Otras estrategias que pueden contribuir en el manejo del trastorno son el uso de hierba de San Juan o hipérico, yoga, técnicas de imaginería, acupuntura, luminoterapia, privación de sueño en la fase lútea, entre otras. Sin embargo, se requieren de estudios clínicos de calidad para determinar su efectividad.
Conclusiones
En conclusión, el trastorno disfórico premenstrual afecta entre 2% y 5% de las mujeres en edad fértil. Su presencia genera deterioro en la calidad de vida y funcionalidad, por lo que su tratamiento se hace muy necesario.
Al momento de enfrentar a una paciente con sospecha de este trastorno, se debe explorar la sintomatología afectiva y somática, la severidad y recurrencia mediante calendarios de síntomas. Al inicio se puede plantear un manejo con psicoterapia, cambios en el estilo de vida, uso de calcio, pimienta de los monjes o sauzgatillo. En caso de que la severidad lo amerite se puede iniciar un ISRS como fluoxetina, sertralina o paroxetina, de manera continua o intermitente en el ciclo. Otra alternativa farmacológica de primera línea es el inicio de anticonceptivos orales que contengan etinil estradiol y drospirenona, en específico.
En resumen, es importante reconocer al trastorno disfórico premenstrual como una entidad clínica diferenciada, con impacto en quienes lo presentan y susceptibilidad a ser tratado.
Lecturas recomendadas
Anderson E, Reti IM. ECT in pregnancy: a review of the literature from 1941 to 2007. Psychosom Med. 2009; 71: 235.
American Psychiatric Association. Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5; 2013.
Boyd RC, Le HN, Somberg R. Review of screening instruments for postpartum depression. Arch Womens Ment Health. 2005; 8: 141.
Brand SR, Brennan PA. Impact of antenatal and postpartum maternal mental illness: how are the children? Clin Obstet Gynecol. 2009; 52 (3): 441-455.
Bryant C, Kleinstäuber M, Judd F. Aspects of mental health care in the gynecological setting. Women’s Health. 2014; 10 (3), 237-254.
Dennis CL, Dowswell T. Psychosocial and psychological interventions for preventing postpartum depression. Cochrane Database Syst Rev. 2013; 2:CD001134.
Epperson N, Steiner M, Hartlage A, Eriksson E, Schmidt P et al. Premenstrual Dysphoric Disorder: Evidence for a New Category for DSM5. Am J Psychiatry. 2012; 169 (5): 465-475.
Epperson N. Premenstrual dysphoric disorder and the brain. Am J Psychiatry. 2013; 170 (3): 248-252.
Goodman JH. Postpartum depression beyond the early postpartum period. J Obstet Gynecol Neonatal Nurs. 2004; 33 (4): 410-420.
Goodman SH, Rouse MH, Connell AM, Broth MR, Hall CM, Heuward D. Maternal depression and child psychopathology: a meta-analytic review. Clin Child Fam Psychol Rev. 2011; 14 (1): 1-27
Grace SL, Evindar A, Stewart D. The effect of postpartum depression on child cognitive development and behavior: a review and critical analysis of the literature. Arch Womens Ment Health. 2003; 6(4): 263-274.
Grady-Weliky T. Premenstrual dysphoric disorder. N Engl J Med. 2003; 348 (5): 433-438.
Jadresic E, Araya R, Jara C. Validation of the Edinburgh Postnatal Depression Scale (EPDS) in Chilean postpartum women. J Psychosom Obstet Gynaecol. 1995; 16 (4): 187-191.
Jarvis C, Lynch A, Morin A. Management strategies for premenstrual syndrome/Premenstrual dysphoric disorder. Ann Pharmacother. 2008; 42, 967-978.
McQueen K. The relationship between infant-feeding outcomes and postpartum depression: a qualitative systematic review. Pediatrics. 2009. 123 (4): 736-751.
National Collaborating Centre For Mental Health. Antenatal and postnatal mental health, Clinical management and service guidance. Update 2014. (http://www.nice.org.uk/guidance/cg192)
O’Hara MW, Swain AM. Rates and risk of postpartum depression – a meta-analysis. International Review of Psychiatry. 1996; 8 (1): 37-54.
Pearlstein T, Steiner M. Premenstrual dysphoric disorder: burden of illness and treatment update. J Psychiatry Neurosci. 2008; 33 (4): 291-301.
Stocky A, Lynch J. Acute psychiatric disturbance in pregnancy and the puerperium. Baillieres Best Pract Res Clin Obstet Gynaecol. 2000; 14 (1): 73-87.
Werner E, Miller M, Osborne L, Kuzava S, Monk C. Preventing postpartum depression: review and recommendations. Arch Womens Ment Health. 2015; 18 (1): 41-60.
OBESIDAD Y RESISTENCIA A LA INSULINA EN LA MUJER
MANUEL MORENO G. Y FELIPE POLLAK C.
La obesidad se define como una enfermedad crónica, caracterizada por el aumento patológico de la grasa corporal, asociado al riesgo para la salud.
El riesgo se manifiesta de manera amplia en el concepto de salud, ya que la obesidad afecta en forma severa variados aspectos físicos que comprende una serie de comorbilidades vinculadas a la obesidad, además de aspectos psíquicos y sociales, los cuales en su conjunto determinan un deterioro significativo de la calidad de vida.
La mujer tiene por lo normal una cantidad de grasa corporal mayor que los hombres y una distribución topográfica de la grasa también diferente, determinada en lo primordial por el rol de la maternidad y por la influencia hormonal, resultando en una actividad metabólica diferente, dependiendo de la edad y etapa reproductiva. Esta distribución periférica o femoroglútea de la grasa corporal en la mujer se acompaña de un perfil de comorbilidades diferente al del hombre, con mayor prevalencia de los problemas osteoarticulares y vasculares de extremidades inferiores y menor riesgo de enfermedades cardiometabólicas.
PREVALENCIA DE OBESIDAD EN LA MUJER
La Encuesta Nacional de Salud de Chile 2009-2010, demostró que el exceso de peso es un problema de salud de alta prevalencia tanto en hombres como en mujeres.
La prevalencia de mujeres con Índice de Masa Corporal (IMC) ≥ 25 kg/m2 es del 64,3%, valor que varía al 37,7% en el grupo de 15 a 24 años y de 64% en el grupo de 25 a 44 años. Este último grupo, caracterizado por estar en edad fértil, tiene un mayor riesgo de consecuencias negativas en el proceso reproductivo. La obesidad, definida como IMC ≥ 30 kg/m2, está presente en el 30,7% de las mujeres y la obesidad mórbida (IMC≥ 40 kg/m2) se presenta en el 3,3% de las chilenas, cifras superiores a sus pares masculinos.
La Encuesta Nacional de Salud 2009-2010 pudo mostrar, además, que 46,7% de las mujeres presenta obesidad abdominal, según los resultados observados con la medición de la circunferencia de cintura en valor superior a 88 cm (criterio menos exigente de los puntos de corte analizados en la encuesta).
El nivel educacional bajo se asoció de modo significativo a una mayor prevalencia de obesidad, ya que 46,7% de ellas tiene obesidad versus el 30,1% de las pertenecientes al nivel educacional medio y 19% de las del nivel educacional alto.
Las embarazadas también presentan en Chile altas tasas de obesidad, siendo más elevadas a mayor edad. Los datos nacionales muestran que 31,7% de las embarazadas en el grupo etario de 35 a 44 años son obesas.
Es interesante y preocupante observar que muchas mujeres y hombres en Chile tienen una percepción propia de obesidad muy por debajo de los valores que muestran las estadísticas, por lo cual con probabilidad no lo consideran un problema de salud, retardando un enfrentamiento