Hay que tener en cuenta que no toda experiencia va a suponer un aprendizaje, ya que para que este se produzca se requiere de una serie de “pasos” en el procesamiento cognitivo, lo que va a incluir aspectos relacionados con la sensación, la atención, la percepción y la memoria entre otros. Así desde que nacemos, observamos a los demás y aprendemos de ellos a responder al medio ambiente, respuestas que reproducimos y que nos permiten alcanzar aquello que queremos o no. En función de lo cual aprendemos a dar o no, la misma respuesta en otro momento, a este tipo de aprendizaje se denomina incidental, y se puede considerar como aquel que no está pre programado y que se produce de forma intencional o no.
Dentro de la categoría de aprendizaje no intencional incidental, estarían todos aquellos aprendizajes que se adquieren sin que exista una intencionalidad, en el momento de su realización, por ejemplo, algunos aprendizajes observacionales, en donde vemos cómo actúa una determinada persona y qué consecuencias tiene, pudiendo tender la persona a repetir aquellos comportamientos que tuvieron resultados positivos y agradables; y al contrario evitar aquellos que no permitieron alcanzar los resultados esperables e incluso recibieron castigos al respecto.
Un ejemplo de ello sería, al ver cómo una persona cruza por la mitad de la carretera para llegar a la otra cera y coger un autobús, que acaba de detenerse en la parada. Si la persona después de pasar, sin mayores preocupaciones, alcanza el autobús, se sube y se va, aprenderá que esa es una conducta útil, para no perder el tiempo esperando un nuevo autobús, que puede pasar tras un cuarto de hora, media hora o una hora. En cambio, si observa cómo la persona casi es atropellada al cruzar la carretera y que después del susto, no alcanza al autobús que se va sin esperarle, se aprende que realizar esa conducta temeraria, no permite alcanzar su objetivo y por tanto no se tenderá a repetir. Pues igual que en este caso, estamos continuamente aprendiendo inintencionalmente, o poniendo en evidencia los aprendizajes que ya teníamos, como en el caso anterior, si ya sabíamos que no se debe de cruzar la carretera por cualquier lado, pues es peligroso, al ver cómo a la persona casi le atropellan por hacerlo, reforzará nuestro aprendizaje anterior.
Dentro de la categoría de aprendizaje intencional incidental, estarían por ejemplo los programas “educativos” de la televisión, los cursos por fascículos que acompañan a algunos periódicos, o los vídeos de autoaprendizaje de YouTube entre otros, pero también son las repeticiones que hace la madre hasta que su bebé consigue decir mamá o papá, todos ellos buscando un fin, la de modificar la forma de pensar, sentir o actuar del individuo. A pesar de eso, la intencionalidad explícita por transmitir información o conocimientos, no se considera aprendizaje institucional, ya que no se encuentra dentro de un sistema formal de aprendizaje, con una estructuración por temática y edades, ni busca unos objetivos adecuados a cada etapa evolutiva. Pero estos aprendizajes intencionales, no sólo van encaminados a aumentar el conocimiento de los demás, ya que puede concretarse en el desarrollo de determinadas habilidades y capacidades, como por ejemplo las escuelas de fútbol, encaminadas a mejorar el rendimiento deportivo de los menores.
En ocasiones este aprendizaje no requiere de nadie que instruya de forma intencional, para el desarrollo de ciertas habilidades y destrezas, que por ensayo y error se aprenden a perfeccionar, tal y como sucede con montar en bicicleta, que, con la práctica, se llega a controlar el equilibrio para no caerse, sin necesidad que nadie instruya al respecto. Este tipo de aprendizaje es considerado como más “natural”, ya que va unido a la cotidianidad del día a día, y se ha convertido en una metodología docente en sí misma, donde se busca “sacar a la calle” la escuela, de forma que el alumno aprenda habilidades que pueda desarrollar el resto de su vida.
Una aproximación a ello se puede encontrar en algunas innovaciones educativas donde se trata de ofrecer experiencias cotidianas con aplicaciones de conceptos matemáticos previamente vistos en clase, por ejemplo al fomentar entre los alumnos a que lleven a cabo un pequeño negocio para recaudar dinero para una causa solidaria, donde los menores aprenderán el manejo de las cantidades de dinero, a establecer un porcentaje de ganancia sobre las ventas, a llevar un proyecto de beneficios calendarizado,…
Este modelo de enseñanza incidental ofrece además una serie de ventajas, como es la de facilitar el aprendizaje significativo, es decir aquel que puede ser aplicado con posterioridad en el día a día; implicando al alumnado en el aprendizaje; desarrollado en un ambiente flexible y motivante; potenciando la curiosidad del estudiante. Basado en estas ventajas, algunos padres proponen que la enseñanza se realice en las propias casas, sin precisar de escuelas al respecto, y que los padres sean los docentes, enseñando aquello que le va a “servir” en la vida al pequeño, y no conocimientos poco “prácticos” para la vida diaria.
Una postura no exenta de limitaciones, por la falta de preparación de los padres, para el desempeño como docentes, de todas las materias que necesita aprender el pequeño para mantener el mismo nivel que el de sus semejantes que sí acuden a clase. Igualmente, la evaluación del aprendizaje incidental es difícil, ya que no cumple con los estándares establecidos en el sistema educativo; a pesar de lo anterior, dependiendo de en qué país se viva, así será la posibilidad o no, de que los padres puedan educar a sus hijos en casa.
En contraposición al aprendizaje incidental, el aprendizaje institucional, se considera a aquel que está establecido en planes de formación orientados a la adquisición de determinadas destrezas, habilidades y formas de comportarse como parte de un plan estructurado más o menos flexible que busca:
– La integración del individuo en la sociedad, para lo cual las escuelas y centros educativos son transmisores de valores que dependiendo de cada sociedad se concretan de una forma u otra.
– Adecuación del comportamiento a las reglas sociales, estableciendo premios y castigos para moldear la conducta de los estudiantes.
– Consecución de determinados hitos según la edad del menor, estos pueden incluir aprendizajes más o menos memorísticos, así como el desarrollo de otras habilidades y destrezas.
Sobre los premios y castigos empleados, estos van a ir evolucionando con la edad del alumnado, así, y con respecto a los premios, estos inicialmente son administrados de forma física, donde el alumno que se sabe la lección, o que se porta bien en clase, recibe algún tipo de “regalo”, estos poco a poco van a irse sustituyendo por premios sociales, es decir, el reconocimiento social delante de sus compañeros, como un “buen estudiante”, aparte de aplausos y felicitaciones. En etapas posteriores, los premios dejan de ser administrados por el docente, y se convierten en el eje motivacional del alumno, para alcanzar el aprobado, o una nota superior, como compensación al esfuerzo de aprendizaje.
Con respecto a los castigos, en modelos educativos anteriores, se empleaba el castigo físico, como medio de “enseñar” a los más pequeños, a mantener conductas adecuadas, atender a clase o a saberse la lección; igualmente estos castigos se iban supliendo por otros de tipo social, en donde se llegaba a “ridiculizar” o menospreciar a los alumnos que no respondían con las expectativas establecidas por el profesor; pasando a edades más avanzadas, a ser el “suspenso”, el castigo obtenido por un trabajo deficiente o no ajustado a los criterios académicos de su curso o nivel.
Hoy en día se considera que la práctica del castigo físico o social es inadecuada, y que los alumnos se sienten más motivados, por los estímulos positivos, que, por los negativos, a pesar de lo anterior, las calificaciones en edades más avanzadas, y lo que supone en cuanto a “repetir curso” se siguen empleando para modelar la velocidad de aprendizaje de los contenidos establecidos en el curso según la edad del alumno. Estos aprendizajes por su parte son más o menos duraderos en el tiempo, ya se encuentren en el corto plazo o en el largo plazo, siendo el objetivo de las instituciones educativas que los alumnos adquieran conocimientos que permanezcan, en el largo plazo para que puedan ser aplicados en