* Este texto corresponde al apartado incluido en Marx, Karl, El Capital. Crítica de la economía política. Tomo I, Libro Primero: El proceso de producción del capital, Siglo Veintiuno Editores, Bs. As., 2012, págs. 87-102.
1. Recuérdese que China y las mesas comenzaron a danzar cuando todo el resto del mundo parecía estar sumido en el reposo… pour encourager les autres [para alentar a los demás]
2. Nota a la 2ª edición.- Entre los antiguos germanos la extensión de un Morgen (de 25 a 30 áreas) de tierra se calculaba por el trabajo de una jornada, y por eso al Morgen se lo denominaba Tagwerk [trabajo de un día] (también Tagwanne [aventar un día]) (jurnale o jurnalis, terra jurnalis, jornalis o diurnalis), Mannwerk [trabajo de un hombre], Mannskraft [fuerza de un hombre], Mannsmaad [siega de un hombre], Mannshauet [tala de un hombre], etc. Véase Georg Ludwing von Maurer, Einleitung zar Geschichte der Mark-, Hof-, usw. Verfassung, Munich, 1854, p. 129 y s.
3. Nota a la 2ª edición.- Por eso, cuando Galiani dice: el valor es una relación entre personas -“la richezza é una ragione tra due persone” - habría debido agregar: una relación oculta bajo una envoltura de cosa. (Galiani, Della moneta, col. Custodi cit., Milan 1803, parte moderna, t III. p. 221.)
4. ¿Qué pensar de una ley que sólo puede imponerse a través de revoluciones periódicas? No es sino una ley natural, fundada en la inconsciencia de quienes están sujetos a ella.” (Friederich Engels, Umrisse zu einer Kritik der Nationalökonomie, en Deustch - Französische Jahrbücher, ed. por Arnold Ruge y Karl Marx, Paris 1844.)
5. Nota a la 2ª edición.- Tampoco Ricardo está exento de robinsonadas. “Hace que de inmediato el pescador y el cazador primitivos cambien la pesca y la caza como si fueran poseedores de mercancías, en proporción al tiempo de trabajo objetivado en esos valores de cambio. En esta ocasión incurre en el anacronismo de que el pescador y el cazador primitivos, para calcular la incidencia de sus instrumentos de trabajo, echen mano a las tablas de anualidades que solían usarse en la Bolsa de Londres en 1817. Al parecer, la única forma de sociedad que fuera de la burguesa conoce Ricardo, son los “paralelogramos del señor Owen” (K. Marx, Zur Kritik…. pp. 38.39.)
6. Nota a la 2ª edición.- “Es un preconcepto ridículo, de muy reciente difusión, el de que la forma de la propiedad común naturalmente originada sea específicamente eslava, y hasta rusa en exclusividad. Es la forma primitiva cuya existencia podemos verificar entre los romanos, germanos, celtas, y de la cual encontramos aun hoy, entre los indios, un muestrario completo con los especímenes más variados, aunque parte de ellos en ruinas. Un estudio más concienzudo de las formas de propiedad común asiáticas, y especialmente de las índicas, demostraría cómo de las formas diversas de la propiedad común natural resultan diferentes formas de disolución de ésta. Así, por ejemplo, los diversos tipos originarios de la propiedad privada romana y germánica pueden ser deducidos de las diversas formas de la propiedad común en la India.”(Ibídem. p.10.)
7. Las insuficiencias en el análisis que de la magnitud del valor efectúa Ricardo -y el suyo es el mejor- las hemos de ver en los libros tercero y cuarto de esta obra. En lo que se refiere al valor en general, la economía política clásica en ningún lugar distingue explícitamente y con clara conciencia entre el trabajo, tal como se representa en el valor, y ese mismo trabajo, tal como se representa en el valor de uso de su producto. En realidad, utiliza esa distinción de manera natural, ya que en un momento dado considera el trabajo desde el punto de vista cuantitativo, en otro cualitativamente. Pero no tiene idea de que la simple diferencia cuantitativa de los trabajos presupone su unidad o igualdad cualitativa, y por tanto su reducción a trabajo abstractamente humano. Ricardo, por ejemplo, se declara de acuerdo con Destutt de Tracy cuando éste afirma: “Puesto que es innegable que nuestras únicas riquezas originarias son nuestras facultades físicas y morales, que el empleo de dichas facultades, el trabajo de alguna índole, es nuestro tesoro primigenio y que es siempre a partir de su empleo como se crean todas esas cosas a las que denominamos riquezas […]. Es indudable, asimismo, que todas esas cosas sólo representan el trabajo que las ha creado, y si tienen un valor, y hasta dos valores diferentes, sólo pueden deberlos al del (al valor del) “trabajo del que emanan”. (Ricardo On the Principles of Political Economy, 3ª ed., Londres, 1821, p.334.) Limitémonos a observar que Ricardo atribuye erróneamente a Destutt su propia concepción, más profunda. Sin duda, Destutt dice por una parte, en efecto, que todas las cosas que forman la riqueza “representan el trabajo que las ha creado”, pero por otra parte asegura que han obtenido del “valor del trabajo” sus “dos valores diferentes” (valor de uso y valor de cambio). Incurre en este modo en la superficialidad de la economía vulgar, que presupone el valor de una mercancía (en este caso del trabajo), para determinar por medio de él, posteriormente, el valor de las demás. Ricardo lo lee como si hubiera dicho que el trabajo (no el valor del trabajo) está representado tanto en el valor de uso como en el de cambio. Pero él mismo distingue tan pobremente el carácter bifacético del trabajo, representado de manera dual, que en todo el capítulo “Value and Riches, Their Distinctive Properties” [Valor y riqueza, sus propiedades distintivas] se ve reducido a dar vueltas fatigosamente en torno a las trivialidades de un Jean-Baptiste Say. De ahí que al final se muestre totalmente perplejo ante la coincidencia de Destutt, por un lado, con la propia concepción ricardiana acerca del trabajo como fuente de valor y, por el otro, con Say respecto al concepto de valor.
8. Una de las fallas fundamentales de la economía política clásica es que nunca logró desentrañar, partiendo del análisis de la mercancía y más específicamente del valor de la misma, la forma del valor, la forma misma que hace de él un valor de cambio. Precisamente en el caso de sus mejores expositores, como Adam Smith y Ricardo, trata la forma del valor como cosa completamente indiferente, o incluso exterior a la naturaleza de la mercancía. Ello no sólo se debe a que el análisis centrado en la magnitud del valor absorba por entero su atención. Obedece a una razón más profunda. La forma del valor asumida por el producto del trabajo es la forma mas abstracta, pero también la más general, del modo de producción burgués, que de tal manera queda caracterizado como tipo particular de producción social y con esto, a la vez, como algo histórico. Si nos confundimos, y la tomamos por la forma natural eterna de la producción social, pasaremos también por alto, necesariamente, lo que hay de específico en la forma de valor, y por tanto en la forma de la mercancía, desarrollada luego en la forma de dinero, de capital, etc. Por eso, en economistas que coinciden por entero en cuanto a medir la magnitud del valor por el tiempo de trabajo, se encuentran las ideas mas abigarradas y contradictorias acerca del dinero, esto es, de la figura consumada que reviste el equivalente general. Esto por ejemplo se pone de relieve, de manera contundente, en los análisis sobre la banca, donde ya no se puede salir del paso con definiciones del dinero compuestas de lugares comunes. A ello se debe que, como antítesis, surgiera un mercantilismo restaurado (Ganilh, etc.) que no ve en el valor más que la forma social o, mas bien, su mera apariencia, huera de sustancia. Para dejarlo claro de una vez por todas, digamos