferencialidad, donde se indaga sobre el mundo interno de la historia, incluyendo la vida del autor en la mayoría de casos; y el tercero es la autoconciencia en cuanto al personaje, pues este es consciente de su condición y lidia con el hecho de reconocerse como personaje –dicho recurso se conoce también como anagnórisis metaficcional2 (Pardo, 2011)–.
Algunos ejemplos de metaficción, según Vizcaíno (2016), serían: cuando un texto retoma otro relato (intertextualidad), cuando el autor de la historia aparece en la misma como un personaje más (metalepsis), o cuando la historia relata una historia que cuenta otra, y así sucesivamente hasta convertirse en una especie de laberinto (puesta en abismo). Ahora bien, estos mismos ejemplos, y muchos otros más, se pueden encontrar en el cine, desarrollados por la narrativa audiovisual que este propicia.
Según Pardo (2011) hay dos tipos de metaficción que se pueden considerar al analizar este elemento en las películas: la metaficción en el cine y la metaficción fílmica. El primer tipo encierra películas que no son el elemento metaficticio como tal, historias que usan la metaficción pero sin involucrar al cine; es decir, la película no se reconoce como película ni habla sobre el cine. Esto sucede, por ejemplo, cuando vemos metaficción literaria, como en Stranger than Fiction (Foster, 2006) o metaficción teatral como en Synecdoche, New York (Kaufman, 2008). Historias que utilizan la metaficción, pero no el metacine. El segundo tipo de metaficción es la metaficción fílmica, el foco de esta investigación, y se refiere a las películas que se saben películas, es decir, que se reconocen como un acto de creación fílmico o que hablan del cine, de hacer películas y de todo tipo de temas en torno a esto, como ser director, guionista, actor, etcétera.
A la metaficción fílmica se le conoce también como metacine, y es aquella metaficción desarrollada por el cine, o el cine dentro del cine, es decir, “la autorreferencialiadad por antonomasia, el discurso mostrado en construcción” (Navarrete, s.f., p. 3). Además, según Pardo (2011):
La metaficción fílmica permite así profundizar en la problemática propia del cine, si bien para realizar una reflexión de índole general sobre la función del cine en la vida –el cine como arte (o institución), más que sobre la propia película (el medio). (p. 165)
Situación que coincide con lo dicho anteriormente sobre la metaficción, que no se da azarosamente, y que idealmente siempre tiene una justificación para hablar sobre el cine en cierto lugar del mundo.
El metacine, como estrategia narrativa, dice la licenciada en Estudios Literarios Emilia Michel Mata (2014), es: “[…] un concepto que no es fijo y que ha viajado entre disciplinas,