En aquel espacio lleno de gente, ella estaba apretujada contra el brazo musculoso de Giuseppe. Charlotte y Alfredo parecían llevarse estupendamente. En cuanto a ella, sin Matt ya en su vida, estaba más que preparada para un ligero coqueteo. ¿Quién sabe a dónde podría llevar?
–Eres muy hermosa —la halagó Giuseppe y Olivia notó que se sonrojaba. ¿Lo pensaba de verdad? ¿Podía esto ser el principio de un breve romance de vacaciones?
–¿Dónde te alojas? —preguntó él.
–Me alojo en una villa de por aquí cerca. Estoy de vacaciones dos semanas —dijo Olivia.
El vino estaba delicioso, con un estallido de fruta madura y un toque de picante. Beberlo le hizo pensar en el mural que había en la pared de la cocina, un collage e uvas vivas de un rojo morado.
–¿Tú vives aquí? —preguntó Olivia, deseosa por saber su papel dentro de este ambiente idílico.
Giuseppe negó con la cabeza.
–No, aquí no.
–Entonces ¿trabajas aquí? —Tal vez vivía en otro pueblo, pensó Olivia.
Giuseppe le dio otra rápida sonrisa.
–No, tampoco.
–Ah —dijo Olivia, momentáneamente desconcertada—. ¿A qué te dedicas?
Ya que no vivía ni trabajaba en la ciudad, ella supuso que podría ser un enólogo artesanal, que trabajaba incansablemente en su pequeño viñedo con los cálidos rayos del mediterráneo. Eso encajaba a la perfección con su objetivo en la vida. Imagina que el romance de vacaciones se convirtiera en algo más. Un día, incluso podrían trabajar esta tierra juntos, como pareja. Imaginaba días soleados con él en la casa de campo, exprimiendo las uvas en un cobertizo ventilado, creando vinos de edición limitada con una calidad y un carácter únicos.
–Soy limpiador —explicó Giuseppe.
–¿Limpiador? —Olivia se quedó de piedra. Un limpiador no encajaba tan bien en la fantasía rural que ella había imaginado. De hecho, era la pieza equivocada por completo. Su fantasía se había detenido.
–¿Trabajas en un viñedo? —preguntó con valentía intentando empezar de nuevo.
–No. Limpio lavabos en un crucero —dijo Giuseppe—. Esta noche el barco está atracado en Livorno, así que he venido a visitar a mi primo. —Señaló a Alfredo, que estaba bien metido en una conversación con Charlotte.
–Ya veo. —De repente, la sonrisa de Olivia pareció forzada—. ¿Lavabos?
–Quizás ahora podríamos ir a tu casa. ¿hacemos un café? —Giuseppe volvió a sonreír, con entusiasmo—. Tenemos que darnos prisa porque tengo que volver a bordo a las cinco de la mañana.
Sus sueños de romance se habían hecho añicos.
No le interesaba un rollo de vacaciones, Giuseppe solo estaba una noche en la ciudad. Eso no era lo que había visualizado cuando le había echado el ojo. ¡No era para nada lo que quería!
En ese momento, oyó el grito indignado de Charlotte.
–¡No! ¡Ni hablar! Mira, me voy de aquí. ¡Olivia, vámonos!
Sorprendida, aunque aliviada, Olivia se levantó disparada de su silla, diciéndole rápido adiós con la mano a Giuseppe mientras Charlotte la agarraba del brazo y la sacaba del bar.
¿Qué había pasado que hizo que Charlotte se fuera echando humo por las orejas tan de repente?
Las preguntas tendrían que esperar. Era lo único que podía hacer Olivia para seguir el ritmo de su enojada amiga mientras esta bajaba la colina a toda prisa.
CAPÍTULO NUEVE
—¿Qué pasó? —le preguntó Olivia a Charlotte sin aliento, mientras giraban la esquina.
–¡El Alfredo este! ¿Sabes lo que ha dicho? —Charlotte parecía furiosa—. Ha dicho que como, por lo visto, yo era una americana rica, ¡yo debería pagar la primera ronda de bebidas!
–¿Qué? —preguntó Olivia incrédula—. Pero fue él el que te invitó a sentarte. Eso no significa que tú pagas la ronda. Vaya morro.
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