No obstante, ese deseo desapareció y fue sustituido por otro más peligroso, cuando ella lo miró como si él fuera un lobo a punto de devorarla. Entonces, lo único que deseó fue besarla y castigarla por haber despertado de nuevo su deseo. Un deseo que había permanecido dormido durante los últimos tres meses, a pesar de que ella había hecho lo posible por seducirlo.
Su deseo era voraz y él sabía que todo se trataba de un juego. Después de todo, fingir amnesia no sería difícil para una mujer que había fingido mucho más.
Ya había tenido bastante. La rabia también se había apoderado de él y Apollo trató de convencerse de que era eso, y no deseo, lo que estaba sintiendo.
–Sabes muy bien que esta es tu ropa, porque pasaste muchas horas comprándola con mi tarjeta de crédito. Quizá hayas engañado a los médicos del hospital, pero ahora solo estamos tú y yo, así que, ¿a quién intentas engañar, Sasha? ¿Qué diablos es lo que te propones?
Capítulo 2
QUÉ DIABLOS es lo que te propones?
Sasha miró a Apollo y tardó unos segundos en asimilar sus inesperadas palabras. De pronto, se sintió aliviada al descubrir por qué Apollo se había comportado con tanta frialdad.
–¿De qué estás hablando?
–De esta farsa acerca de que has perdido la memoria.
Sasha se sentía confusa.
–No es cierto. ¿No crees que quiero saber quién soy o qué es lo que pasa? –negó con la cabeza–. ¿Por qué iba a hacer tal cosa? –sintió un fuerte dolor de cabeza y se llevó la mano a la frente, mareada.
–¿Qué pasa?
–Me duele la cabeza. La doctora dijo que durante los próximos días podía dolerme a menudo. Si me excedo.
Apollo dio un paso atrás y dijo:
–Deberías descansar un poco. Puedo decirle a Rhea que en un par de horas traiga algo de comer.
–No, bajaré yo. Estoy segura de que me sentiré mejor.
Apollo salió del vestidor y dejó a Sasha con su dolor de cabeza y desconcertada. ¿Pensaba que ella estaba mintiendo?
Sasha oyó un ruido en la habitación y salió para ver a una mujer joven dejando la bolsa del hospital sobre la cama. La chica la miró, pero no sonrió. Dio un paso atrás, y dijo en inglés:
–Su bolsa, kyria Vasilis.
Se marchó y Sasha se quedó mirándola durante un momento. Después de cómo había reaccionado Apollo era evidente que no tenían un matrimonio armónico y que ella no le caía muy bien a la gente.
Sasha se acercó a la cama y sacó de la bolsa los analgésicos que le habían recetado. Vio una bandeja con agua y vasos y se tomó dos pastillas.
Entró en el baño y vio que había una bañera enorme y una ducha. Dos lavabos. Los baldosines eran color crema con incrustaciones doradas.
Sasha se miró en el espejo y respiró hondo. Estaba muy pálida. No era de extrañar que Apollo le hubiera preguntado si se encontraba bien. Tenía profundas ojeras. El arañazo en la mejilla. La frente amoratada por el golpe que se había dado.
Se sentía desconectada de sí misma y suponía que era normal. Y sentía que no pertenecía a aquel lugar, donde la gente la miraba como si les hubiera hecho algo. Donde su esposo la acusaba de mentir.
¿Por qué pensaba que podía hacer tal cosa?
Decidió que no era el momento de pensar en ello.
–Sasha… –mencionó su nombre en voz alta. Todavía no reconocía su nombre–. Hola, me llamo Sasha Vasilis –nada…
No era necesario que tuviera arañazos y moratones para saber que no estaba a la altura de ese hombre. Sin embargo, de pronto, recordó una imagen de él sonriéndole con indulgencia.
«Me sentía tan feliz».
Si acaso, el recuerdo solo le había hecho sentirse más desorientada. Se fijó en la bañera y deseó meterse en ella para borrar tanta confusión.
La llenó de agua, se desnudó y se sumergió en ella minutos después. El agua calmó el dolor de su cuerpo, pero no pudo calmar el nudo que sentía en el estómago ni la confusión que invadía su cabeza.
Apollo se quedó mirando a la mujer que estaba tumbada sobre la cama. Iba vestida con un albornoz y tenía el cabello extendido sobre la almohada. Uno de los brazos lo tenía sobre el pecho, el otro, por encima de la cabeza.
Apollo se fijó en que una de sus piernas asomaba por la apertura del albornoz y vio las pecas que cubrían su rodilla. Su cuerpo reaccionó.
«Maldita sea».
La había conocido cuatro meses antes y, desde entonces, no había podido dormir una noche seguida. Primero porque había sido incapaz de quitársela de la cabeza y, después, porque ella le había demostrado quién era en realidad. Una mujer manipuladora, conspiradora, mercenaria…
Ella se movió en la cama e hizo un suave sonido.
Abrió los ojos y él se fijó en sus grandes ojos azules. Tenían un color tan intenso que la primera vez que los vio él recordó el color del cielo de su infancia, antes de que todo se volviera mucho más oscuro.
Ella pestañeó y Apollo salió de su ensoñamiento. Dio un paso atrás y dijo:
–He llamado a la puerta, pero no obtuve respuesta.
Sasha se sentó y él percibió un aroma a rosas. Y a piel limpia. Apretó los dientes y dijo:
–La cena está lista. Puedo pedir que te la traigan a la habitación.
Ella negó con la cabeza y su cabello se deslizó sobre un hombro. Él recordó haberlo enrollado en su mano para echarle la cabeza hacia atrás y besarla en el cuello y, después, en sus pezones turgentes.
–No, estoy bien. Bajaré. Ya no me duele tanto la cabeza.
Sasha estaba medio dormida todavía. Cuando se acostó para dormir una siesta después del baño, no pensaba que fuera a dormir tanto rato. Se fijó que en el exterior estaba oscureciendo. Al abrir los ojos y ver que Apollo estaba junto a la cama, pensó que estaba soñando. Fue la dura expresión de su rostro lo que la había despertado del todo.
Recordó sus palabras de enfado.
–¿Qué diablos es lo que te propones?
Él se había puesto un pantalón y una camisa oscura, desabrochada en el cuello. Llevaba las mangas subidas hasta los codos como si hubiese estado trabajando en su escritorio. Mirándolo desde la cama, parecía una situación de intimidad y, de pronto, tuvo un leve recuerdo, como si hubiese estado mirándolo desde esa posición en otras ocasiones, pero en una situación muy diferente.
–Me vestiré y bajaré –dijo ella.
Apollo dio otro paso atrás y Sasha se sintió más relajada.
–Muy bien. Enviaré a Kara para que te acompañe abajo en unos minutos.
Sasha tenía la sensación de que él hubiera preferido que ella hubiese elegido quedarse a comer sola en su habitación y, en cierto modo, para ella también habría sido más sencillo. No obstante, también quería tratar de recuperar la memoria y si para ello necesitaba interactuar con su hostil marido, lo haría.
–Por aquí, kyria Vasilis.
Sasha sonrió a Kara, la mujer que antes le había subido su bolsa, pero la chica no sonrió.
Después