—Saber que hay unos cuantos Cazadores menos me hace sentir mejor. En cuanto a ayudarme a dormir por las noches, hay que aceptarlo: eso no puede empeorar.
Me aseguro también de lanzar todos los insultos que me vienen a la cabeza.
Cojo la mochila y Gabriel extiende la mano para tocarme el brazo, pero me lo quito de encima y salgo del campamento trotando rápidamente. No miro hacia atrás.
UNA TRAMPA BÁSICA
Esta vez, mientras corro, pienso en Annalise. Imagino que la estoy persiguiendo de cerca. Puedo correr durante horas sin parar, pero cuando me concentro en ella, el tiempo transcurre aún más rápido. Sin embargo, no puedo detenerme en hacerlo. Debo ser estricto conmigo mismo: tengo que enfocarme en dar caza a los Cazadores. Gabriel tiene razón en algo: es peligroso y no importa cuán bueno sea yo, ellos pueden tener suerte. Para conservar la fortuna de mi lado debo progresar. Debo volverme mejor, más veloz, más fuerte. Debo averiguar en qué soy débil. Celia me enseñó eso: Aprende de tus errores, pero ten en cuenta que tus enemigos aprenderán de los suyos. Así que cada vez que ataco a un grupo de Cazadores, aprendo y afino el control de mis nuevos Dones.
Debo seguir practicando y ahora mismo lo hago mientras corro: me vuelvo invisible; lanzo rayos de la mano izquierda y luego de la derecha; arrojo una columna de fuego por la boca. Hasta ahora el único Don de mi padre que he usado en combate real es el de la invisibilidad, pero aun así, la última vez me rozó una bala. No le he contado eso a Gabriel. Tardé varias horas en extraer el veneno de la herida de la piel. Pero aprendí de la experiencia, Celia estaría contenta. En ese momento fui muy lento. Me quedé en el mismo lugar medio segundo más. No volverá a pasar y ahora estoy listo para usar los rayos mientras permanezco invisible y no tenga que acercarme. Esto revelaría mi posición, así que debo lanzarlos y seguir moviéndome. Arrojo uno de la mano izquierda, luego me tiro al suelo y giro a la derecha, disparando otro de la mano derecha mientras avanzo.
Y lo hago otra vez. Más rápido y con más fuerza.
Y una vez más.
Me sigo moviendo hasta que anochece y luego acampo junto a un arroyo para descansar. Tengo hambre. Anoche vomité la sopa y el queso y no he comido nada desde entonces. Pero antes de pensar en alimentos, necesito hacer una cosa más: intentar detener el tiempo, otra vez. Lo repaso mentalmente, recuerdo cómo Marcus movía sus manos en círculo, frotando las palmas. Procuro imitar la misma técnica y pienso en desacelerar lo que me rodea, imagino que se detiene todo. El bosque está en calma y aguanto la respiración, preguntándome si lo he logrado. Pero sé que no es así; la quietud es distinta cuando el tiempo se detiene. Desearía preguntar a mi padre cómo liberar ese Don. Desearía preguntarle tantas cosas. Sobre todo anhelo que hubiésemos tenido más tiempo juntos.
Llevo puesto el anillo de oro que me dio, lo aprieto contra mis labios y lo beso. El tiempo que compartimos juntos, aunque breve, fue increíble. Aprendí mucho al emular a mi padre. Me transformé en águila, y volamos y cazamos juntos. Esos días fueron preciosos. Al estar sentado en su compañía, en silencio, sentí que lo conocía y que él me conocía a mí.
Intento detener el tiempo una vez más, pero nada pasa y necesito comer. Tengo que transformarme en animal. Por lo menos ese Don, mi propio Don, sí surge ahora de manera natural, aunque no lo emplee con frecuencia. Ya no le tengo miedo, pero sé que me lleva a otros ámbitos. Al animal no le importan las cuestiones humanas, ya sea Annalise o mi padre. Recuerdo que cuando empezaba a aprender a transformarme le gritaba, esperando que me escuchara, que me entendiera. En realidad, yo necesitaba escucharlo, entenderlo. Ahora respeto a mi animal, a mi otro yo. Es brutal y rápido y salvaje, pero está en paz con el mundo.
No tengo que quitarme la ropa antes de transformarme. Me pongo de pie, respiro, me imagino al lobo y…
Nosotros —mi animal y yo— hemos atrapado un tejón. Una buena comida. Y ya he disfrutado unas cuatro horas de descanso reparador. Sin sueños. En este momento estoy paseando como humano, practico mis Dones de nuevo y me siento bien, reconozco mi velocidad. Cuando llego al lugar donde aniquilé a las dos Cazadoras ya ha caído la tarde. Aminoro la velocidad mientras me acerco al claro y lo rodeo.
El terreno es uniforme. Los árboles son maduros y la tierra se encuentra limpia. El claro es natural; un árbol grande cayó y se llevó consigo a otro par, y quedan tres grandes troncos que atraviesan el suelo. Tal vez se derrumbaron durante el otoño, y ahora que es invierno el área parece más abierta e iluminada, pero también más fría. Los cuerpos de las Cazadoras desaparecieron.
Aún no he entrado al claro. Lo rodeo y me estrecho al linde, manteniendo a los árboles como guardianes, por las dudas. Doy vueltas y vueltas alrededor del claro y no encuentro nada. Casi tengo la certeza de estar solo. Noventa y cinco por ciento seguro.
Ahora avanzo lentamente, agazapado y en silencio, hasta donde yacen los cuerpos. Se ven muchas pisadas, y no de las Cazadoras muertas sino de unas vivas, según creo, y las marcas llevan al norte, fuera del claro. Se han llevado los cuerpos. Al revisar las huellas calculo que estuvieron ahí más de dos Cazadoras y menos de ocho, entre cuatro o seis, ya que sólo actúan en pareja. Como en realidad no soy capaz de descifrar bien las huellas, sólo es una estimación. Pero si las Cazadoras sólo tienen tres días muertas considero que se llevaron sus cuerpos recientemente. Muy recientemente.
Trato de seguir el rastro pero lo pierdo y debo volver sobre mis pasos e intentarlo de nuevo. Esta vez veo otra huella sobre una pisada de bota. Ésta es distinta: parece de un zapato deportivo, en definitiva no se trata de una bota de Cazadora. Mi ritmo cardiaco se acelera.
¿Annalise?
Es una idea estúpida, ¿por qué estaría aquí? Las posibilidades de que sea ella son mínimas.
Pero aun así, mínimo es más que nada.
Sigo las huellas de las Cazadoras, echo un vistazo más atento en el bosque, y a una distancia corta veo de nuevo las huellas de los zapatos deportivos. Las sigo pero es un proceso lento. No puedo hacerlo rápidamente por si se me escapa algo, y no hay un sendero obvio. Sonará poco creíble, pero desearía tener a Nesbitt conmigo. Es el mejor rastreador de la Alianza, sin embargo nunca está cuando lo necesito.
Sigo el rastro por el bosque durante toda la tarde, hasta que empieza el ocaso. Está demasiado oscuro como para apreciar las huellas, pero no es necesario. Desde la cima de una suave cuesta con vista al siguiente valle, diviso algo mejor: una delgada línea de humo que se eleva entre las copas de los árboles.
Deben haberse relajado para encender una fogata.
O es una trampa.
Escucho la voz de Celia dentro de mi cabeza: Los Cazadores no se revelan tan cerca de un lugar donde han perdido a dos de los suyos.
No estoy seguro de cuántos Cazadores haya. Ellos pueden volverse invisibles gracias a la magia de Wallend. Usaron su invisibilidad en la BB, y muchos de los que he atrapado desde entonces gozan de esa habilidad. Pero yo también la poseo. Y quiero entrar al campamento. Hay alguien con ellos. Estoy convencido de ello. Tal vez sea Annalise. Es probable que no sean más de seis. Y sé que con seis puedo.
Seis más Annalise. Si la han encontrado, la llevarán de vuelta como prisionera. O quizá no. Quizá sea una heroína para ellos: le disparó a Marcus, y tal vez Gabriel tenga razón acerca de que todo el tiempo fue su espía. Quizá fue ella quien informó a los Cazadores sobre el apartamento en Ginebra y el pasadizo que conducía a la cabaña de Mercury.
Tengo que observar más de cerca.
Serpenteo lenta y silenciosamente por entre los árboles del valle. El suelo está desnudo en algunas partes, pero en otras hay algunos árboles y los arbustos espinosos bloquean el camino. Ya ha oscurecido cuando logro abrirme paso entre ellos, y el siseo distante de los teléfonos dentro de mi cabeza se hace cada vez más fuerte, así que me vuelvo invisible y avanzo en silencio.
Veo a la primera