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       José María de Pereda

      El buey suelto... Cuadros edificantes de la vida de un solterón

      Publicado por Good Press, 2019

       [email protected]

      EAN 4057664099020

       I

       II

       III

       IV

       V

       VI

       VII

       VIII

       IX

       X

       XI

       XII

       XIII

       XIV

       XV

       XVI

       XVII

       XVIII

       XIX

       XX

       XXI

       XXII

       XXIII

       XXIV

       XXV

       ÚLTIMA JORNADA

       I

       II

       III

       IV

       V

       VI

       VII

       VIII

       IX

       X

       Índice

      EL PRIMER PASO

      Ya sabe el lector de quién se trata, de dónde viene, de qué madera es y adónde se propone ir el héroe de esta historia que, en rigor, empieza en esta página, y dice así:

      Libre Gedeón de malas tentaciones, es decir, exento de los cuidados en que á las veces le ponían, sólo tiene ya que pensar en orientarse y en establecerse.

      Por orientarse entiende él hacer con la memoria una excursión por lo pasado, y otra con la fantasía por lo porvenir. Precisamente se halla tomando un respiro en la cumbre del sendero de su vida, y desde ese punto domina lo recorrido con igual facilidad que columbra lo que le queda por andar. Gedeón, en suma, quiere y cree que necesita entrar en cuentas consigo, antes de dar el primer paso conforme al derrotero inalterable que se ha trazado.

      Volviendo la vista al dilatado panorama que va dejando atrás, y marcando con la mente los sitios en que ha puesto su planta, ¡qué pobre, qué mezquino le parece lo explorado, comparándolo con lo que tiene sin explorar!... Bien mirado todo, ¿qué ha hecho él hasta entonces más que retozar en mies abierta; herborizar, como si dijéramos, en campo libre?... Si alguna vez saltó cercado ajeno, no pecó el seto de espinoso ni de elevado. Verdad es que las altas cercas que guardaban el regalado fruto, aunque aguzaron su apetito, jamás le movieron el intento del asalto, pues era caballo de buena boca, y todo lo hallaba sabroso siempre que fuera asequible y abundante, y todo le sentaba bien, porque era el hijo de familia, holgado y disoluto y sin pizca de responsabilidad.

      ¡Pero ahora!... Ahora no le es lícito ni siquiera el pensamiento de que corran los años de su vida, como antes corrieron, en la obscuridad de los portales y en la lobreguez de los callejones extraviados: porque ahora es el amo de su casa, el hombre formal, independiente, rico, y hasta de buen solar, que no solamente puede, sino que debe dar á sus empresas largo vuelo, tan largo como se lo permite el inmenso horizonte que tiene á la vista; y con este fin exornará sus actos con cierta solemnidad y compostura atractivas y de buen tono... ¡Qué vida le espera!

      Por lo visto, Gedeón es de los que creen, no sin fundamento, que á los hombres no los hacen los años, sino las circunstancias. Desde el grado de doctor hasta el primer paso que da el doctorado en el ejercicio de su profesión, pueden mediar muy pocas horas; y sin embargo, ¿quién es capaz de conocer, bajo el luengo gabán, el estirado chaleco y las rígidas tirillas del médico ó del jurisconsulto de hoy, al aturdido y desaliñado estudiante de ayer?

      La misma razón social que á tanto obliga, impone á Gedeón, que ya se juzga doctorado en la Universidad en que por tantos años cursó la vida airada, el deber de adoptar hábitos de carácter, como