En el centro de la sala, había un banco de trabajo, sobre el que había un Rumi que, una vez más, se había visto transformado en una margarita. Daisy iba a realizar un comentario al respecto, pero decidió que era mejor guardar silencio y centrarse en el proyecto que Justice tenía entre manos en aquellos momentos. Sobre la mesa, había dos extrañas máquinas con ruedas. La primera tenía más o menos la apariencia de una aspiradora y la segunda era prácticamente una copia idéntica de su gemela, aunque parecía más sofisticada.
–¿Qué son? –preguntó ella fascinada.
–Ese es Emo X-14 y el X-15. Es la abreviatura de Emotibot. La X significa la décima generación, con sus versiones 14 y 15. Eso es lo que se supone que son. En estos momentos, no son casi nada –añadió frunciendo el ceño.
–¿Y en qué esperas que se conviertan?
–Espero que Emo sea la próxima generación de un detector de mentiras. Supongo que será un detector de sentimientos.
–¿Y por qué quieres crear un detector de sentimientos?
–Estoy intentando diseñar un robot que pueda anticipar y responder a las necesidades humanas y que no solo se base en lo que se le pide verbalmente, sino también en la comunicación no verbal. De hecho, me gustaría utilizar los vídeos y las cámaras para fotografiar las respuestas de todo el mundo a ciertos estímulos para ayudar a enseñárselo. Por supuesto, si nadie se opone.
–Bueno, se lo preguntaré a los demás, pero a mí no me importa. A ver si lo entiendo. Utilizando fotos y vídeos nuestros esperan que Emo descubra cuando estamos felices, tristes, hambrientos, sedientos y que pueda reaccionar del modo adecuado.
–Efectivamente.
–Es genial. ¿Y este ya puede hacer algo de eso? –preguntó señalando al menos avanzado de los dos.
–No, este no. Y ese es el problema. Emo 14 no ha tenido tanto éxito a la hora de interpretar sentimientos como el 15. Tal vez termine desmontándolo para reutilizar las piezas.
–No, no. Es demasiado adorable para desmontarlo –dijo ella mientras observaba al robot, que tenía una especie de sombrero sobre el que descansaban unas piezas de color aguamarina que se semejaban ojos.
Justice la miró con desaprobación.
–Adorable o no, algunas veces hay que desmontar lo que uno ha montado cuando hay un fallo catastrófico para poder volver a empezar.
–Espero que no hagas eso con el 14. No sé… Es tan mono. Tan pícaro.
–Pícaro… Por Dios, Daisy, Emo es una máquina, no un ser humano masculino. Si yo antropomorfizara todas mis creaciones, no conseguiría nunca nada.
–Supongo, pero le has puesto nombre. ¿No te parece que eso también es antropomorfizar a una máquina? Sé que Emo no está vivo, pero es que me recuerda a algo en lo que estabas trabajando hace diez años.
–¿Te acuerdas de eso? –preguntó él muy sorprendido.
–Por supuesto que me acuerdo. Todas tus creaciones me resultan fascinantes –dijo ella. Sacó un taburete de debajo del banco de trabajo y se sentó para apartar sus gélidos pies del suelo–, pero mi favorito fue siempre el que me recuerda a Emo. Era una nave espacial sobre ruedas.
–No era una nave espacial.
–Sí, lo sé. Me lo dijiste mil veces pero a mí me lo parecía y, de algún modo, se parece a este.
–En realidad, es al revés. Este se parece a la nave espacial, tal y como tú la llamas. En realidad, era el prototipo de Emo. Trabajo en ese proyecto en mi tiempo libre.
–Me sorprende que no lo hayas terminado después de tantos años –comentó ella. La expresión de Justice cambió y Daisy se preguntó qué había dicho para disgustarlo–. Sin embargo, supongo que tienes que ocuparte primero de los proyectos que te reportan dinero.
–Así es.
–¿Qué es lo que pasa, Justice?
Él se dio la vuelta. ¿Cómo era capaz de hacerlo? ¿Cómo era posible que Daisy tuviera la habilidad de colarse entre sus defensas con tanta habilidad?
Desde muy temprana edad, había descubierto que su apariencia y su intelecto intimidaban a la gente, incluso hasta sus propios padres. Más tarde, había descubierto que se parecía a su tío Pretorius, lo que era otro punto en su contra, teniendo en cuenta los temas de ansiedad social de su pariente. La muerte de sus padres cuando solo tenía diez años lo había empujado a las casas de acogida y le había enseñado a utilizar su aspecto y su cerebro para mantener a la gente a raya, algo que podía conseguir en ocasiones con una única mirada.
Sin embargo, jamás le había funcionado con Daisy. Por muchas miradas que le echara, no conseguía amedrentarla. Por muchas barreras que él creara, ella las superaba sin dificultad. Incluso sentada en su taller con un camisón casi transparente, conseguía encajar cuando debería haber estado tan fuera de lugar.
Se rindió a lo inevitable y se sentó junto a ella para tocar el panel que había sobre el casco del robot. Inmediatamente, Emo 14 cobró vida.
–Emo, soy Daisy.
–Hola, Daisy –replicó dulcemente una joven voz masculina.
–Hola, Emo –dijo ella encantada.
–¿Cómo estás hoy?
–Bueno… –respondió ella considerando cuidadosamente su respuesta–, me siento un poco nerviosa y un poco triste ante la posibilidad de que tu creador pueda desmantelarte.
–Tal vez simplemente necesitas que Aggie te prepare una buena taza de té –sugirió Justice.
Ella entornó sus magníficos ojos verdes. No parecía haberle gustado el comentario.
–Tal vez…
Las luces de Emo comenzaron a parpadear y empezó a emitir un sonido parecido al de un ordenador cuando está procesando información.
–Procesando… –le informó Emo. Entonces, hizo un sonido parecido al hipo.
–Tal vez sea Emo el que necesita una taza de té –comentó Daisy–. ¿Por qué tiene hipo?
–Le ocurre a veces cuando él… ello está realizando múltiples funciones.
–¿No puede andar, hablar y procesar al mismo tiempo?
–No muy bien.
Daisy le acarició suavemente el casco.
–Aún es muy joven. Dale tiempo. No irás a matarlo porque sea un poco lento, ¿verdad?
Justice se frotó el rostro.
–Te lo voy a decir una sola vez más, Daisy. Te agradecería mucho que prestaras más atención. Emo es una máquina. No se puede matar a una máquina.
Al escuchar su nombre, Emo se animó.
–¿Cómo te sientes?
Daisy lanzó a Justice una mirada de suprema indignación.
–Estoy muy, pero que muy triste, Emo. Tanto que podría tener que despertar a Aggie para que me prepare una taza de té. Y es culpa de tu creador.
Justice levantó las manos como si se estuviera rindiendo.
–Está bien. No desguazaré a Emo. En vez de darle sus piezas a un futuro hermano, lo mantendré para la posteridad. ¿Contenta?
–Sí, mucho. Gracias –replicó ella. Entonces, dudó un instante–. Hay algo de lo que me gustaría hablar contigo.
–Y no me va a gustar, ¿verdad?
–Lo dudo. Tenemos que contratar a algunas personas para que vengan a limpiar las dos plantas superiores. No es justo cargarnos a Aggie, a Jett y a mí con todo