A todo confort, fascinante para nuevas experiencias y sensaciones.
Local. 50 m². En calle muy comercial, de mucho paso. A partir de las 9 de la noche, sin embargo, hay mucha tranquilidad, no pasa ni un alma en pena, ni un fantasma alegre. Ideal para cometer hurtos, robos, atracos y actos amorosos transgresores.
Se puede negociar un descuento, con facilidades de pago a parejas jóvenes.
Vivienda. 90 m². Con 3 habitaciones, cocina independiente, recibidor y cuarto de baño. Techos altos, muy adecuados para colgar grandes lámparas, cortinajes y cuerdas para trapecios y posible suicidas.
Vigas resistentes, garantizadas.
Apartamento. 79 m². 4 dormitorios. Gran salón, balcón exterior a una calle en que antaño hubo frondosos árboles que obstaculizaban la visión y que hoy goza de gran perspectiva, con vistas al espacio. Baño con bañera amplia, recomendable para intentar ahogar malos pensamientos y jugar a peces con amigas/amigos y amantes.
Máxima discreción vecinal.
Vivienda. 102 m². 5 dormitorios y medio. 2 baños y medio, con 1 bañera y media. 4 ambientes y medio, exteriores a medias, piezas soleadas 3 semanas y media al año. Idóneo para la buena convivencia de parejas y media.
Precio a convenir, trato directo, sin mediadores.
Viva solo/sola y feliz una vez en la vida. 40 m². Cocina de diseño, polivalente, cómoda. Armario y cama empotrados, para más espacio. Terraza, cuarto de baño completo. Insonorizado para músicas y ruidos ensordecedores, orgías, insultos, discusiones con amantes y cualesquiera fiestas que desee organizar en su vivienda. Muy recomendable para separados amargados o divorciadas juerguistas.
Se facilita hipoteca. Discreción máxima.
Piso espectacular. 299 m². Incluye todos los servicios. Uno de los espacios está bellamente acondicionado para instalar, si es de su gusto, un tanatorio provisional a escala, con una diminuta pero moderna barra de bar. Salida al exterior, buena ventilación.
Con el precio se incluye una póliza de seguros de entierro, con 2 años de primas pagadas. Ideal para espíritus previsores.
Además, disponemos de prestigioso catálogo para clientes audaces amantes del riesgo, con ofertas inverosímiles de viviendas y locales que llevan incorporadas instalaciones erotizadas mecánicas. Reservado para clientes especiales y muy especiales.
(Sólo se informará privadamente, con la debida seguridad.)
ALEJANDRO STIEFEL
Estrés coronavirus
Suena el teléfono… Lo dejo sonar. Intento mirar la hora en el despertador. No veo bien, será la edad. Las siete y media. ¿Las siete y media de la mañana o de la noche? Debería comprar un reloj que marque veinticuatro horas y no doce. Todavía controlo bien, pero en invierno… ¿Las siete son de la mañana o de la tarde? Voy a intentar levantarme. Uff... No puedo. Pero si pido ayuda a mis hijos, vendrán todos y quiero estar tranquilo.
Tengo noventa años y no asumo ante mis hijos que ya no estoy bien. No soporto a mis yernos, quieren quedarse en mi casa y quitarme mis tesoros. Mis papeles, mis periódicos antiguos que ya no puedo ni leer. Mis recuerdos… Lo querrán tirar a la basura.
Bueno, me he podido levantar, pero no sé si es de noche o de día. No quiero llamar a mis hijos, sino, me meterán en una residencia, porque dirán que no estoy bien.
Voy a ver la hora en la tele, ahí sí ponen la hora.
Bueno, pone 20:00, por la tarde. Escucho aplausos. Muy bien, pero no entiendo por qué. Mis hijos me han dicho que no salga al balcón, que me puedo caer. Pero ellos no están aquí. Les echo de menos. Iban a venir, pero no han venido.
Salgo al balcón y aplaudo, como todos, pero no sé por qué.
Por mi edad, no pude estar en la guerra civil española sirviendo, pero viví los desastres de la postguerra. Vi familia enfrentadas por temas políticos. Vi morir a muchos amigos. Vi mucha hambre y mucho rencor… Pero esto… No hablamos de balas. Es un bicho que por lo visto, se mete en el cuerpo y no se puede curar como las balas, que entran y salen. Se queda en el cuerpo, dicen y te ataca. Te da fiebre, como las balas, tienes convulsiones, dicen en el telediario, como las balas, te entra tos y no puedes respirar, como las balas, pero no es una bala.
El telediario me asusta. Dice que podemos salir a determinadas horas. No sé si con mis hijos o solo. No me he enterado muy bien. Preguntaré a mis hijos.
De momento estoy en casa… Vuelve a sonar el teléfono. Esta vez contesto.
Era mi hija, que quiere quedarse conmigo en casa. Le he dicho que no, que me puede contaminar, que estoy bien.
Llaman al timbre. La vecina cotilla. Le digo que estoy bien con mi mejor sonrisa. Cierro la puerta y me siento en la silla cerca de la puerta. La silla donde se sentaba mi mujer para despedir a sus hijos. Mi mujer ya murió. La echo mucho de menos. Ella sabría mejor manejar la situación.
He llorado mucho sentado en la silla. No sé cuánto tiempo estuve sentado. Se me caen los mocos. ¿Dónde está el pañuelo de papel? ¡Qué buenos eran los de tela!, pero no recuerdo cómo poner la lavadora.
El teléfono volvió a sonar. Respiré profundamente y me levanté. Ya habían colgado. La gente moderna tiene muchas prisas. La prisa es mala consejera.
Me senté en el salón. Me sigo acordando de mi mujer. Me he llevado casi toda mi vida con ella y no sabría vivir con mis hijos, ella sí, sabía lo que hacer en todo momento.
Pero ahora estoy solo. Reconozco que no estoy bien física ni mentalmente, pero quiero estar solo hasta que me llegue la hora. No quiero residencia, no quiero besos forzados de mis hijos ni carantoñas de mis nietos. Quiero seguir solo. ¿Ducharme? Me da miedo, prefiero un lavadito de gatos. Soy capaz de hacerlo todo. Siempre lo he hecho, incluso afeitarme… ¿Cómo era? Sí, con la maquinilla todos los días y una vez por semana con la cuchilla. Pero me cuesta trabajo, no veo bien. Sé que no estoy bien, ante mí, no ante mis hijos. Sólo quiero que me dejen en paz, vivir de mis recuerdos y no escuchar el telediario. Ese bicho… no quiero salir a la calle, estoy asustado. Mis piernas cada vez están peor. Cada vez me muevo menos.
Ahora suena el timbre de casa. No hago caso. Sé que es mi hija. Me siento, a duras penas, en el salón. Pongo con bastante trabajo la televisión, para que vea que estoy bien y todo está normal, aunque sé que no es así. No soy tonto. Me he quedado antiguo y nunca he sido capaz de vivir con las nuevas tecnologías. Me compraron un móvil para estar localizado. Nunca lo he usado. Me han comprado una tablet que no sé usar, me han comprado muchas cosas, pañales, por ejemplo. No me hacen falta, de momento estoy bien, pero nadie me pregunta.
Una vez, sólo una vez, me oriné encima y me compraron cincuenta paquetes de pañales para viejos, sí, para viejos. Soy mayor, pero me controlo, bueno, a veces ¿Tendrán razón?
Bueno, voy a abrir la puerta a mi hija y ya directamente le voy a echar la bronca. Seguro que me dice que soy un guarro y que no puedo vivir solo y que me mandarán a una residencia, donde hay muchos viejos y que voy a estar muy bien ahí y me van a cuidar. He visto en el telediario que los mayores se mueren en las residencias y que los que te cuidan te maltratan.
Puede que me mande a una persona que me cuide en casa y no me deje hacer lo que suelo hacer y me empuje y me chille. No quiero que me griten. Llevo muchos años viviendo solo…
Realmente, desde que murió mi mujer, mis hijos y mis nietos venían. Yo hacía la comida. Hubo un tiempo feliz, pero no sé por qué me estuve encerrando en mí mismo. Supongo que no acepté que me hacía más viejo.
¡Dios! ¡Cómo