Los descubrimientos de María Teresa –directora del Programa de Periodismo Independiente de la Open Society Foundations y ganadora de varios premios internacionales de periodismo como el Rey de España y el María Moors Cabot– tienen el respaldo de las investigaciones que a partir de 2008 hizo junto al equipo del portal Verdadabierta.com, el cual se especializa en escarbar las crudezas del conflicto armado en Colombia y, de manera puntual, en la cobertura del proceso de justicia transicional, conocido como Justicia y Paz, al cual se acogieron varios integrantes de los grupos paramilitares con el compromiso de confesar sus crímenes y entregar bienes para la reparación de las víctimas, a cambio de que la justicia les impusiera penas de máximo ocho años de cárcel.
A pesar de ser un vívido y desgarrador retrato del auge de una clase de asesinos y mafiosos rurales culpables de actos de violencia y crueldad a gran escala –escribe James A. Robinson a modo de presentación–, este libro de María Teresa Ronderos, es también un libro sobre héroes, [porque considera sorprendente] que en medio del caos, la violencia y la hipocresía de la Colombia periférica muchas personas demuestran una valentía y una fuerza extraordinarias al defender sus principios y los de los oprimidos y expropiados, y luchan por una Colombia nueva (2014: 21).
Juan Diego Restrepo –discípulo aventajado de Ronderos, primero como reportero y ahora como director de Verdadabierta.com– en su libro Las vueltas de la oficina de Envigado. Génesis, ciclos de disputa y reorganización de una empresa criminal (2015), explica las circunstancias en las que esta surgió para servicio del narcotráfico del Cartel de Medellín, en los años ochenta; sus trasformaciones en aparato de apoyo a las acciones de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia, en los noventa; el papel que, años después, ha jugado en la conformación y articulación de los “combos” y bandas responsables del expendio de narcóticos y la violencia barrial en el Valle de Aburrá e inclusive en otras poblaciones y ciudades del país; la prestación de servicios de protección y su relación con sectores sociales, políticos y económicos; así como su aprovechamiento de la corrupción política, gubernamental, policial y militar.
Durante tres años Restrepo revisó expedientes en despachos judiciales, reconstruyó versiones a partir de distintos casos y cruzó fuentes de información testimonial y documental, para, entre muchos hallazgos, comprobar que la “Oficina de Envigado” inició en 1985 y fue central en las acciones del Cartel de Medellín.
“El nombre de la Oficina viene de los tiempos de Pablo Escobar. Como él se hacía decir doctor, entonces decía que todo doctor tiene su oficina”, narró un exmiembro de esa organización criminal a un equipo de investigadores de la Unidad Nacional de Justicia y Paz en noviembre de 2009 (2015: 29).
La “Oficina”, “flexible como una ameba” –indica Restrepo–, sigue en operación, cambiando de forma, adaptándose al entorno y conservando su capacidad de intimidar con violencia. Precisamente, observa María Teresa Ronderos, la “revelación más interesante” del libro de Juan Diego Restrepo es que constata que una de las razones por la cual la Oficina de Envigado ha conseguido sobrevivir por treinta años, “es que ha sabido ponerse al servicio de poderosos en el mundo legal cuando este, miope, con el pragmatismo que lo ha caracterizado en Colombia, ha decidido que la necesitaban para cumplir una misión urgente” (Ronderos, 2015: 15-17).
Finalmente, tanto en el libro de Ronderos como en el de Restrepo el poder de la crónica salió ileso en su arrojo por despojar de su traje camuflado al poder mafioso y criminal.
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