Frunzo los labios con indecisión. No me gusta que uno de mis dibujos vaya a ser motivo de escrutinio de millones de personas en las redes sociales. Pero es para lo que he firmado.
Cojo el teléfono, le hago una foto rápida y luego la publico en Twitter.
Vaughn Bennett @VeryVaughn
Las rupturas son más fáciles de llevar cuando te imaginas esta cara junto a la tuya.
Tan solo tres horas después de que Oakley le diera a favoritos a mi dibujo, la primera respuesta llega a mis notificaciones. Menos de un minuto después, recibo un mensaje de Carrie.
¿Has visto que Oakley Ford le ha dado a favoritos a tu foto?
Me hago la sueca y le contesto: ¿¿En serio??
¡Sí! Entra a Twitter. ¡Tu muro está que arde! ¡Deberías mandarle un mensaje!
No voy a mandarle ningún mensaje solo porque le haya gustado una foto.
¡Nunca se sabe! ¡Mándale un mensaje directo como una pro, nena!
Y luego ya no puedo responderle más, porque a cada segundo —o quizá es a cada milisegundo— me llega una nueva notificación.
@pledo5514 @1doodlebug1 @caaryneo @paulyn_N acaban de seguirte.
¿Acaba de darle @OakleyFord a favoritos a la foto de una chica @VeryVaughn?
@OakleyFord sígueme. Por fa. Te quiero. @VeryVaughn
@luv_oakley_hands @VeryVaughn Este dibujo está muuuuy chulo. Quiero 1 en mi taquilla.
@VeryVaughn Dios, qué dibujo más normalucho. Vuelve al colegio, zorra.
@OakleyFord_stanNo1 @VeryVaughn Qué verdad. He mirado su perfil. No es siquiera fan de él, mucho menos una fanática. Fuera.
@VeryVaughn ni siquiera eres guapa. @OakleyFord tú estás como un queso.
@selleuni5 @OakleyFordHeart @unicornio @wammalamma @magg1e_han50n y 244 más acaban de seguirte.
Oh, guau. He conseguido más de doscientos seguidores en cuestión de diez segundos. Qué locura.
Paisley asoma la cabeza por la puerta de mi cuarto.
—Claudia ha llamado. Dice que deberías empezar a responder. Al parecer te están llegando cientos de mensajes.
—Lo sé. —Levanto el teléfono, un poco abrumada—. Son básicamente sobre lo normalucha y poco mona que soy y que él se merece algo mucho mejor que yo.
Mi hermana me dedica una sonrisa sarcástica.
—Es internet. La gente está todo el día diciendo estupideces en internet. ¿Necesitas ayuda con eso?
Niego con la cabeza. He firmado un contrato y ya es hora de que cumpla con mi parte, así que me paso la siguiente hora respondiendo tuits al azar con los «Ay, Dios» y con signos de exclamación suficientes, mientras ignoro los comentarios que me llaman fea. Los que me insultan tienen algo en común, no son buenos con la ortografía, y eso me hace sentir un poco de satisfacción por dentro.
El último mensaje que recibo antes de irme a la cama es de W.
¿Qué cojones, V…? Llámame.
Capítulo 8
Él
—¿Por qué no he visto este dibujo antes de que se publicara? —pregunto a Jim.
Son más de las diez, la casa vuelve a estar muerta y estoy mirando fijamente un boceto de mi cara en el teléfono de Ty. Él está en el salón intentando ocultarme su risa.
—¿No te gusta? —dice Jim, con la sorpresa patente en su voz, a través del teléfono—. Yo creo que es bueno. En realidad, es mejor de lo que creía. A tus fans les está encantando.
Amplío la imagen a la altura de mi boca. ¿Así es cómo me ve? ¿Enfadado y taciturno? Parezco un niño pequeño al que le acaban de quitar su juguete favorito. Pero va a sonar todavía más infantil si me quejo de ello a Jim, así que le pongo otra excusa.
—¿Estás viendo toda la mierda que las demás chicas le están enviando? ¿Twitter no tiene reglas? —No sé por qué me sorprende. Estoy acostumbrado a recibir fotos de chicas desnudas con asiduidad, pero algunas de estas parecen… jóvenes. Demasiado jóvenes incluso para mí.
Cuando Jim me abrió una cuenta de Snapchat, me llegaron miles de fotos de chicas desnudas antes de que pudiese subir yo siquiera mi primera historia. Le respondí por accidente a una de ellas, y aquello desembocó en una experiencia un tanto rara con acosadora incluida. Que cuatro niñas de catorce años te persigan en sus bicis da un poco de miedo.
—Ignóralas —me aconseja Jim—. De hecho, puedes hacer caso omiso de todo. Claudia se ocupará de tus respuestas.
Cansado de mirarme a mí mismo, lanzo el teléfono de Ty sobre la encimera de mármol de la cocina.
—¿Cómo vamos con King? —exijo saber, porque mi música es la única razón por la que estoy accediendo a pasar por toda esta mierda.
—No va a pasar nada con él hasta dentro de un tiempo. Sácatelo de la cabeza. ¿Por qué no usas este tiempo para escribir nuevas canciones? A lo mejor tu nueva novia te sirve de inspiración.
—Ja, ja, ja, ja…
Como no le gusto mucho a Vaughn, todas mis canciones serían de chicas irracionales y sus juicios equivocados.
De todas formas, ¿qué le he hecho yo a ella? El tráfico en Los Ángeles es horrible, y Jim sabe de sobra que las reuniones antes de las doce no existen para mí. Soy un búho nocturno.
—Espero que no te pienses que me voy a quedar en mi casa todo el año —murmuro.
—No, sé que un Oak aburrido es peligroso. Sinceramente, me da igual lo que hagas a lo largo del año, aparte de que te alejes de los problemas. King entrará en razón. Tú deja que yo me preocupe de eso. Ahora me voy a casa con mi preciosa mujer.
—No sé si te estás burlando de mí o me estás regañando.
—Ambos, chico —responde Jim con alegría antes de colgar.
La imagen en el teléfono de Ty sigue mofándose de mí. Quiero contestarle algo a Vaughn, pero no tengo ni idea de cómo conectarme a mi propia cuenta de Twitter. Las redes sociales son una completa pérdida de tiempo. Cuando me conecté por primera vez, me sorprendió la cantidad de gente que me mandaba mensajes, los cuales nunca tendrían las pelotas suficientes de decírmelos a la cara. Discutí con unos cuantos.
Y ahí fue cuando Claudia entró en escena y se ocupó de mi cuenta; de todas ellas. Después de las cuatro niñatas, como yo las llamo, estuve más que encantado de que ella se hiciese cargo.
Recojo el móvil de Ty cuando este vibra. Alguna chica acaba de mandarle un mensaje subido de tono. Le paso.
—Ty, ¿por qué tienes cuenta de Twitter?
—Fútbol, hermano. —Entra en la cocina. Al parecer ya ha terminado con el ataque de risa—. Un montón de profesionales tienen cuenta.
—¿Sí?
—Sí, mira aquí. —Me quita el teléfono de la mano y pulsa algo antes de volver a devolvérmelo—. Sigo a mis jugadores favoritos y luego a un montón de atletas.
Leo su muro. Está lleno de estadísticas, enlaces a vídeos de fútbol y artículos.
—No