Mentiras de Familia
Este es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y sucesos, son producto de la imaginación de la autora o son utilizados de manera ficticia y no deben considerarse reales. Cualquier semejanza con locales, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es totalmente casual.
Kindred Lies 2019 Copyright © Dawn Brower
Artista de portada Victoria Miller
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser utilizada o reproducida electrónicamente o en forma impresa sin permiso escrito, excepto en el caso de las breves citas incorporadas en la reseña.
CAPÍTULO UNO
Amethyst se dirigió hacia un peculiar hotel con amplios pórticos que rodeaban una pintoresca casa blanca. Era en realidad más como un lugar de alojamiento y desayuno que un hotel. Lo que lo hacía aún más atractivo era que tenía una playa privada. Mientras caminaba por el estacionamiento, admiraba las olas rompiendo en la orilla, en una mezcla de rocío blanco y cerúleo. Algo sobre el lago o cualquier cuerpo de agua la relajaba. Cerró sus ojos e inhaló el aroma del agua en el aire. La invadió la tranquilidad y se sintió en el hogar, aunque en realidad no tenía idea de lo que eso significaba.
Abrió sus ojos y continuó su viaje hacia la oficina principal. Una vez allí, entró al lugar con aire acondicionado. Un chico trabajaba detrás del escritorio y su hermoso físico la dejó aturdida y sin aliento. De perfil, su cabello color ébano oscuro fluía en ondas rebeldes hasta la nuca y su barba, de unos cuantos días, iba a juego adornando su línea de mandíbula cincelada. Los dientes rozaron sus labios, dando la impresión de irritación, o tal vez de solo un pensamiento profundo. Amethyst casi odió interrumpirlo, pero había estado viajando durante un tiempo y necesitaba desesperadamente un pequeño respiro en una habitación, antes de iniciar su investigación. Se aclaró la garganta para llamar su atención. “Disculpa…”.
El chico se giró de inmediato a mirarla. Se concentró por completo en ella, y de nuevo el asombro ante ella, la llenó de su belleza masculina. Él la miró con un rostro de sorpresa, ambas cejas arqueadas. Se las arregló para sacudirse el impacto con el parpadeo de sus ojos. Sus labios se abrieron y perdió toda capacidad de respirar. Los hombres no deberían quitar el aliento…él se levantó del escritorio y se acercó a saludarla, como si nada trascendental hubiera ocurrido. Ella luchó por controlarse y apenas se recuperó antes de que él hablara. “¿Puedo ayudarla?”.
Amethyst mordió su propio labio en agradecimiento. Los músculos delinearon su camisa índigo y sus jeans colgaban bajos en las caderas de su delgado cuerpo. Demonios…Amethyst se negaba a dejarse llevar por sus encantos o su rostro deslumbrante. Apoyó las manos sobre el mostrador y respondió: “tengo una reservación”. Dios, ¿alguna vez había sonado más pretenciosa? ¿Qué demonios pasaba con ella?
“¿Nombre?”.
Amethyst que aún seguía deslumbrada por su buena apariencia expresó perpleja: “¿Disculpe?”. Realmente tenía que recuperarse si iba a verse tan afectada por un mero posadero. Bueno, eso si en realidad fuera el dueño de la posada…tan solo podría ser un empleado.
“Necesito saber a nombre de quién está la reservación”. Sonrió ampliamente y de manera divertida mientras se inclinaba sobre el mostrador. Su mirada la recorrió con franca apreciación; sus ojos color turquesa parecían brillar con interés. Amathyst tragó saliva. No. Él no era para ella…
Hizo lo posible para actuar con indiferencia y respondió: “Ay, perdón, llevo un tiempo viajando y mi mente deambula un poco. Debe estar bajo Amethyst S. Keane”. Grandioso, ahora parecía toda una idiota y definitivamente sonaba como una. Probablemente el hombre tenía, diariamente y al azar, mujeres que se lo devoraban con los ojos. Ella tan solo se unía a las filas de mujeres que caían a sus pies. Maravillosa manera de impresionar, buen trabajo Amethyst. Ella no pudo evitar reprenderse. La mayoría de los días mantenía el control, eso debido a que había tenido que crecer con una madre que decidía las cosas por capricho, pero por alguna razón este hombre en particular, había volteado su cerebro para convertirlo en una plasta.
“¿Sus iniciales son A.S.K.?”. La diversión una vez más llenó sus ojos mientras la estudiaba. “¿Eso significa que puedo preguntarle cualquier cosa?”. Su tono era ligero y casi afectuoso. Ella tenía que estar escuchando cosas o tal vez quería escucharlas. Era difícil asegurarse.
Podía estar equivocada, pero creía que ese era un intento de coquetear con ella. Generalmente, Amethyst no contaba con mucho tiempo libre, por lo que su vida de citas soplaba en una dirección inexistente. Él podría ser de utilidad durante su estancia. Eso era si ella podía hacer funcionar su cerebro ante su presencia. Si él fuera un residente local, podría ayudarla con su investigación. Coquetearle se convirtió en su máxima prioridad. Agitó sus pestañas tan provocativamente como pudo y contestó con una charla insinuante. “Bueno, eso es lo que tengo como pie de autor en la revista para la que escribo. Mi mamá ha de haber sabido que sería tan curiosa, que se aseguró de que viniera con una etiqueta de advertencia”. No le dijo que era la jefa de redacción y que en realidad era propietaria y dirigía la revista…la revista ASK había sido su bebé y la había inaugurado desde su ingreso al bachillerato. De eso hacía…tres años. Iniciar una revista a la edad de 17 años era una tarea ambiciosa. De alguna manera no solo se las había arreglado para hacerlo, sino que había sido exitosa en su implementación. Era demasiado trabajo y no podría amarlo más, ni intentándolo. ASK era su sangre de vida y la había convertido en una mujer rica antes de cumplir los 18 años. A sus casi veinte años, podía hacer casi todo lo que quería. La revista en gran parte era digital, pero podía adquirirse impresa si las personas lo deseaban. En la era de la gratificación instantánea, lo digital superaba cualquier impresión que pudiera hacerse. Ella volvió a dirigir su atención al hombre frente a ella. Si ella quería su ayuda, tendría que ser mejor con eso del coqueteo. A decir verdad, apestaba en el tema y siempre lo había sido.
“Entonces, ¿qué significa la ‘S’?”, preguntó él con una ligera risita.
Ella suspiró porque en realidad admitía que odiaba el segundo nombre que su mamá había decidido ponerle. Las iniciales solo habían resultado útiles para la pronunciación. A Amethyst nunca le había gustado su segundo nombre, y no veía que su opinión fuera a cambiar en algún momento. “Solstice”, admitió a regañadientes.
Él no reaccionó de la manera que ella esperaba dado su nombre poco convencional. Por el contrario, tomó una dirección completamente diferente y mostró su propia naturaleza inquisitiva. Una contagiosa sonrisa llenó su hermoso rostro y respondió: “eso en verdad es interesante. Tu mamá creía en la creatividad cuando te puso nombre. ¿Tienes hermanos? Perdona si esto está siendo demasiado personal, pero tengo curiosidad de saber si pudo mantenerse con los altos estándares que ella se fijó”.
Amethyst sacudió su cabeza lentamente de un lado a otro, aturdida por mirar directamente a los fascinantes ojos de color verde azulado. “Lamentablemente, soy hija única. Pronto fue muy claro que ella no podía tener otro hijo tan perfecto como yo y decidió dejarlo. ¿Para qué intentarlo cuando ella ya había logrado la perfección?”.
Si hubiera tenido que ser honesta, su madre era demasiado caprichosa y no quería explicar la tendencia que tenía a exagerar, a menudo haciendo que las reinas del drama se vieran bien en comparación.
“No puedo decir que estuviera equivocada al respecto, hasta ahora, todo lo que veo es perfecto”.
“¿Qué puedo decir? Estoy bastante cerca de la perfección”. Lo irónico del comentario no quedó en sus pensamientos y lo sacó por su boca antes de que pudiera pensar lo contrario. Este viaje podría resultar bastante divertido. Con la esperanza de que su madre no apareciera para estropearlo. Lyoness Keane, tenía problemas para permanecer durante mucho tiempo en un solo lugar.
“Tu madre debe haber sido maravillosa para tener una hija tan encantadora como tú”. Sus labios se torcieron un poco mientras luchaba por evitar reír.
Los comentarios como ese, solo muestran lo engañosas que pueden ser las apariencias. Al crecer, ella tuvo muchos ‘padres’ diferentes, que no podría reconocer a ninguno