Julián era un bailarín increíble, pero eso no debería haberla sorprendido. Todo en él parecía perfecto. "Ahora", comenzó. "Esto no está tan mal, ¿verdad, pequeña?"
Al menos no la había llamado ratón otra vez... "No", ella estuvo de acuerdo. En realidad era muy estimulante. Lenora se sentía como si estuviera flotando en el aire.
"Siempre he considerado que el baile es demasiado decadente para hacerlo bien en un lugar público", comenzó. "Al menos el tipo de baile que yo prefiero".
Ella juntó las cejas. "Creo que no comprendo lo que dices..."
"No esperaba que lo hicieras", respondió en secreto. "Quizás algún día podrás entenderlo. Tal vez me lo digas cuando lo hagas". La comisura de su labio se giró hacia arriba casi... con arrogancia. Como si conociera todos los secretos del mundo...
"Sospecho, Su Gracia, que nuestros caminos no se cruzarán mucho en los próximos años". El duque es uno de los amigos de su primo, pero ella esperaba en el futuro poder vivir por su cuenta. Una vez que alcanzará la mayoría de edad en unos pocos meses, ella planeaba viajar. Tal vez a Italia... No lo había decidido aún. "No frecuentamos el mismo círculo y con el tiempo las pequeñas conexiones que tenemos desaparecerán".
"Tal vez", estuvo de acuerdo. "El tiempo lo dirá, supongo." La hizo girar por el suelo con maestría y elegancia.
Lenora nunca olvidaría este momento. Probablemente nunca volvería a bailar, al menos no de esta manera. Se sentía contenta de haber aceptado la invitación del duque. Tras este baile, iría directamente a su rincón favorito para esconderse. En sus momentos más oscuros recordaría este vals, y a Julián con cariño. Pensó que quizás ella tuviese una oportunidad de algo más con él... Pero luego sacudió rápidamente ese pensamiento. Amarlo era una idea terrible y quizás lo único que lamentaba. Fue amable con ella, pero no debía esperar nada más de él.
Los acordes del vals cesaron y se sintió decepcionada. Trató de rechazar su petición al principio y ahora no deseaba que el baile terminara. El duque la hizo girar por última vez alrededor de la pista y luego la condujo a donde había empezado el baile. Se inclinó y besó su mano enguantada. "Gracias por su benevolencia, mi señora". Sus ojos azules brillaron con picardía. "Y por ser mi protectora cuando lo necesito".
Ella debería agradecerle. Él había despertado en ella sentimientos que ella creía enterrados desde hace mucho tiempo. Su corazón estallaba de felicidad y pasión por este hombre. "No necesitabas mi protección y tampoco necesitabas bailar conmigo", dijo ella frunciendo el ceño. Lenora aún no lograba dilucidar los motivos que tuvo el duque para invitarla a bailar con tanta insistencia. "De cualquier manera el baile fue encantador. Estoy agradecida de haber aceptado bailar con usted".
Se rio ligeramente y sacudió la cabeza. "Ratoncita, siempre tan formal". Julian se inclinó de nuevo. "El placer ha sido mío". Miró por encima del hombro de ella y luego volvió a mirarla. "Perdóname", dijo. "Debo atender algo importante". Su sonrisa era brillante y parecía genuina. "Disfrute del resto de la noche, mi señora." Con esas palabras giró sobre sus talones y se dirigió en la dirección opuesta.
Lenora sonrió mientras lo veía alejarse. Empezaba a creer que lo había juzgado mal. Había sido encantador, como era de esperar, pero también amable y generoso con su tiempo. Al duque no se le había pedido que bailara con ella. Ningún caballero lo hizo. Eso hizo que su atención fuera aún más valiosa para ella.
Se alejó de su rincón favorito por primera vez en toda la noche. Antes no contaba porque Julian tuvo que convencerla de que saliera de allí. Tal vez debería dejar el salón de baile y explorar los jardines. Estaba empezando a sofocarse en el salón de baile. Su corazón estaba a punto de estallar de pura felicidad. Se abrazó a sí misma y se dio la vuelta mientras bajaba por el pasillo vacío que llevaba al balcón. Había una pequeña escalera en el balcón que conducía a los jardines.
En ese momento escuchó el eco de dos voces. Dos voces masculinas y ambas eran reconocibles.
"¿Bailó ella?" Su primo preguntó. ¿Por qué estaba Bennett tan preocupado por si bailaba o no? ¿Por qué no podía dejarla tomar sus propias decisiones?
"Por supuesto que lo hizo", respondió Julian. "¿Dudas de mi capacidad para fascinar a una mujer?" Sonaba tan... indignado. ¿Fue porque tuvo que bailar con Lenora o porque Bennett había dudado de su capacidad? "Puedo convencer a cualquier mujer de hacer, bueno, cualquier cosa", se jactó. "¿Pero un patito feo? Eso no es ni siquiera un desafío".
Ella se había sentido exultante hasta ese momento. Ahora toda la alegría que había experimentado se esfumó en un instante. El duque parecía tan amable... ¿Cómo se había equivocado tanto?
"Tu interés por ella debería haber despertado el interés de todos los caballeros elegibles del salón", dijo Bennett. "Querrán saber por qué el Duque de Ashley se dignó a bailar con un patito feo. Pronto estará muy solicitada".
No quería que nadie la solicitara... Una parte de ella odiaba a su primo por haberse inmiscuido en su vida de esta manera. ¿Por qué le pidió a su amigo que le prestara atención? ¿Tanto quería deshacerse de ella? Ella pensaba que su primo en realidad la apreciaba…
"Te he hecho este favor", dijo el duque. "No me lo pidas nunca más". Su tono era duro e inflexible. Ella sintió que su frágil corazón se rompía en mil pedazos. Había estado a punto de enamorarse de él. El Duque de Ashley no merecía su afecto. Lenora dudaba que él fuera digno del amor de cualquier mujer.
Las lágrimas le ardían en los ojos y resbalaban por su mejilla. Las borró con un solo movimiento de sus manos. Su llanto era tan inútil como su habilidad para leer a la gente. Lenora endureció su corazón en ese momento. Nunca más actuaría como una tonta. Era hora de que aprendiera a abrirse camino en la sociedad sin permitir que nadie jugara con su corazón de nuevo.
Nunca más se dejaría engañar, pero tenía mucho que aprender. Había una persona que podía enseñarla y ella haría lo que fuera necesario para convencerla. Esa persona era la nueva Lulia Prescott, la duquesa gitana de Clare...
Con su decisión tomada, salió corriendo del salón de baile y caminó hasta la casa de Holton. Necesitaba una buena noche de descanso antes de comenzar su viaje. Su primera parada sería en Tenby, Gales, para visitar a la duquesa. Después de eso, viajaría según lo planeado. Cuando retornara a Londres, sería una mujer completamente diferente.
CAPÍTULO UNO
Abril de 1818
Lady Lenora St. Martin miraba al otro lado del salón de baile. Hacía dos años que no asistía al baile anual de esta matrona en particular. En el baile de Loxton fue cuando finalmente despertó a las posibilidades que la vida le ofrecía y cuando se dio cuenta de que Julian Everleigh, el Duque de Ashley, no solo era un libertino, sino que no valía la pena. Al menos para ella...
Los dos años de trabajo con el tutor que Lulia le ayudó a encontrar la habían cambiado muchísimo. Ya no era la tímida ratoncita que observaba desde un rincón. Ahora era vibrante, fuerte y estaba decidida a ser la estrella de la temporada. Todavía no tenía ningún deseo genuino de casarse. Lenora se sentía contenta de haberse convertido en una solterona rica que construyó su propio camino y encontró la felicidad en algo más que un hombre o una familia.
Este baile era su nuevo comienzo. La primavera llegó dejando atrás su antigua existencia gris... Su pelo castaño opaco estaba ahora salpicado de oro gracias al tiempo que pasó bajo el sol de Italia. Sus ojos color avellana brillaban con inusitadas chispas doradas que no había apreciado antes. En lugar de llevar un aburrido vestido blanco, lucía un vestido a la última moda, con detalles en blanco, pero forrado con satén azul y encaje. Su atuendo resaltaba su escote y ceñía sus curvas. En resumen,