Como puede notarse, la población afrocolombiana se encuentra en difíciles situaciones económicas que la hacen más vulnerable. Habitan en zonas marginadas donde la pobreza, la inequidad, la violencia y la fragmentación del tejido social son críticos. Los sectores de la salud, educación, trabajo productivo y la discriminación afectan más profundamente a esta población. Las evidencias de rechazo, marginación, humillación y discriminación son comprobadas. No se les ha reconocido su valor y actuación relevante en la historia y construcción de una sociedad diversa y rica culturalmente. Y aunque poseen un gran patrimonio ancestral, que proclaman saberes, tradiciones, costumbres, ritos y valores propios representados en la lucha y la conquista de sus derechos que por años han tenido que reclamar y que, aún siguen reclamando, la discriminación y segregación de la cual han sido víctimas los negros y por extensión los afrocolombianos por su color de piel, ha sido implacable y despiadada: han querido arrebatarles su cultura y aniquilarlos. Al respecto, Blandón (2017), referenciando a la Corporación Convivamos y la Alcaldía de Medellín, afirma que:
A pesar del avance en herramientas jurídicas para la protección y promoción de los derechos humanos básicos y de orden colectivo de las comunidades afrocolombianas, al igual que para el fortalecimiento de su identidad, se evidencia una persistencia viciosa y socialmente aceptada de estructuras y prácticas colectivas que lleva a que aún hoy se sigan perpetuando importantes niveles de inequidad social, económica y educativa, así como la vulneración permanente de los derechos de estas comunidades con las prácticas racistas y discriminatorias (p. ١٢٥).
Todo este historial de sufrimiento y exclusión, hace vulnerables a las comunidades afrocolombianas, que exigen del gobierno, de la nación, de las instituciones públicas y privadas, y de la misma sociedad, atención especial. Esta puede tener como referente y punto de partida a las escuelas que subyacen en estos territorios de reivindicación. En este sentido, no se pretendió con el presente acto investigativo dar soluciones a la problemática socioeconómica que atraviesan estas comunidades, ni borrar el dolor, la humillación y la segregación de la cual han sido víctimas. Lo cierto es que su finalidad estuvo soportada en el afán incesante de hacer visible a la comunidad afrocolombiana, en este caso, a una comunidad afro asentada en el Caribe colombiano, San Juan de Palos Prieto, mediante el reconocimiento de sus saberes ancestrales como cimiento en la construcción de un currículo intercultural, en el cual las voces de los participantes nativos fueron escuchadas, respetadas y valoradas. Por todo lo anteriormente planteado, se formuló la pregunta problema del estudio en los siguientes términos:
¿Cuáles son los sentidos y significados que atribuyen las comunidades afrocolombianas a la construcción de un currículo intercultural que afiance los saberes ancestrales en el Caribe colombiano?
Con el propósito de responder a las pretensiones teleológicas del estudio, este se planteó como objetivo general develar los sentidos y significados que atribuyen las comunidades afrocolombianas a la construcción de un currículo intercultural que afiance los saberes ancestrales en el Caribe colombiano. Un propósito que supone a la vez: reconocer los saberes ancestrales que se encuentran en el currículo escolar orientados a la construcción de identidad propia; identificar desde las voces de los participantes el legado de tradiciones afrocolombianas a través de los procesos lecto-escriturales que se dan en el currículo escolar, y comprender desde el diario vivir de la comunidad afrocolombiana la necesidad de incorporar de manera transversal la interculturalidad en la escuela como lugar de reencuentros y saberes tradicionales.
San Juan de Palos Prietos. Un pedazo de África en la escuela
San Juan de Palos Prieto es un corregimiento del municipio de Puebloviejo, en el departamento del Magdalena (Colombia), ubicado al sur de este y aproximadamente a tres horas de la cabecera municipal. Se halla situado entre extensas plantaciones de palma africana, donde habita una comunidad afrocolombiana proveniente del sur de Bolívar, específicamente de los municipios de María La Baja y San Onofre. Municipio último este, que, en ese entonces, formaba parte del departamento de Bolívar y que hoy integra el departamento de Sucre.
Mapa 1. Localización del corregimiento de San Juan Palos Prieto-Magdalena
Fuente: Electrónica4(Map data © 2018 Google)
Al indagar sobre la historia de este corregimiento, fue casi nada la documentación oficial encontrada, así que se decidió preguntar entre sus habitantes para reconstruir sus antecedentes, y como resultado se presenta el siguiente argumento: San Juan de Palos Prieto nace alrededor de los años cuarenta del siglo XX, cuando un grupo de campesinos, procedentes de María La Baja y San Onofre, atraídos por la fama de la United Fruit Company5, deciden explorar estas tierras.
Al llegar a la zona6, buscaron quien les entregara tierras para trabajarla y hacer sus propias “rosas” o cultivos. Es así como a través de unos contratos verbales con la familia Dávila, terratenientes del sector, acuerdan dar a manera de préstamo parte de sus tierras para que estos campesinos sembraran y cosecharan sus plantaciones. Al pasar el tiempo, se trajeron a sus familias y conocidos para que los acompañaran en la labor, dando origen al primer asentamiento afrocolombiano en la zona y por supuesto haciéndose cada vez más numerosos. Con el transcurso de los años, un grupo de estos campesinos deciden invadir los terrenos y apoderarse de ellos a la fuerza, iniciando una disputa con la familia Dávila que duró varios años. Fue una lucha difícil y sangrienta, ya que se presentaron enfrentamientos con la Policía y el Ejército. De hecho, algunos campesinos fueron arrestados y/o asesinados.
Estos campesinos buscaron la asesoría de un abogado que los ayudara en sus pretensiones. Fue así que por un periodo de seis años, el abogado Juan Cenón Prieto se prestó a guiarlos en el proceso que comenzó entre los años de 1957 a 1958 y terminó en el año 1964, con la entrega de una escritura colectiva. Ya con escritura en manos, se disponen a repartir las tierras entre los campesinos asignando a cada uno dos hectáreas de terreno. Inicialmente, sus casas fueron construidas de barro, palma, bareque, madera y posteriormente de concreto. Sus primeros moradores eran personas trabajadoras que lo hacían de forma independiente en sus propias parcelas, donde cultivaban arroz, maíz, yuca y ahuyama. Vivían de sus cultivos.
El pueblo recibió el nombre de San Juan de Palos Prieto por varias razones casuales: la primera, tiene que ver con el hecho de que las tierras invadidas por los campesinos pertenecían a una de las secciones que conformaban las fincas de los Dávila y que llevaba por nombre Palos Prieto, a las otras dos se les conocía como Palo Alto y Palos Verde. Coincidencialmente, el abogado que los asesoró era de apellido Prieto y de nombre Juan. Y la tercera razón, porque nuevamente, producto del azar, su color de piel hacía honor a la palabra prieto que tanto se les cruzaba en el camino, lo que los llevó a adoptar el nombre para el caserío.
Así mismo, el abogado, quien era devoto de la virgen de Chiquinquirá, le prometió a esta que le haría una fiesta todos los años en la plaza del pueblo si lo ayudaba a ganar este pleito, para que los campesinos pudieran tener sus tierras donde sembrar y cultivar para sobrevivir. Fue así como el litigio se resolvió un 22 de febrero, y aunque esa no es la fecha en la que se celebra la fiesta de la virgen de Chiquinquirá, el pueblo la asumió para celebrarla como una forma de agradecimiento a este abogado que les ayudó a conseguir sus propósitos. Como consideraron un milagro tal logro, le agregaron el San, y hoy el pueblo se conoce como San Juan de Palos Prieto.
Las vías de acceso eran inexistentes. La gente salía en burro, en bicicleta o a pie entre los extensos matorrales para abastecerse de alimentos y comercializar sus cosechas. Con el pasar de los años, el señor Lacouture abre vía hacia Soplador, corregimiento de Zona Bananera, facilitando la entrada y salida del pueblo. Hoy, la situación ha mejorado, ya existen carreteras, (destapadas y polvorientas), por las que trafican moradores, trabajadores y toda clase de vehículos.