El sentimiento era mutuo, pero ella no quería confesarlo. Lo hizo levantarse.
–Ahora me toca a mí.
Comenzó a copiar todo lo que él había hecho con ella. Se puso de rodillas delante de él. Terminó de bajarle los pantalones y le ayudó a quitárselos al tiempo que le sacaba los calcetines. Vio la potente erección contra la suave tela del bóxer. Sonrió. Respiró intensamente a su lado, para que él pudiera sentir el calor de su aliento. Se vio recompensada con un profundo gruñido de placer. Entonces, le acarició los firmes y musculosos muslos.
–Eres muy hermoso, Luke Holloway. Si se me diera bien, me encantaría pintarte. Esculpirte...
En aquel instante, le quitó los calzoncillos. Luke ya no pudo soportarlo más. La puso de pie.
–Si sigues así, voy a perder el control.
–¿Y eso sería malo?
–Considerando que quiero que tú disfrutes, sí.
La besó apasionadamente y, entonces, la tomó en brazos y, sin dejar de besarla, la llevó a la cama. Allí, abrió un cajón y sacó un preservativo.
–Dámelo –dijo ella.
Luke le dedicó una abrasadora mirada y la sonrisa más sexy que ella hubiera visto nunca. Entonces, se reclinó sobre las almohadas y dejó que ella abriera el paquete. Sara le colocó el preservativo sobre el pene erecto con dolorosa lentitud, sin dejar de mirarlo a los ojos.
–Sara, por favor... Si vas a hacerlo, hazlo ya.
A ella le excitaba mucho la idea de ser capaz de conseguir que Luke perdiera el control. Terminó de colocarle el preservativo y, entonces, se sentó a horcajadas sobre él. A continuación, se bajó lentamente hacia él para recibirlo.
–Sí... –susurró, llena de placer.
Luke se movió rápidamente para poder hundirse más profundamente en ella. Sara comenzó a cabalgar sobre él, variando la velocidad y la presión. Él se agarró a uno de los barrotes de la cama. Tenía los nudillos blancos. Su respiración se iba haciendo más rápida y superficial a medida que iba llegando al clímax.
Aquello era poder. A Sara le encantó cada instante. Le gustaba pensar que era ella la que le estaba dando tanto placer.
De repente, él se soltó de la cama y entrelazó los dedos con los de ella.
–Mírame, Sara –susurró–. Mira lo que me haces...
Ella lo hizo. Justo en ese instante, comenzó a sentir las oleadas del placer apoderándose de ella. Los dos alcanzaron el orgasmo prácticamente a la vez. Luke la abrazó con fuerza, tirando de ella hacia sí. Sara apoyó la mejilla sobre la de él, disfrutando del modo en el que la abrazaba. Sabía que Luke no era un hombre que permitiera que la gente se le acercara demasiado, pero, después de aquello, ya no podría volver a interponer barreras entre ellos. Habían compartido tanto...
Cuando se deshizo del preservativo, la tomó protectoramente entre sus brazos. Sara entrelazó los dedos con los de él y sintió cómo Luke le besaba suavemente el hombro.
–Que duermas bien –susurró él.
–Tú también...
Del mañana ya se ocuparían cuando llegara.
Capítulo Nueve
A la mañana siguiente, Luke despertó a Sara con dulces besos, besos que la caldearon por dentro. Esta calidez no tardó en convertirse en fuego cuando él comenzó a explorarle el cuerpo con la boca y con las manos de un modo que la hizo ronronear de placer.
–Tengo una idea –dijo él.
–Mmm...
–Pero primero tienes que recogerte el cabello.
–No creo que pueda hacerlo a menos que me ayudes a encontrar las horquillas –comentó ella mientras se sentaba en la cama.
–Sí, ya me acuerdo. Dame un segundo.
Luke se puso a buscar por el suelo y no tardó en encontrar la mayoría de las horquillas. Entonces, Sara se recogió el cabello y dejó que él la condujera al cuarto de baño. Descubrió que lo que Luke tenía en mente era un baño.
Él abrió los grifos. Entonces, la ayudó a entrar en la bañera y luego se deslizó en el agua a su lado. Al cabo de unos instantes, apagó los grifos y encendió el motor del jacuzzi.
Sara trató de no pensar en que él seguramente había hecho aquello mismo en muchas ocasiones y con diferentes mujeres. Debía vivir el momento. Eso era lo que habían acordado, ¿no?
Luke la tomó entre sus brazos.
–Es una pena que tengas que tener el cabello recogido. En esta bañera, con el cabello suelto, parecerías una sirena, atrayente y sensual.
–No lo creo –replicó ella, riendo–. Aparte del hecho de que tengo piernas en vez de cola, no canto demasiado bien.
–En ese caso, tendrás que robarme los sentidos con un beso.
Así lo hizo Sara. Luke respondió hasta el punto de que casi llegaron tarde a desayunar.
A pesar del hecho de que eran los últimos en el restaurante, la camarera les saludó alegremente y les llevó un zumo de naranja recién exprimido y un café excelente.
–Como es domingo, voy a tomar un desayuno caliente de huevos y beicon –anunció Luke.
Sara tenía también bastante hambre, por lo que decidió seguir su ejemplo. Cuando terminaron de desayunar, los dos quedaron muy satisfechos. Además, se sentían felices, sin una preocupación en el mundo.
Cuando terminaron de desayunar, no tardaron en hacer las maletas y abandonar la suite.
–Como ayer no pudiste chapotear en la playa, podríamos hacerlo hoy...
–No hay por qué –dijo ella recordando el paseo en barca, que Luke no había disfrutado en absoluto.
–No. Será divertido. El sol brilla, es verano y estamos en la playa.
–¡Vaya! ¿Me vas a decir ahora que hoy no vas a trabajar? –preguntó ella, parpadeando de asombro.
–No pienso ir tan lejos –comentó Luke, riendo.
Tras dejar las cosas en el coche, se dirigieron a la playa. Sara se alegró al ver que Luke se sentaba en una roca para quitarse los zapatos y los calcetines. A continuación, se remangó los pantalones hasta las rodillas. Aun así estaba guapo. Sólo el hecho de que estaban en un lugar público impidió que Sara se abalanzara sobre él para besarlo hasta que perdiera el sentido.
–Tengo muchas ganas de besarte...
–Dado que nos cuesta bastante conformarnos con los besos, no creo que sea buena idea –susurró él mientras le acariciaba suavemente el brazo con un dedo.
Era cierto. Sara se humedeció los labios, provocando que Luke soltara un gruñido.
–No hagas eso... Hace que quiera saborearte...
A ella le ocurría lo mismo.
–Necesito una ducha fría –añadió Luke.
–Bueno, podría empujarte al mar... Creo que será mejor que nos olvidemos de eso. Vayamos mejor a tomar un helado.
–¿Después del desayuno que acabamos de tomar?
–Es para refrescarnos un poco...
Se dirigieron al quiosco de helados, donde Sara compró dos cucuruchos de helado con una trozo de chocolate. Al ver cómo Luke se tomaba el suyo, se arrepintió de haberlo hecho. El modo en el que la lengua lamía la crema del helado le hacía recordar el modo en que él había hecho lo mismo con su piel.
Como