El árbol de los elfos. Tamara Gutierrez Pardo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Tamara Gutierrez Pardo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468548043
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me acercaba a él a toda velocidad—. ¡Noram!

      Los viajeros que se agolpaban frente a las puertas me miraron con curiosidad. Noram también escuchó mis gritos y se giró, asombrado por verme allí.

      —Jän —jadeó.

      Llegué a él como una exhalación y me abalancé sobre su fuerte pecho. La mochila se cayó al suelo. Noram se vio inicialmente sorprendido por mi acción, aunque sus brazos pronto me abrazaron, y Dios mío, qué bien se estaba ahí…

      —¿Qué haces aquí? —murmuró, si bien me apretó contra él.

      Me estremecí, toda mi alma lo hizo. Sin embargo, tuve que soltarme para poder hablarle mirándole a los ojos.

      —¿Ibas a marcharte sin despedirte de mí? —le reproché, visiblemente dolida y aún conmocionada.

      —Venga, ¿a qué viene tanto drama? —bromeó.

      —¿Por qué te vas así? Rilam me ha dicho que te vas para no volver. ¿Es eso verdad? ¿Piensas largarte y no volver?

      Al ver que su broma no había surtido efecto, Noram se puso más serio.

      —Vamos, Jän, no me lo pongas más difícil —me pidió, y la tristeza que sentía realmente afloró en esa mirada que agonizaba en la mía.

      —No te puedes ir, no puedes dejarme así —susurré. Mis ojos ya no aguantaron más y las lágrimas, antes rebosantes, saltaron al vacío, como mi corazón, como mi alma—. Te quiero.

      Noram se quedó paralizado, pero reaccionó.

      —Yo también te quiero, Jän —contestó, intentando restarle importancia con un desenfado malogrado.

      —No finjas más, sabes a qué me refiero. —Le clavé la mirada y por fin dejé que mi corazón fluyera libre, sin ataduras, sin velos ni camuflajes, sin secretos—. Te amo, estoy enamorada de ti, Noram, desde siempre.

      La parálisis de Noram fue todavía mayor. Nos quedamos quietos, con los ojos enganchados, maravillados. Ambos sentimos la electricidad de la atracción rodeándonos, las gigantescas ansias por besarnos. Sin embargo, ninguno se movió.

      El pitido que anunciaba la inminente salida del tren resonó en los altos y abovedados techos de la estación.

      —Yo también estoy enamorado de ti, te amo con toda mi alma, desde la primera vez que te vi.

      Esa confesión susurrada y emocionada se clavaría en lo más hondo de mi ser para el resto de mi vida. Pero su rostro atormentado no me indicaba que fuera a cambiar nada. Por supuesto sabía que esa posibilidad estaba ahí, conocía a Noram muy bien, sabía de sus ansias de aventura, lo mucho que le gustaba su independencia y libertad, pero aun así no pude evitar sentir un desgarro en el pecho, porque también sabía cuál era la principal razón de que se fuera de este modo.

      —Por eso mismo tengo que irme, Jän, no puedo seguir aquí —dijo, tomando aire profundamente para hacerse el fuerte.

      —Noram —lloré.

      —Tú tampoco quieres hacerle daño a Rilam, ¿verdad?

      —No, claro que no.

      No quería hacerle más daño del que ya le haría cuando cortara con él.

      —Es mejor que ponga tierra de por medio y no sepa nada de esto. Si se entera, le destrozaremos.

      Sobre todo cuando rompiera con él. Si Rilam se enteraba de que había sido por Noram…

      —De acuerdo —acepté, derramando más lágrimas cuando bajé los párpados.

      —No llores, por favor, no puedo soportarlo —me rogó con un nudo en la garganta, y sus cálidas manos envolvieron mis mejillas para enjugarlas.

      Las sujeté, acariciándome con ellas.

      —No te vayas, no tienes por qué irte —supliqué.

      —No puedo. No puedo soportar más esta situación. Si me quedo terminaré volviéndome loco —exhaló con dolor, retirando las manos de mi rostro con suavidad y dulzura. Nuestras manos se quedaron enganchadas. Al tiempo, el pitido sonó por última vez—. Tengo que irme.

      Retrocedió un paso, observándome concienzudamente. Observándome por última vez.

      —Noram —sollocé, estirando el brazo para que no se soltara de mi mano.

      Noram tragó saliva, y se notó cuánto le costó.

      —Adiós, Jän —dijo con la voz quebrada a la vez que dos lágrimas resbalaban por sus mejillas.

      Mis dedos ya no pudieron retenerle más. Se soltaron con un martirio mutuo que casi podía palparse.

      El chico al que amaba con toda mi alma se forzó a dar otro paso más, y otro, sin dejar de mirarme, impregnando sus retinas con mi imagen, y se dio la vuelta, subiendo al tren con rapidez, escondiéndose de mi vista para que la agonía no se alargara más.

      Me quedé mirando cómo se cerraban las puertas y cómo el tren empezaba a arrancar. Cuando me di cuenta, el ferrocarril recorría el túnel con su ultrasónica velocidad, apenas era una luz que se alargaba en la negrura.

      Y, con ella, Noram acababa de desaparecer de mi vida.

      Lo que no sabía es que su marcha podía hacer que yo me muriera. Que toda mi alma lo gritaría, que su lejanía podría marchitarme poco a poco, hasta deshacerme completamente, hasta extinguirme como la misma Tierra.

      Y, sin embargo, esa vez, le había dejado partir.

      Ya se oía el bullicio del público desde la sala de espera, y eso me ponía muy nerviosa. La amplia cristalera ofrecía una panorámica de las gradas al completo. Estaban a rebosar de elfos, todos celebrando discretamente este día. Charlaban y reían, comedidos y elegantes, al tiempo que tomaban una copa de vino, champán o simplemente bebían de su sano botellín de agua. La Competición Anual era muy importante. Hoy, aquí en Krabul, la capital mundial de los elfos, se iba a decidir quién iba a ser el líder de los Guerreros Elfos durante este año. Ya sabía que no iba a ser yo, pero eso no quitaba para que mi instinto competitivo de guerrera no estuviera con el piloto encendido. Sin embargo, no era eso lo que me tenía tan inquieta.

      —Vendrá —dijo Ela, la guerrera gato.

      Me dio un pequeño respingo cuando esas palabras hicieron que mis pensamientos salieran despedidos de un empujón inopinado. Entonces, aunque mi mejor amiga ahora miraba por la cristalera, me di cuenta de que me había estado observando a mí durante largo rato.

      —La verdad es que no me apetece nada encontrarme con Rilam —respondí con un suspiro.

      —No me refiero a él —contestó ella sin apartar la mirada del público. Luego, sus ojos azules oscilaron hacia los míos, recordándome que ya sabían toda la verdad.

      Bajé la mirada.

      —Él ya no me importa. No de ese modo.

      —¿Ah, no? —dudó, enarcando las cejas.

      Estaba claro que no podía mentirle, me conocía demasiado bien.

      —Está bien, no voy a negarlo, estoy un poco preocupada por él. —Resoplé por las narices a la par que la miraba—. Es un inconsciente, es capaz de no presentarse, y a saber qué consecuencias le traerá eso. Pero ya no estoy interesada en él, ¿vale? Sigue siendo mi amigo, pero ya he pasado página.

      Ela ya estaba sonriendo, ignorando el final de mi frase, incluso su largo cabello rubio pareció relumbrar con sabiduría. Sí, Ela era muy intuitiva y observadora. Y me conocía demasiado bien.

      —Vendrá —repitió para calmarme.

      Sonreí, rindiéndome, pero yo no las tenía todas conmigo. Noram era un cabeza