—Siempre supe que había un motivo por el que decidimos formar una tropa con los Cynster en Waterloo —Rafe sonrió.
—Eran unos soldados condenadamente buenos —Gareth sonrió al recordarlo—, aunque no fueran militares de carrera.
—Lo llevaban en la sangre —Logan asintió.
—Y por sus caballos merecía la pena matar—añadió Rafe.
—Les cubrimos las espaldas en más de una ocasión, y ahora nos devuelven el favor —Del levantó el vaso y esperó a que los demás brindaran con él—. Por los viejos compañeros de armas.
Todos bebieron. Logan se volvió hacia Del.
—¿Y Wolverstone nos ha facilitado el consejo requerido?
—Detalladamente —Del asintió—. Primero confirmó que está dispuesto a presentar cualquier prueba que encontremos ante los canales adecuados, tiene todos los contactos y la posición para poder hacerlo. Sin embargo, ha dejado claro que para derribar a Ferrar hijo la prueba debe ser incontestable. Tiene que ser clara, obvia, inequívoca, no circunstancial, nada que se preste a interpretaciones.
—De modo que debe ser algo que implique sin ningún lugar a dudas directamente a Ferrar.
—Exactamente —Del soltó el vaso vacío—. En cuanto dispongamos de esa evidencia, y Wolverstone fue muy claro en que no tiene sentido proceder sin la prueba adecuada, pero con vistas a cuando la tengamos, él ya ha dispuesto, a falta de una palabra mejor, una campaña, un detallado plan de acción para que lo sigamos con el fin de llevar la prueba con seguridad a Inglaterra, y a sus manos —miró a los demás y curvó los labios con ironía—. Repasando su plan se entiende por qué tuvo tanto éxito en su anterior ocupación.
—¿Y cuáles son esos detalles? —Logan apoyó los brazos sobre la mesa, claramente interesado. Los demás también aguardaban expectantes.
—Debemos hacer copias de la prueba, y luego separarnos para regresar a casa cada uno por nuestro lado, cuatro llevando copias y uno la prueba original. Nos ha enviado cinco cartas selladas, cinco juegos de instrucciones, uno para la prueba original y las otras cuatro para los señuelos. Cada carta contiene la ruta que debemos seguir cada uno de nosotros de vuelta a Inglaterra, y los puertos que debemos utilizar. En cuanto arribemos, habrá hombres suyos esperando para escoltarnos. Ellos, nuestras escoltas, sabrán adónde debemos dirigirnos cada uno de nosotros en cuanto estemos en Inglaterra.
—Sospecho que Wolverstone está decidido a compartir la información únicamente con quienes necesitan conocerla —los labios de Logan se curvaron.
—Lo que sucederá —Del sonrió— es que, si bien cada uno de nosotros sabrá si es portador del señuelo o de la prueba original, y qué ruta tomará para regresar a casa, no sabrá qué llevan los demás, ni sus rutas. El único que sabrá quién lleva la prueba original y qué ruta empleará para regresar a casa, hacia qué puerto se dirigirá, será el que tenga la original —Del se apartó de la mesa—. Dalziel quiere que lo sorteemos, y que emprendamos inmediatamente el viaje.
—Es lo más seguro —Rafe asintió y miró a los demás—. De este modo, si alguno de nosotros es apresado, no podrá delatar a los demás —con una voz y una expresión inhabitualmente sombría en él, dejó cuidadosamente el vaso vacío en la bandeja—. Después de estos meses persiguiendo a las bandas de la Cobra Negra, viendo de primera mano los resultados de sus métodos, lo más inteligente es asegurarnos de que, si uno de nosotros es capturado, los demás permanecerán a salvo. No podremos confesar lo que no sabemos.
Pasó un momento en silencio, cada uno de los hombres recordando las atrocidades que habían presenciado mientras dirigían sus tropas de soldados en las incursiones en tierras del interior y en las colinas, persiguiendo a la Cobra Negra y las bandas de ladrones que formaban una gran parte de la fuerzas de la secta, buscando la prueba, la irrefutable, la incontrovertible prueba que necesitaban para aniquilar el reino de la Cobra Negra.
Gareth respiró hondo y soltó el aire.
—Entonces, primero encontramos la prueba y luego la llevamos a casa —miró a los demás—. ¿Estamos de permiso o por fin vamos a renunciar a nuestros puestos?
Rafe se pasó una mano por el rostro, como si con ello pudiera borrar los recuerdos de los segundos anteriores.
—Yo renunciaré —él también miró a los otros, leyendo sus expresiones—. Ya lo hemos hablado otras veces.
—Cierto —Logan hizo girar el vaso vacío entre los dedos—. Y después de estos últimos meses, y los meses que faltan hasta que encontremos la prueba que necesitamos, para cuando lo hagamos, ya estaré más que harto —levantó la vista—. Yo también estoy preparado para regresar a casa para siempre.
—Y yo —Del sonrió y miró a Gareth, que también sonrió.
—Llevo toda mi vida adulta en el ejército, igual que vosotros. He disfrutado de las campañas, pero esto, lo que estamos haciendo aquí ahora, ya no es una campaña. Lo que este país necesita no son militares, caballería, o armas. Necesita gobernantes que gobiernen, y nosotros no somos eso —miró a los demás—. Supongo que intento decir que nuestro papel aquí ha concluido.
—O habrá concluido —corrigió Del—, en cuanto anulemos a la Cobra Negra.
—¿Y tú qué dices, jovenzuelo? —Rafe miró a James.
A pesar de que desde Waterloo era uno de ellos, James seguía siendo el niño del grupo. Solo había dos años de diferencia entre Rafe y él, pero en experiencia, y más aún en carácter, la diferencia era inconmensurablemente mayor. En conocimiento, actitud y dominio absoluto, Rafe era tan viejo como Del. Rafe había conservado el rango de capitán por elección, rechazando ascensos con el fin de fundirse con sus hombres, de inspirar y liderar. En el campo de batalla era un extraordinario comandante.
Del, Gareth, Logan y Rafe eran iguales, sus fortalezas no, pero sí eran igualmente respetados cada uno por los demás. James, por muchas acciones en las que luchara, por muchas atrocidades que presenciara, por muchas masacres de las que fuera testigo, seguía reteniendo vestigios del inocente muchacho que había sido al unirse al grupo, un joven subalterno en medio de esa vieja tropa de caballería. De ahí el paternalista afecto que ejercían sobre él, su costumbre de verlo como alguien mucho más joven, de gastarle bromas por ser un joven oficial, alguien cuyo bienestar se sentían obligados a asegurar, aunque de lejos.
—Si todos os retiráis —James se encogió de hombros—, entonces yo también lo haré. Mis padres se alegrarán de verme de vuelta en casa. Ya llevan un año insinuando que ha llegado el momento de regresar, de sentar la cabeza, esas cosas.
—Seguramente te habrán elegido ya alguna jovencita —Rafe rio por lo bajo.
—Seguramente —James sonrió, impasible, como siempre, a sus bromas.
James era el único de los cinco que seguía conservando a sus padres. Del tenía dos tías paternas, mientras que Rafe, el hijo pequeño de un vizconde, tenía numerosos parientes y hermanos a los que hacía años que no había visto. Pero, al igual que Gareth y Logan, nadie lo esperaba en Inglaterra.
Regresar a casa. Únicamente James tenía un hogar al que regresar. Para los demás, «casa», era un concepto desdibujado que tendrían que definir cuando