Nosdriov ha sido quizás un personaje no demasiado tratado por la crítica; en cambio, como ya he señalado, contiene en sí una verdadera amalgama de papeles; es (una vez más) el autor, aunque también el lector... tal vez corrupto como él pero que no aguanta la falta de explicación de la empresa de Chichikov; a su vez, es el teórico de la historia... aquel que le plantea al historiador las cuestiones teóricas decisivas, que como señala Terry Eagleton son a menudo preguntas sencillas, directas, como las que hacen los niños («Mamá, ¿de dónde ha salido el capitalismo?»; véase p. 34). Nosdriov, personaje antipático donde los haya, desecho humano que alberga todas las corrupciones posibles, y frente al que está prevenida una sociedad (por otro lado, no mucho menos corrupta) es no obstante quien plantea directamente la cuestión más decisiva al que busca en el pasado, la cuestión por otro lado más deseada por el lector-espectador de la acción: «[...] para qué has comprado almas muertas». La pregunta de Nosdriov será el punto de inflexión de la trama. El teórico ha cuestionado el porqué de una actividad, la del historiador, cuyo sentido no se explicita en ningún momento, ni –es obligado recordar– se va a explicitar en la acción; habrá de ser el narrador cuasi-omnisciente de Gogol quien le desvele al lector la naturaleza de la búsqueda de Chichikov. Las razones, en todo caso, resultan tan mezquinas que sería imposible explicitarlas para justificar su tarea... sólo el historiador conoce las inconfesables razones de su actividad...
Si Gogol no hubiera sido un historiador y un teórico de la historia frustrado, tal vez sería exagerado plantear algunas de estas interpretaciones, pero dadas las experiencias del autor en tales campos, esta lectura parece por completo plausible. Para Fusso, es bien conocido que Gogol fracasó como historiador. Lo que no se aprecia tan a menudo es que este fracaso se halla en el centro de sus logros artísticos en Almas muertas. Esta autora plantea que, para rastrear las cuestiones históricas de la obra de Gogol, hay que indagar en su ficción (particularmente en Almas muertas), en su no-ficción (ensayos teóricos), y en el diálogo que se establece entre ambos (sobre todo en Arabescos; Арабескu, 1834-1835). Así, ella tratará de explicitar los principios fundamentales de la historiografía de Gogol y de aplicarlos al estudio de Almas muertas; tales principios no interesarán tanto como herramientas que luego aplicará a ensayos historiográficos sino como estructuras formales que desplegará en sus trabajos literarios. Gogol será uno de los pocos escritores en los que sus investigaciones historiográficas den unos frutos notables en literatura, «pues hay una profunda conexión entre los principios de su historiografía y las estrategias estéticas de su ficción» (1993, p. 5)[31].
Las lecturas de los filósofos de la historia de los siglos XVIII-XIX le aportarán a Gogol ideas decisivas de sus Almas muertas. Siguiendo a Herder, opinará que la historia sigue un plan providencial que da sentido a todos los elementos aparentemente dispersos o que la geografía es clave para explicar muchas cosas de las que la historia no puede dar cuenta, pues determina el carácter de las gentes y, por tanto, sus costumbres, sus gobiernos y sus leyes...[32]. Como quien ha fijado a cada pueblo en su sitio es la Providencia, lo que tienen que hacer los profesores de Historia es contribuir a preservar el orden político establecido en cada geografía, pues es obra de Dios. De ese modo, si el gobierno es algo sagrado, el patriotismo es también un resultado de la visión providencialista del mundo. Ésa es también la concepción de Almas muertas, donde la vasta geografía rusa transmite su gigantismo a las personas y cosas que la habitan y a sus expectativas (veáse Fusso, p. 9).
Una de las claves que hay que tener en cuenta para entender Almas muertas (= «la eterna canción» = Rusia) en relación a la historia se hallaría en el artículo de Arabescos sobre las canciones ucranianas («O Малороссийских Песнях»). Gogol alaba esas canciones como fuente histórica aunque no pueda ser tomada al pie de la letra y no cuente con datos precisos... pues, en ellas, puede encontrarse el espíritu del pasado y, a través de ellas, se pueden «adivinar» los sufrimientos pasados del pueblo. Ese «adivinar» servirá para llenar los huecos que la historia no puede completar.
No sorprende que Arabescos contenga indicaciones de sesgo antierudito, puesto que el libro no es sólo la suma del trabajo erudito de Gogol sino un adiós a la erudición y un giro final hacia la ficción. A través de Arabescos, el modelo para el historiador es el poeta y el más alto elogio que puede hacer a Schlözer [historiador] es alabarlo con los mismos términos que al poeta supremo, Puskin. (Fusso, 1993, p. 16.)
La carrera de teórico de la historia de Gogol empieza en Arabescos, y lo hace de un modo tan sutil que nadie va a entender lo que significa esta obra en la que los artículos de teoría de la historia se alternan con relatos literarios. Arabescos da muestras del interés de Gogol en estudiar las complejas relaciones entre realidad y ficción; algo que llevará a cabo en unos términos que no se corresponderán con su tiempo. Sólo un autor así puede llegar a la creación de obras como «La nariz», «El capote» o Almas muertas. Arabescos acaba con el Diario de un loco, en el que se parodia a un historiador serio:
Su búsqueda de documentos fiables (en forma de cartas de perros) y su estudio de ellos parodian la actividad del historiador; al final de sus investigaciones, anuncia, «Ahora veo todo como si estuviera en la palma de mi mano». Tal como corresponde a un historiador que ha enloquecido, acaba metiéndose dentro de la historia como un «gran hombre», el rey de España[33]. (Fusso, 1993, p. 17.)
Pero Poprichin, que representa una venganza paródica sobre las pretensiones de los historiadores, no fue el único signo del rencor con el que Gogol abandonó su carrera de historiador. Almas muertas será el trabajo que empiece inmediatamente después de publicar Arabescos. Ahora bien, mientras en sus artículos sobre historia, de raíz herderiana, Gogol reconoce el orden inmutable e inabarcable de la Providencia, en Almas muertas, el protagonista es el desorden, que se convierte en un fin en sí mismo y que es el que da vigor estético a la narración.
Por otra parte, mientras que la historia universal de Schlözer (como se ve en su artículo «Шлецер Миллер и Гердер», «Schlözer, Müller y Herder») advertía al historiador sobre que no se podían rellenar los huecos del conocimiento con hipótesis, «en Almas muertas, esos huecos se convertirán en el espacio en el que la imaginación se vuelve hacia sí misma, sin ser trabada por los hechos» (1993, p. 52). Ello se verá con especial claridad en que, en la obra, se tratan dos mundos oscuros que el historiador no puede ver en los documentos: el de los campesinos rusos y el de los muertos.
Gogol,