Algunas industrias locales y responsables de la isla han comenzado a reciclar metales que venden a la India, un negocio que no solo es útil, sino que está al alza. Sin embargo, esta exportación no es suficiente para aliviar la carga de este monstruoso vertedero, que ahora expone al medioambiente y a la población a problemas a largo plazo. Con 7 kilómetros de largo por 200 metros de ancho, Thilafushi crece cada día, ya sea por las extensiones de cemento o por los vertidos incontrolados en las aguas poco profundas de la laguna. Amontonados, almacenados y quemados, los desechos producen una peligrosa acumulación de residuos, a veces tóxicos, que los trabajadores inmigrantes, procedentes de Bangladesh, tienen que clasificar en condiciones muy precarias. Residuos tóxicos como el plomo, el mercurio o el amianto contaminan las aguas marinas y puede matar el coral, pero también pueden contaminar los alimentos que se consumen en las islas. En 2014, un joven surfista estadounidense hizo un fotorreportaje de la isla de la basura y centró su atención en las toneladas de plástico que llegaban de las playas paradisíacas. En tanto, el Gobierno creó dos instituciones públicas para que se encargaran de la gestión de los residuos. En 2017 se aprobó un presupuesto de 100 millones de dólares para crear un centro de gestión integrada de residuos que incluía la construcción de dos incineradoras.
Green resorts
Concebidos desde el máximo respeto por el medioambiente, son famosos por combinar lujo y ecología. Las islas en las que se construyeron son puras joyas naturales que han mantenido su carácter salvaje y sus villas de arquitectura local inspiran autenticidad y elegancia. Llevan a la práctica una filosofía ecológica de verdad y se involucran en acciones de protección de la fauna y la flora. A veces disponen de un centro ecológico.
Parques Nacionales
Protección de la fauna y la flora
El 5 de junio de 1995, con ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente, el Gobierno de las Maldivas estableció quince áreas marinas protegidas, situadas en las zonas turísticas más visitadas por los buceadores. Desde entonces, el número ha aumentado hasta los veinticinco en 1999. Está estrictamente prohibido fondear (excepto en caso de emergencia), bucear a más de treinta metros de profundidad, utilizar dinamita, pescar —a excepción de pesca con cebo vivo— y realizar cualquier actividad que pueda ser perjudicial para el área o la vida marina asociada a ella. El Gobierno maldivo ha notado que estas áreas marinas protegidas son un beneficio económico para el país. Un gran estudio, basado en el número de inmersiones anuales, mostró que los tiburones tienen un «valor turístico» de ocho millones de dólares al año. La cifra se obtiene de una simple pregunta que se le hace a los buceadores para saber cuánto pagarían por ver más tiburones. El mismo estudio concluyó que las mantarrayas tienen un valor de nueve millones y las tortugas, de seis millones. El estudio también muestra que el valor turístico del tiburón es diez veces mayor que el que se obtiene de la exportación de todos los productos derivados del mismo. Así, la explotación no extractiva de los recursos de los arrecifes es económicamente más productiva que la explotación extractiva, y el ecoturismo proporciona más moneda extranjera a las Maldivas que la pesca.
Áreas Marinas Protegidas (AMP)
Especies protegidas
Se prohibe la pesca o captura de las siguientes especies: